Félix Weil en el debate sobre la socialización tras la revolución de noviembre en Alemania, 1918-1921
Universidad Humboldt de Berlín. Berlín, Alemania
jacob.blumenfeld@hu-berlin.de
ORCID: 0000-0001-7745-8704
Resumen: A los 25 años, en 1923, el argentino Félix Weil fundó el Institut für Sozialforschung con una donación de su padre, el comerciante de cereales Hermann Weil. Weil fue alumno de Robert Wilbrandt, profesor de la Universidad de Tubinga, que formó parte de la Comisión de Socialización tras la revolución alemana en 1918-1919. Wilbrandt animó a Weil a convertir un ensayo suyo sobre la socialización en una disertación, que finalmente se publicó en 1921. El texto de Weil, Socialización, nunca se ha traducido, y casi nunca se ha comentado. En este artículo, hablaré del texto, mostrando el contexto en el que surgió: el debate sobre la socialización entre 1918 y 1921 en Alemania.
Palabras clave: socialización – Félix Weil – planificación económica – Revolución alemana
Abstract: In 1923, at the age of 25, the Argentine Félix Weil founded the Institut für Sozialforschung with a donation from his father, the grain merchant Hermann Weil. Weil was a student of Robert Wilbrandt, a professor at the University of Tübingen, who was a member of the Socialization Commission after the German Revolution of 1918-1919. Wilbrandt encouraged Weil to turn one of his essays on socialization into a dissertation, which was finally published in 1921. Weil’s text, Socialization, has never been translated, and has hardly ever been discussed. In this article, I will talk about Weil’s text, showing the context in which it emerged, the debate on socialization between 1918 and 1921 in Germany.
Keywords: Socialization – Félix Weil – Economic Planning – German Revolution
Recepción: 7 de marzo de 2025. Aceptación: 5 de abril de 2025
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En noviembre de 1918, los trabajadores, soldados y campesinos del Imperio Alemán se rebelaron contra sus gobernantes en una serie de ocupaciones salvajes, huelgas y levantamientos armados que provocaron un fuerte trastocamiento de la sociedad. Todo lo que parecía invencible política y socialmente comenzó a desmoronarse. La monarquía se derrumbó, el pueblo exigió una república de consejos, una democracia parlamentaria, un estado revolucionario. La gran guerra terminó. Trabajadores y soldados, socialistas y burgueses, mujeres y hombres debatían cómo debía gestionarse la economía. Las preguntas en la mente de todos eran: ¿cómo avanzar? ¿Quién debería poseer los medios de producción, la tierra y los recursos naturales? ¿Cuál debería ser el papel de los trabajadores en la nueva sociedad? ¿Cuál es el objetivo de la transición económica y cómo debería lograrse?
Después de la revolución de noviembre de 1918 en Alemania, estas no eran solo preguntas hipotéticas, sino cuestiones candentes para las que todo el mundo tenía una respuesta. Para muchos, la respuesta a todas estas preguntas podía resumirse en una palabra: socialización. Esta palabra –Vergesellschaftung o, más concretamente, Sozialisierung en alemán– circuló como la pólvora por toda la población. Todo el mundo, de izquierda a derecha y de arriba abajo, estaba obsesionado con la cuestión de la socialización y su puesta en práctica. ¿Por qué estaba tan extendida esta palabra, qué significaba y qué ocurría con ella?
Para entender por qué este término se popularizó de esta manera, hay que tener en cuenta que la gente buscaba una forma de expresar el deseo de transformar la sociedad, y esta palabra, con su significado ambiguo y abierto, se convirtió en un eslogan que todo el mundo utilizaba para expresar su visión de cómo hacer la transición a un orden económico más racional que aquel basado en la producción privada descoordinada y la competencia despiadada. Llegó a ser una palabra tanto para la reforma como para la revolución, para los radicales y las élites, circulando en revistas, periódicos, libros, artículos y publicaciones.
Esta es una historia sobre la confusión revolucionaria. ¿Qué ocurre cuando se presenta la oportunidad de transformar radicalmente la propia sociedad y nadie se pone de acuerdo sobre qué hacer? Esta es la pregunta que explorará este artículo, concretamente en lo que respecta a la reflexión sobre el significado de la socialización en Alemania entre 1918 y 1921. El intento más exhaustivo de teorizar sobre este tema durante este período fue realizado por Félix Weil, el socialista argentino con raíces judío-alemanas que fundó el Instituto de Investigación Social en Frankfurt en 1923, a la edad de 25 años. Su tesis doctoral de 1921 sobre socialización, inspirada por Karl Korsch, entre otros, se analizará a continuación.
Hoy en día, este debate sobre la socialización suele considerarse un curioso precursor del “debate sobre el cálculo socialista”, más conocido y teóricamente más maduro, de los años 1920 a 1950, en el que participaron personalidades como Ludwig von Mises, Oskar Lange, Abba Lerner, Maurice Dobb, Friedrich von Hayek y otros (Lavoie, 1985; O’Neill, 1996). En cambio, el discurso sobre la socialización en torno a 1919 suele considerarse menos interesante, más polémico que serio. Espero demostrar que esto es erróneo, y que podemos obtener importantes ideas de la controversia sobre la socialización, especialmente en lo que se refiere a la necesidad de conceptualizar la reorganización de las relaciones de propiedad en el presente.
El debate sobre la socialización puede considerarse un estallido de propuestas sobre la transición económica que posteriormente se diferenciaron en temas más específicos, como la economía planificada, la democracia económica, el cálculo económico, la codeterminación, el socialismo de mercado, la economía común, la democracia industrial, los consejos obreros, etc. Todos estos temas aparecieron en los escritos de socialización de principios de la República de Weimar y se especificaron teóricamente en el curso posterior del siglo XX. El único concepto que nunca se definió con mayor precisión fue el de la propia socialización. ¿Por qué? Una de las razones, argumentaré, es que la socialización era un término estratégicamente ambiguo, es decir, un término que se mantuvo deliberadamente vago y lo suficientemente abierto como para dar cabida a intereses contradictorios e incluso antagónicos y garantizar la estabilidad en tiempos de crisis.1
El concepto de socialización
El debate sobre la socialización estuvo marcado por dos experiencias históricas: la Gran Guerra de 1914 a 1918 y la revolución de noviembre de 1918 en Alemania. Mientras que la primera demostró que la planificación económica era posible a gran escala (es decir, la economía de guerra y el socialismo de guerra), la segunda demostró que la clase obrera podía cambiar la sociedad mediante la acción colectiva. Aquella revolución fue una explosión de levantamientos y consejos autoorganizados en todo el país, en los que soldados, trabajadores, activistas y ciudadanos exigieron la paz, el fin del antiguo régimen y un nuevo orden económico (Pelz, 2018; Gerwarth, 2020; Haffner, 1969; Kuhn, 2012; Hoffrogge, 2018; Weidermann, 2017; Jones, 2016; Von Oertzen, 1976). Aunque se conquistaron la paz, la república y numerosos derechos para trabajadores y ciudadanos, el nuevo orden económico, que se debatió bajo el lema de la socialización, nunca llegó a materializarse.
El término socialización tiene dos significados diferentes.2 Por un lado, se refiere al proceso psicológico y cultural de adaptación del individuo a la sociedad dominante. En otras palabras, describe cómo el individuo aprende a comportarse de acuerdo con las normas aceptadas por la sociedad mayoritaria, transmitidas por la familia, la escuela, el trabajo y otras instituciones sociales. Se trata ante todo de un concepto evolutivo basado en la integración del individuo en su entorno social. Este no es el sentido en el que utilizaré el término aquí. La forma en que lo utilizo aquí denota algo muy diferente, a saber, la transición socialista fuera de esta sociedad. Esta acepción (hoy casi olvidada) de la palabra está vinculada a un momento histórico concreto, a saber, la revolución alemana de 1918-1919. En este contexto, socialización no significa adaptación a la sociedad, sino el proceso por el que esta se transforma. Más concretamente, la socialización se refiere a la realización práctica del socialismo: la transformación planificada del sistema de propiedad y, por tanto, de la economía. El término denota confusamente tanto el proceso de transición (socialización como el camino de una economía de mercado privada a una economía pública) como el objetivo de la transformación (socialización como un nuevo orden económico). Sin embargo, incluso con este significado de socialización, existen ambivalencias y tensiones. Algunos ven la socialización como un proceso pasivo de desarrollo económico hacia un nivel superior de la sociedad (por ejemplo, la socialización del trabajo y la riqueza a través del crecimiento de las fuerzas productivas: Bernstein, 1918); mientras que otros utilizan el término para describir una intervención activa en la economía para crear un orden social alternativo (por ejemplo, la socialización de los medios de producción a través de la acción directa: Korsch, 1919). Para algunos, socialización significa autogestión democrática del lugar de trabajo, para otros significa planificación económica central por parte de una oficina de ingenieros sociales. Pero, ¿cómo puede una palabra tener significados tan diferentes al mismo tiempo sin colapsar en sí misma? Para acercarnos a una respuesta a esta pregunta, tenemos que echar un vistazo a los debates históricos y a las circunstancias en que tuvieron lugar.
Teóricos de la socialización
La exigencia de una transformación económica bajo el lema de la socialización se hace más concreta cuando se examinan las publicaciones (por ejemplo, artículos, libros, discursos, folletos) de los años 1918 a 1921 sobre la socialización. Lo que todos estos textos tienen en común es que contienen un plan para el futuro orden económico y la forma de llegar a él, a saber, una transformación de las relaciones de propiedad entre trabajadores y propietarios, sociedad y Estado, que debería hacer que la economía fuera más productiva, más democrática, más eficiente o más justa (aunque no todos los aspectos eran igual de importantes). Para ilustrar la apertura, ambigüedad y dificultad de formular un concepto coherente de socialización (en el sentido de la transformación social de las relaciones de producción y propiedad), la siguiente sección presenta una selección de teóricos de la socialización y sus posturas. Empecemos con Korsch.
En 1912, este abogado socialista y filósofo marxista argumentó que la “socialización de los medios de producción” era una fórmula vacía (Korsch, 1912). Advirtió que, si los socialistas llegaban alguna vez al poder, estarían irremediablemente perdidos porque carecían de un programa concreto para el socialismo. Y eso es exactamente lo que ocurrió en 1918. En su ensayo de 1919 intentó desarrollar una teoría básica de la socialización que combinaba las ventajas de la socialización descendente y ascendente en una forma que denominó “autonomía industrial” (Korsch, 1919, p. 27). En sus escritos, se centró en los consejos como elemento mediador entre el control de los trabajadores desde abajo y la planificación económica desde arriba. Korsch, que desempeñó un importante papel intelectual en el desarrollo inicial del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, sobre todo en relación con Félix Weil, desarrolló sus ideas sobre la socialización en respuesta a Otto Bauer (Blumenfeld, 2023b).
El presidente del Partido Socialdemócrata Austríaco, Otto Bauer, escribió en 1919 La vía al socialismo, en el que exponía sus planes de socialización (Bauer, 1919). Este texto fue ampliamente difundido y leído en Alemania y Austria. Contenía una teoría de socialización diferenciada para distintos sectores a distintas velocidades, empezando por las industrias maduras, en las que la propiedad y la gestión de las empresas, la tierra, la vivienda y los bancos se transferirían a un organismo formado por un número igual de representantes de los productores, los consumidores y el Estado.
A diferencia de Bauer, pero utilizando la misma terminología, el industrial y ministro de Asuntos Exteriores de Weimar Walther Rathenau esbozó una visión industrial utópica de la socialización como la construcción de una “nueva sociedad” y una “nueva economía” a través de la mejora intelectual y social, restringiendo los derechos de herencia y organizando la economía en instituciones conjuntas de empleados y empresarios (Rathenau, 1917, 1918, 1919a, 1919b, 1919c). Esta era una versión más corporativista de la socialización, destinada a reunir a empleados y empresarios para negociar intereses directamente por el bien de la sociedad en su conjunto. Rathenau creía que había llegado el momento de una nueva sociedad, una nueva economía, un nuevo mundo; pero este utopismo llegó a un abrupto final con su asesinato en 1922.
El historiador económico, filósofo y jefe de la Oficina de Planificación Económica Central durante la República Soviética de Múnich en abril de 1919, Otto Neurath, pronunció numerosos discursos sobre la socialización dirigidos a los trabajadores en 1919, algunos de los cuales se recopilaron y distribuyeron ampliamente como folletos (Neurath 1919a, 1919b, 1919c, 1919d, 1920-1921). Como figura clave en el debate sobre la socialización (así como en el debate sobre el cálculo socialista y en el Círculo de Viena), Neurath abogó por una socialización completa de la economía: con varias oficinas de planificación en diferentes niveles de la sociedad, debía crearse un sistema de cálculo en especie (in natura) sin dinero, que estaría diseñado para satisfacer la inconmensurable diversidad de las necesidades humanas. En una conferencia a los trabajadores en 1919, titulada Naturaleza y camino de la socialización, expuso explícitamente su idea:
Una socialización de los medios de producción aboliría el orden antieconómico tradicional, así como la distribución tradicional de la renta y del nivel de vida. Socializar una economía significa conducirla hacia una administración planificada por y para la sociedad. La socialización presupone la realización de un plan económico por uno u otro órgano central decisivo […] [E]n el sentido propio de la palabra, sólo se puede hablar de socialización de la economía en su conjunto, es decir, de su transformación planificada. (Neurath, 1919b, pp. 3-5)
La idea clave es la planificación de la sociedad por la sociedad; es decir, no por expertos, sino por la propia sociedad. Este núcleo de transformación democrática debería permitir repensar la socialización como el desarrollo, el descubrimiento y la satisfacción colectivos de las necesidades. A continuación, en su texto de 1920 “Un sistema de socialización”, expuso las condiciones para el éxito de los planes de socialización, que incluían diversos criterios, como la satisfacción de las necesidades, la distribución de los bienes, la organización de la producción y la gestión de las crisis ecológicas y económicas (Neurath, 1920-1921, p. 48). Curiosamente, no se centró en la cuestión de la propiedad. La economía debía gestionarse para satisfacer las necesidades según un plan (o varios planes), pero quién poseía qué y cómo era de importancia secundaria.
En contra de la visión de Neurath de la socialización total estaba Karl Kautsky, el principal intelectual de la Segunda Internacional. Abogaba por una transición gradual hacia una economía socialista, en la que sólo se socializaran los sectores clave cuando estuvieran suficientemente maduros. Frente a Neurath, mantenía la necesidad de una economía monetaria y se oponía a la socialización completa. Para Kautsky, la socialización de la producción inauguraría “una nueva era en la historia de la humanidad”, que “no puede llevarse a cabo en un abrir y cerrar de ojos, sino sólo gradualmente y tras un cuidadoso examen de las condiciones reales y la preparación del nuevo orden” (Kautsky, 1919). Según él, cualquier otra medida, como la expropiación sin indemnización o un cambio demasiado rápido de las relaciones de propiedad, podría conducir a la catástrofe.
El político y teórico socialista Eduard Bernstein, famoso por su teoría parlamentaria de la transición socialista, abogaba por una socialización gradual sin expropiación mediante la democratización del lugar de trabajo, la política social y el derecho público. En uno de sus escritos más importantes sobre este tema, declaró que “la principal preocupación en la socialización es que pongamos la producción y la vida económica bajo el control del público en general” (Bernstein, 1918). Pero lograr esto es tarea de la reforma social, no de la nacionalización.
A diferencia de Bernstein, la revolucionaria Rosa Luxemburg sostenía que la socialización presuponía la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, que debía comenzar por la industria y la agricultura. En su programa de la Liga Espartaquista para el KPD, escribió que “incluso la reorganización radical de la economía sólo puede consumarse como un proceso llevado a cabo por la acción de masas del proletariado. En la socialización, los desnudos decretos de los más altos organismos revolucionarios son solo palabras vacías. Solo la acción de los trabajadores puede hacer carne la palabra” (Luxemburg, 1918). Sin embargo, el intento de lograrlo con un levantamiento en enero de 1919 fue aplastado y fracasó, y con él las esperanzas de socialización revolucionaria.
En contraste con el planteamiento de Luxemburg, Rudolf Hilferding, teórico socialista y ministro de Finanzas del Sozialdemokratischen Partei Deutschlands (SPD), se pronunció en contra de la socialización inmediata, ya que primero había que construir la economía para evitar su colapso. La única industria suficientemente madura era la del carbón, ya que se trataba de un sector clave, monopolístico y no consumible. Para Hilferding –como para algunos otros– el criterio decisivo para la socialización de una industria era si estaba suficientemente madura. Pero, ¿qué significa decir que algo está maduro para la socialización? Para responder esta pregunta, hay que diferenciar según el tipo de bien. En un discurso pronunciado en Berlín en 1918, Hilferding expuso las condiciones en las que consideraba que las industrias estaban maduras para la socialización:
La socialización sólo puede significar que el conjunto de la producción se transfiera gradualmente a la colectividad para que esté a su disposición. ¿Qué ramas de la industria deben ir primero? Si nos preguntamos qué ramas están maduras para la socialización, podemos responder que están maduras si (1) proporcionan artículos de consumo masivo (2) se encuentran en un alto nivel de concentración técnica y económica, y (3) son de gran importancia económica debido al tipo de mercancías que producen. Todas estas condiciones se cumplen en la industria minera, incluida la extracción de carbón, hierro y potasio del subsuelo, y las fases iniciales de la fabricación de hierro. (Hilferding, 2018, pp. 461-462)
Es interesante observar que la primera industria que estaba madura para su socialización en tiempos de crisis económica –la industria del carbón– es ahora una de las primeras industrias maduras para su desmantelamiento en tiempos de crisis ecológica. Las campañas actuales en Alemania para la expropiación y socialización del sector energético por razones de protección del clima (para lograr una descarbonización efectiva) son muy diferentes de las razones mencionadas por Hilferding, y sin embargo ambas toman como punto de partida las mismas industrias: materias primas esenciales de la producción industrial (Blumenfeld, 2022, 2023a, 2024).
Quizá el teórico de la socialización más conservador fue el ministro de Economía del SPD, August Müller, que se pronunció en contra de cualquier tipo de socialización radical. La revolución alemana fue una revolución sin revolucionarios, afirmaba Müller, sin grandes espíritus, figuras, héroes o nuevas ideas. El socialismo significaba democracia social, no socialización. Sólo en tiempos de abundancia podía tener lugar una transformación económica; en tiempos de crisis no debía ocurrir nada parecido, pues de lo contrario se produciría una catástrofe. La principal tarea de cualquier socialización genuina, si queremos usar esta palabra, es convertir “al actual empresario capitalista en un agente socialmente responsable de la colectividad” (Müller, 1919, p. 97).
En el Ministerio de Economía, Rudolf Wissell y Wichard von Moellendorf desarrollaron uno de los planes de socialización más serios, la Gebundene Planwirtschaft o simplemente “economía planificada”, en la que grupos de interés organizados de empresarios y empleados trabajarían juntos para gestionar la economía. Wissell expuso su teoría de la socialización en un artículo publicado en octubre de 1919 en el que, como muchos otros en aquella época, hacía hincapié en la necesidad de sustituir el anárquico mercado privado por una nueva economía comunal basada en negociaciones directas entre productores y consumidores. “Debemos llegar a una organización conscientemente planificada de la producción social”, escribió. Así pues, estos planes no difieren mucho de los de Neurath, Kautsky y Hilferding, que veían la socialización como un cambio en la totalidad de las relaciones económicas. Más allá de esto, sin embargo, Wissell argumentaba que la socialización requería una legislación que apuntalara el deber moral de integrar los intereses individuales en el conjunto económico: “La economía ya no debe ser meramente un medio para el mantenimiento y el progreso del individuo, debe convertirse en un deber social del individuo hacia el conjunto. Para ello, la legislación debe mostrar el camino y establecer los principios fundamentales” (Wissell, 1919, p. 4). Pero, ¿cómo debe funcionar? “Esto sólo es posible con una integración planificada de la economía privada en la economía pública alemana [Gemeinwirtschaft], una subordinación del principio económico privado del individuo a las exigencias de la economía general” (Wissell, 1919, p. 4). Esto suena muy amenazador al principio, como si el Estado tuviera un poder totalitario sobre los individuos y los grupos. Sin embargo, Wissell sostenía que la socialización planificada, como también afirmaba Korsch, debía organizarse desde abajo, “mediante el establecimiento planificado de órganos de autogobierno en cada uno de los grupos económicos. Éstos deben crearse de abajo arriba en las empresas individuales y en los grupos de empresas, y deben estar estrechamente entrelazados para que se conviertan en una encarnación de la economía en su conjunto” (Wissell, 1919, pp. 4-5). Además, este nuevo orden económico, que debía “surgir de las necesidades de la vida” (Wissell, 1919, p. 5), debía implicar la transferencia de la propiedad de las fábricas individuales o de las ramas de la industria a un organismo mayor; sin embargo, esto era secundario con respecto a la tarea principal de socializar la economía en su conjunto, lo que significaba que los productores y los consumidores participarían por igual en la gestión de la economía.
Sin embargo, esta visión de la socialización, que Wissell y Möllendorf consideraban moderada y con la que querían atraer tanto a los socialdemócratas de izquierdas como a los de derechas, fue condenada desde todos los frentes y, en consecuencia, no tuvo éxito.
Otras dos voces del debate sobre la socialización adoptaron posturas casi opuestas y, por tanto, también son adecuadas como paradigmas de la ambigüedad del término. Por un lado, Eduard Heimann, miembro del SPD y secretario de la Comisión de Socialización, defendía una socialización estricta, en la que los productores controlaran sus propias condiciones de trabajo, pero los empresarios expertos debían supervisar las finanzas, las inversiones y la distribución. Según una interpretación, Heimann entendía “el socialismo como un conjunto de medidas que estaba más dirigido a lograr la eficiencia económica de la economía que a la redistribución de la renta” (Backhaus y Backhaus, 2019, p. 65). En el otro bando estaba Richard Müller, miembro del
Unabhängigen Sozialdemokratischen Partei Deutschlands/USPD y portavoz de los Delegados Sindicales Revolucionarios. Entendía la socialización como la transferencia de la propiedad de los medios de producción a la sociedad. Un proceso que –según Müller– sólo podría lograrse mediante un sistema de consejos obreros en los que trabajadores, consumidores, científicos y planificadores trabajaran juntos para lograr una economía democrática desde abajo (Hoffrogge, 2018).
Félix Weil en el debate sobre la socialización
Félix Weil, el joven estudiante recién llegado de su experiencia revolucionaria en Frankfurt con los consejos de soldados y obreros, fue a estudiar con Robert Wilbrandt en 1919, el profesor socialista de la primera comisión de socialización. Allí Weil conoció a Korsch, que se convirtió en una figura clave en su desarrollo intelectual. Korsch y Wilbrandt trabajaban intensamente en 1919 teorizando el significado de la socialización como contenido práctico de la transición a la economía comunal socialista. El joven Weil adoptó este tema para su investigación, pero en lugar de aportar una propuesta práctica sobre lo que hay que hacer, decidió analizar el discurso, la ideología y la confusión sobre las diversas propuestas de socialización en sí. A diferencia de los cientos de debates sobre la socialización que circulan en salones, cervecerías, edificios gubernamentales, lugares de trabajo, casas particulares, periódicos, revistas, libros y comisiones, Weil no se limitó a declarar lo que cree que debe o no debe ser la socialización. Más bien, examina todo el campo discursivo, distinguiendo entre los diversos significados del concepto en uso, con el fin de averiguar qué es lo que se está debatiendo. Si en la opinión pública circulan diversas propuestas de socialización (de Wissell y Moellendorf, Rathenau, Kautsky o Neurath, por ejemplo), es necesario que existan algunos criterios básicos para juzgarlas, analizarlas y distinguirlas no sólo en función de sus planes concretos, sino también de sus objetivos, marcos y visiones implícitos.
El libro Socialización: intento de fundamentación conceptual junto con una crítica de los planes de socialización (Weil, 1921) presenta la primera discusión científica sobre la socialización. Muchas personas habían estado discutiendo la socialización utilizando diferentes significados del término de forma muy polémica, incoherente y partidista. Cada texto que aboga por la socialización es al mismo tiempo un texto que defiende una interpretación específica de lo que significa, una interpretación que no es en absoluto explícita ni clara. Ahora bien, para algunas personas, esto no es malo. Mantener cierta vaguedad conceptual sobre el concepto de socialización permite a quienes detentan el poder afirmar, por ejemplo, que la socialización se está produciendo de hecho. Porque, ¿cómo se sabe que no es así a menos que exista un significado comúnmente acordado del concepto? Los repetidos discursos políticos sobre la espera, la necesidad de paciencia, de reactivar primero la economía y de adoptar una visión a largo plazo de la socialización como proceso histórico, incluso la existencia de una comisión de socialización propiamente dicha, todo ello contribuye a la sensación de que algo está ocurriendo. Es decir, al igual que los conceptos de propiedad y contrato en diversos ámbitos sociales, existe cierta ambigüedad estratégica. Así pues, según Weil, antes de poder juzgar los diversos planes de socialización, necesitamos aclarar el concepto mismo. La estructura del libro es la siguiente:
Prefacio
Introducción: La ambigüedad de los términos en economía política ... §1
Primera Parte: El concepto de socialización: La socialización como tarea
A. Concepciones verbales y sustantivas … §2
B. La confusión conceptual y sus causas
I. Concepción verbal
a una época anterior a la Guerra Mundial … §3
b Guerra y Revolución … §4
II. Concepción sustantiva … §5
C. Intento de base conceptual
I. Características conceptuales de la socialización … §6
II. Resumen … §7
Segunda Parte: La implementación de la Socialización:
Crítica del Plan de Socialización
A Una supuesta socialización … §8
B Socialización real
I La socialización como objetivo … §9
II La socialización como medida de transición … §10
Conclusión: Lo Absurdo de la Derivación Exclusiva de los Planes de Socialización del mero concepto de Socialización … §11
Anexo
Tras exponer la confusión conceptual de la socialización como eslogan (“La palabra socialización está en boca de todos. Cuando dos personas discuten sobre ella, se suceden al menos tres interpretaciones”, Weil, 1921, p. 8), Weil distingue dos usos fundamentalmente distintos de la palabra: en primer lugar, la socialización como verbo que describe un proceso o actividad temporal (socializar); en segundo lugar, la socialización como sustantivo, que describe el contenido, la meta o el objetivo de la socialización, el estado de cosas que hay que tener (el objeto del verbo). El primero se refiere a la actividad de socialización y el segundo a la condición de socialización. El primero se denomina “verbal” y el segundo “sustantivo”. Después de exponer los diversos significados de la visión verbal y sustantiva de la socialización, antes y después de la guerra, Weil comienza a exponer lo que él considera los criterios básicos para que cualquier propuesta de socialización sea realmente una propuesta de socialización, y no otra cosa. Estos criterios, muy brevemente, son:
I. El establecimiento de una economía de las necesidades.
II. Organización del proceso económico como una economía comunal (democracia económica).
III. Asunción por la sociedad de todos los poderes individuales de disposición sobre los bienes materiales en el ámbito del proceso económico social: propiedad común.
IV. Extensión de las medidas anteriores a toda la vida económica de la sociedad.
V. Influencia consciente e intencionada sobre la vida económica individualista con el fin de instaurar el orden económico socialista.
Teniendo en cuenta estos criterios básicos, resumidos en el apartado §7, Weil procede a juzgar cuatro planes de socialización diferentes: dos de los cuales cumplen sus condiciones para ser propuestas de socialización en absoluto (Neurath, Bauer) y dos que no (Wissell y Moellendorf, Rathenau). A continuación, distingue los planes anteriores, que conciben la socialización como el objetivo intencionado de una transición económica al socialismo, de los que conciben la socialización como un mero conjunto de medidas transitorias, sin un fin real a la vista. Por último, concluye señalando las limitaciones de su propio estudio, ya que la socialización no puede deducirse a priori, sino que sólo puede surgir en la práctica. La tarea de su libro es despejar la confusión, no ofrecer un programa.
Fuentes de Weil
Tal vez una de las razones por las que el libro de Weil nunca fue realmente estudiado es que a veces resulta difícil encontrar sus propias palabras en él. Gran parte del libro está repleto de citas en bloque de cientos de autores, todos los cuales escriben sobre la socialización de diferentes maneras. He aquí algunas de las fuentes que cita: Müller, Schäffle, Kautsky, Bernstein, Korsch, Neurath, Luxemburg, Hilferding, Wilbrandt, Rathenau, Plenge, Ernst, Jellinek, Dernburg, Renner, Bauer, Neville, Ebert, Bebel, Vandervelde, Shaw, Dühring, Oppenheimer, Marx, Engels, Sombart, Fischer, Pohle, Wissell, Cunow, Lautkötter. Además, cita periódicos (Neue Zeit, Tageblatt, Vorwärts, Die Tat), cartas al autor (Korsch, Kautsky, Müller, Stampfer), actas de la Comisión de Socialización y proyectos de ley.
La mitad del libro de Weil es una historia conceptual, es decir, una historia del propio concepto de socialización y la genealogía de su uso actual como eslogan político. ¿De dónde procede el concepto? Weil rastrea el uso original de socialización en el sentido más pasivo (como Vergesellschaftung de los medios de producción) en Marx, Engels, Bebel, Bernstein, Kautsky y el programa de Erfurt. El cambio a la Sozialisierung tiene lugar primero con Dühring, Vandervelde y Südekum, antes de expandirse rápidamente por toda la sociedad. Una de las afirmaciones interesantes de Weil es que el uso de la palabra Sozialisierung en particular surge de una (re)traducción por parte de Südekum del libro francés del autor belga Vandervelde sobre el colectivismo. Vandervelde utiliza el francés socialisation como traducción de Vergesellschaftung, pero lo utiliza de un modo más activo que el que suele tomarse de Marx y Engels, por lo que Südekum lo retraduce a Sozialisierung, para denotar un sentido diferente:
A continuación, Weil incluye una carta de Südekum a sí mismo en la que afirma: “He evitado el término Vergesellschaftung del Programa de Erfurt, ya que me parecía que nos limitaría demasiado estrechamente”. A continuación, Weil muestra la confusión del propio Südekum, ya que Vandervelde también utiliza la palabra francesa de forma incoherente. Tratando de averiguar la diferencia entre los usos de ambas palabras en su presente (1920), Weil pregunta a Korsch, y publica su respuesta:
La diferencia conceptual entre “Sozialisierung” y “Vergesellschaftung” me parece doble. En primer lugar, “Sozialisierung” expresa Vergesellschaftung en el sentido de socialismo (en contraste con las ideas socialistas de Estado). En segundo lugar, “Sozialisierung” tiene un significado más activo que “Vergesellschaftung”. Esta última significa más el proceso marxista, la primera más nuestra acción intencionada. (Weil, 1921, pp. 15-16)
Para Weil, que adopta aquí la respuesta de Korsch, Sozialisierung denota la actividad consciente de los seres humanos que toman el control de la economía, mientras que Vergesellschaftung se refiere al proceso (“marxista”) por el que la economía se socializa gradualmente mediante el desarrollo de las fuerzas de producción. Además, el objetivo socialista de la Sozialisierung se distingue del “socialismo de Estado” bismarckiano y de sus políticas de bienestar social, implícitamente conservadoras y destinadas a conjurar cualquier transformación socialista.
Además de la evolución de Vergesellschaftung a Sozialisierung, Weil también abarca el uso del concepto de socialización durante la época de las leyes antisocialistas y en los escritos de los fabianos, que ejercieron una gran influencia en muchos teóricos socialistas, incluido el propio Korsch. A continuación, Weil rastrea el resurgimiento del concepto tras la Primera Guerra Mundial como parte de las reivindicaciones revolucionarias de la clase obrera, un fenómeno ligado, por un lado, a la experiencia de la planificación económica en la guerra y, por otro, a la llegada al poder de los socialdemócratas con un programa que abogaba explícitamente por la socialización (aunque sin planes concretos). August Müller describe el cambio de significado de la palabra desde el punto de vista de un socialdemócrata conservador:
Hoy se habla y se escribe no sólo de socialización, sino que se utiliza también la palabra de actividad: sozialisieren. En la literatura anterior no se encuentra el verbo socializar. A los socialistas que seguían las enseñanzas de Marx y Engels no se les ocurrió que era posible socializar, porque se guiaban por la idea de que lo que es necesario por naturaleza no hay que hacerlo, ni se puede hacer... Con la revolución se popularizó la demanda de socialización, pero al mismo tiempo cambió el significado del término. Ahora se trata de socializar, es decir, el proceso socialista de desarrollo debe ser sustituido por la organización socialista de la sociedad de forma precipitada (citado por Weil, 1921, p. 29)
Weil presenta así un análisis lingüístico de los diversos usos de la palabra socialización a lo largo del tiempo por diferentes autores, y de cómo ello afecta los debates entre Korsch vs. Bernstein, o Neurath vs. Kautsky, por ejemplo. Lo que muestra es que estas figuras rara vez discuten sobre el fondo de las teorías de los demás, sino que proponen planes alternativos que presuponen concepciones de la socialización totalmente diferentes, de modo que apenas hay puntos en común entre muchos de ellos más allá de la idea mínima de una reforma económica por el bien de la sociedad.
En resumen, Weil desarrolla lo que yo llamaría una crítica inmanente del discurso de la socialización, mostrando cómo los usos del concepto revelan sus límites, lagunas y contradicciones en la práctica. La tarea del teórico crítico consiste entonces en explicitarlas y criticarlas, pero no en el vacío. Más bien, se trata de criticarlos con el fin de afinarlos para un mejor uso, para redimir el fracaso del pasado, y liberar los potenciales oscurecidos en el mismo. Se trata de una forma de teoría protocrítica, de investigación proto-social en el sentido de investigación crítica del socialismo como socialización, sus objetivos, medios y límites, en relación con la economía, el Estado y la ideología. Para hacerse una idea de los tipos de pensamiento crítico y de investigación científica social marxista que surgieron en los años 20 y 30 con el Instituto de Investigación Social, hay que fijarse en la contribución original de Weil al debate sobre la socialización. Para ver un ejemplo de esto, he hecho un gráfico que presenta algunos elementos de Weil para comprender las variedades de la socialización:
Distinciones de la socialización
VERBAL SUSTANTIVO ALCANCE
Pasivo Social (Política) Parcial
Activo Socialista Total
Corporativista
Verbalmente, están los viejos marxistas (como Bernstein), que promueven la socialización pasiva a través del desarrollo económico, y los jóvenes marxistas (como Luxemburg) que promueven la socialización activa (a través de la intervención política). Sustancialmente, el objetivo final de la socialización puede distinguirse de tres maneras: como política social (Bernstein), como economía socialista (Kautsky) o como organización corporativista de la sociedad (Rathenau). En cuanto al alcance: Weil distingue entre los planes que pretenden socializar sólo determinadas industrias y sectores y los que pretenden remodelar la economía en su conjunto (Neurath). ¿Qué es la “socialización total”?
En el sentido propio de la palabra, sólo se puede hablar de socialización de la economía en su conjunto, es decir, de su transformación planificada. Sería engañoso decir que una fábrica individual ha sido “socializada” porque sus trabajadores han tomado posesión de ella o que una mina ha sido “socializada” porque ha sido nacionalizada, si al mismo tiempo toda la economía no se dirige según un plan, sino que continúa todo el viejo caos de producción y distribución. Los cambios en las relaciones de propiedad, la nacionalización, la apropiación a través de los consejos obreros sólo pueden llamarse socialización como medios de una configuración planificada de la economía. ¿Cómo podría un consejo obrero individual o una sociedad de producción individual avalar el carácter planificado de la economía en su conjunto? (Neurath, 1919b, p. 5)
Weil comparte esta visión de la socialización:
La socialización o es “socialización total” –es decir, se extiende a toda la economía– o no es socialización. Por supuesto, cuando la socialización se lleva a cabo, también comienza con una rama de la industria, pero es algo diferente si una sola rama de la industria se “socializa” por sí misma o si es una pieza de un proceso complejo desde el principio, es decir, si las ramas de la economía relacionadas con ella son inmediatamente tomadas por la acción y así, extendiéndose cada vez más, se organiza la economía de las necesidades. (Weil, 1921, p. 76)
Pero no está de acuerdo con Neurath en que tal plan económico pueda simplemente legislarse sin cambiar antes el orden político-económico. La socialización es tanto el proceso democrático activo de transformación de la economía como el nombre de la nueva economía. La solución correcta para Weil es, por tanto, socialización total, activa y socialista:
El concepto de socialización que parece ser el fundamental: verbalmente, el de influencia “activa”, y sustantivamente, el que considera la economía social como el objeto de la socialización y el “socialismo” como su meta. (Weil, 1921, p. 50)
Socialización significa, pues, crear una economía socialista, de forma activa y consciente. Pero, ¿qué es el socialismo? Para Weil, la economía socialista aúna planificación y democracia.
Estado, economía y democracia
En la economía socialista, sin embargo, ya no hay monopolios estatales, ni impuestos, ni creación de dinero a partir de intereses fiscales, ni “poderes” económicos, sino que la economía estatal es economía política, y la economía política, economía estatal. El “Estado” es aquí simplemente la forma jurídica de organización de la sociedad económica. (Weil, 1921, p. 56)
La socialización de Weil no es una nacionalización. Más bien, citando a Marx, Lenin y Wilbrandt, afirma que “la socialización no es una nacionalización, sino una desnacionalización, pues cuando se habla de «nacionalización» se presupone la existencia y preservación del «Estado» actual” (Weil, 1921, p. 61). Para Weil, el Estado se transforma en un poder puramente administrativo, por lo que ya no es un Estado en el sentido en que lo conocemos.
Según Weil, la socialización como creación de la economía comunal, la propiedad común y un plan económico requiere la democratización en el sentido de que la clase obrera debe participar directamente en la gestión, el control y la planificación de la producción.
La transferencia de los medios de producción a la propiedad común sin una democratización simultánea sólo representaría un cambio de patrón para el trabajador (Korsch: “capitalismo de consumo”). La propiedad común debe hacerse de algún modo tangible y visible para el trabajador; debe salir de la forma abstracta de la ideología para entrar en lo concreto de la realidad: cada trabajador debe participar de algún modo directamente en el control de esta propiedad común. (Weil, 1921, p. 67)
Para Weil, el socialismo sin democratización es una pseudosocialización, al igual que la libertad proclamada por la filosofía alemana es una pseudolibertad:
Un “socialismo” sin democratización no sería socialismo, del mismo modo que la libertad “alemana” o “verdadera”, que “toma la ley en su voluntad” es algo maravilloso y hermoso, pero no libertad. (Korsch, citado por Weil, 1921, p. 69)
Tras exponer el argumento de su fundamento conceptual de la socialización (§6), resume los puntos clave en el §7 (Weil, 1921, p. 84). La socialización, según él, debe incluir:
I. El establecimiento de la economía de las necesidades, es decir, la determinación colectiva unificada de las necesidades sociales como base del proceso económico.
II. Organización del proceso económico como una economía común, es decir, deber y derecho de cada miembro de la sociedad a participar activamente en el proceso económico según sus capacidades; eliminación de todos los privilegios y desventajas sociales “inmerecidos”; subordinación voluntaria a líderes responsables autoelegidos (democracia económica).
III. Asunción por la sociedad de todos los poderes individuales de disposición (ya sean de propiedad privada o colectiva) sobre los bienes materiales en el ámbito del proceso económico social: propiedad común.
IV. Extensión de las medidas anteriores a toda la vida económica de la sociedad: totalidad; absurdo conceptual de cualquier socialización parcial.
V. Influencia consciente e intencionada sobre la vida económica individualista para lograr el orden económico socialista: actividad; si es necesario, sustitución obligatoria de la lucha por ventajas económicas especiales (competencia, lucha de todos contra todos) por la “ayuda mutua”.
Juzgar los planes de socialización
Finalmente, después de establecer las condiciones para un concepto adecuado de socialización, pasa a juzgar los planes de socialización reales de acuerdo con él.
En primer lugar, juzga aquellos planes que no se ajustan a su concepto (específicamente el de Wissell y Moellendorf y el de Rathenau). Estos planes mantienen la propiedad privada en los medios de producción, pero siguen pensando que podrían evitar todas las crisis del capitalismo. Estos planes, según Weil, sólo refuerzan el capitalismo, permitiendo a las élites y propietarios defenderse aún más y sabotear cualquier plan de socialización. Para Weil, un “error fundamental de todos los actuales planes [de socialización]” es que “se basan en la actual división político-histórica del territorio económico” (Weil, 1921, p. 95). Para llevar a cabo la socialización es necesario romper las divisiones económicas existentes. Mientras que los planes de Rathenau y Wissell-Moellendorf eran corporativistas, y hacían hincapié en el fin del conflicto de clases, mezclando el mercado y la planificación, el plan Neurath-Kranald-Schummann era socialista, y suponía la socialización total de la economía, sin mercados ni dinero.
En segundo lugar, juzga aquellos planes que se ajustan al concepto (específicamente el de Bauer y el de Neurath). El requisito previo de la socialización según el plan Neurath-Kranald-Schumann “es el establecimiento de un plan económico global y la creación de una oficina central económica que lo regule todo” (Neurath, citado por Weil, 1921, p. 92). Para Weil, el “principal error” de Neurath es que este requisito previo “sólo puede ser un resultado final del desarrollo orgánico de la economía una vez modificada su estructura” (Weil, 1921, p. 92). Neurath, según Weil,
quiere iniciar la socialización con la elaboración de un plan económico. El plan económico, es decir, la producción social planificada de bienes, es un elemento del Estado socialista, de la meta y el fin de la socialización: primero deben cumplirse los requisitos previos, la economía debe reorganizarse según determinados aspectos, antes de que pueda procederse a la elaboración de un plan económico. (Weil, 1921, p. 92)
En otras palabras, Neurath toma como requisito previo para la socialización lo que sólo puede ser un resultado final. En su crítica posterior de 1926 a Neurath, Weil le reprocha no que se centre en el socialismo sin mercado, sino que lo cubra de declaraciones moralistas y no desarrolle los métodos concretos que deben emplearse en la planificación económica (Weil, 1926, p. 457). En resumen, la socialización total de Neurath no es suficientemente completa.
Uno de los principales argumentos a favor de la visión reformista, parcialmente cautelosa y gradual de la socialización era que la economía había quedado destruida por la guerra y que, por tanto, Alemania y Austria debían primero reiniciar la producción a escala masiva, para alimentar a todo el mundo, y pagar también las reparaciones. Se afirmaba que el proceso de socialización sólo podía comenzar una vez conseguido esto. Para Weil, este argumento no funciona. Ya que, como afirma Weil, “si el socialismo, que todos los socialistas sin excepción sostienen, es realmente una forma superior de economía, entonces debería al menos ser capaz de llevar a cabo la reconstrucción de la propia economía” (Weil, 1921, pp. 81-82). Dado el argumento de la eficiencia funcional de la socialización como creadora de una economía más racional, no hay razón para esperar. Más bien, si uno compra el argumento reformista, entonces cada vez que la economía socialista tuviera una crisis, necesitaría volver automáticamente al capitalismo para sobrevivir (Weil, 1921, p. 82). Así pues, la socialización no debe ser parcial ni gradual, so pena de ser derrotada. Para Weil, la promesa del camino evolutivo hacia el socialismo parece alejarse continuamente cada vez que el horizonte de la revolución parece acercarse:
En resumen, la emergencia gradual del socialismo dentro del orden económico actual, el imperceptible “crecimiento hacia” el socialismo sólo es posible mientras suceda imperceptiblemente para el capital, mientras el objetivo final de los revisionistas, la “expropiación de los expropiadores” parezca encontrarse en una imprevisible lejanía. A partir del momento en que la consecución de este objetivo se ha acercado –y sin un “salto y un giro radical” (Korsch) la evolución no conduce finalmente al objetivo–, es decir, a partir del momento en que la “revolución” revisionista “abierta” está en proceso de ser “expropiada” (Korsch), la evolución no conduce al objetivo. Es decir, en el momento en que el socialismo “en ciernes” amenaza la savia del capital, la “plusvalía”, la energía del empresario y el valor para asumir riesgos menguan en el área económica en peligro; se produce la huida del capital hacia áreas en las que aún no cree que será superado por el peligro de expropiación, y con ello el colapso de la economía, pero no el deslizamiento suave e imperceptible hacia el Estado socialista, como sueñan los reformistas. (Weil, 1921, p. 82)
Conclusión
Weil concluye su libro advirtiendo contra “lo absurdo de la derivación exclusiva de los planes de socialización del mero concepto de socialización” (Weil, 1921, p. 99). Curiosamente, esto es exactamente lo que Klaus Novy acusa a Weil de hacer en su libro (Novy, 1978, p.120). Weil respondería que él no ha deducido ningún plan de socialización, sino que ha mostrado lo inadecuado de juzgar los planes de socialización sin una visión o concepto claro de lo que ella significa. En otras palabras, los planes de socialización no pueden deducirse a priori de una mera definición, pero tampoco deben contradecir la definición así lograda.
Aunque la socialización en Alemania tras la revolución de noviembre de 1918 fracasó en la práctica, sí logró crear una base jurídica, un fundamento teórico y un precedente histórico para ciertos avances clave durante el siglo siguiente, entre ellos: artículos sobre la socialización en la Constitución de Weimar de 1919 y en la Grundgesetz alemana de 1949, políticas de cogestión y consejos de fábrica, intentos de socialización de la minería del carbón tras la Segunda Guerra Mundial, luchas recientes por la socialización de la vivienda y la energía. En conclusión, el fracaso de la socialización exige una teoría crítica de la sociedad para pasar de la crítica del capitalismo a una teoría de la transición al socialismo. Como escribe Weil, prefigurando el desarrollo de su propio instituto de investigación social: “Sin nuestro propio trabajo práctico de pensamiento, podremos salir del capitalismo, pero no entrar en el socialismo” (Weil, 1921, p. 99).
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1. Sobre la cuestión de cómo la socialización permitió a las élites burguesas estabilizarse en tiempos de crisis, véase Maier (1975, p. 143): “La socialización como mejora de la productividad para la comunidad podría ser digna en abstracto. Sin embargo, seguía siendo un objetivo que probablemente acabaría reforzando las jerarquías tradicionales del capitalismo”. Todas las traducciones son mías.
2. En alemán, hay dos palabras para designar la socialización, Vergesellschaftung y Sozialisierung, que muchos utilizaban como sinónimos en aquella época. Sin embargo, hubo autores que vieron una clara diferencia entre ambos términos. Félix Weil, fundador del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, escribió en 1921 una tesis titulada Sozialisierung, en la que, entre otras cosas, trazaba la historia de la traducción de la palabra sozialisierung. Siguiendo a Korsch, sostiene entonces que el término Sozialisierung hace referencia a un proceso más activo, mientras que Vergesellschaftung se refiere a uno más pasivo. Aunque esto permite una distinción analítica, sigue siendo cuestionable que los términos se utilizaran realmente de este modo. Véase Weil (1921).