Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 25
septiembre 2024 - febrero 2025
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

A 50 años de la Revolución de los Claveles: de África a Lisboa, rasgos de una revolución ultramoderna

INTERVENCIONES


Raquel Varela y Roberto della Santa

Universidade Nova de Lisboa Universidade Aberta de Lisboa
Lisboa, Portugal Lisboa, Portugal
raquel_cardeira_varela@yahoo.co.uk beto.dellasanta@gmail.com
ORCID: 0000-0001-6121-1379 ORCID: 0000-0001-7364-3267

Resumen: La historia de la Revolución de Abril no deja de ser la apabullante y multitudinaria experiencia vivida por las masas en Portugal, cuando patearon el tablero de la política, de la economía y de la cultura como un todo. Se trata de la más crucial revolución europea de la segunda posguerra. En el bienio 1974-1975, el país, inmovilizado por la dictadura fascista por más de 40 años, se convirtió en un lugar tan efervescente como imaginativo, donde millones participaron, activa y conscientemente, en la poiesis social de un nuevo modo de vida, extensamente igualitario y profundamente libre. La “contrarrevolución democrática” que siguió intenta borrar de la escena que los anhelos de los de abajo pueden ser más que espectros políticos, y que la historia no la hacen los Estados o los gobiernos, sino las clases y sus movimientos.

Palabras clave: Revolución Portuguesa – Usos públicos del pasado – Prefiguración

Abstract: The History of April continues to be the overwhelming and multitudinary experience of the masses in Portugal when they turned the tide of politics, economy, and culture as a whole. This is the most crucial European revolution of the second post-war period. In the biennium of 1974-1975, the country, passivized by the fascist dictatorship for more than 40 years, became a place as effervescent as it was imaginative, where millions, actively and consciously, participated in the social poiesis of a new way of life, widely egalitarian and profoundly free. The “democratic counterrevolution” that followed attempted to expunge from the scene that the desires of those from bellow can be more than political spectrums, and that history is not made by States or governments, but, by classes and its movements.

Keywords: Portuguese Revolution – Public Uses of the Past – Political Prefiguration.

Recepción: 8 de abril de 2024. Aceptación: 5 de junio de 2024.

* * *

La revolución portuguesa fue, como vamos a demostrar aquí, la revolución social más importante en la Europa de la posguerra hasta el día de hoy. La llamada Revolución de los Claveles comenzó principalmente en África, en 1961, justamente con las revoluciones anticoloniales (Paço, 2020). Su punto de partida fue la masacre de la huelga de trabajadores forzosos africanos en Cotonang (se estima en más de 5.000 muertos), a la que siguió la masacre de la União Povos de Angola (UPA) y el levantamiento del Movimento Popular de Libertação de Angola (MPLA) en las prisiones coloniales. Aun así –al conmemorarse los 50 años de esta última– está lejos de ser el proceso revolucionario más conocido o debatido, ya sea en el imaginario popular o en la memoria colectiva, en las asignaturas académicas, de teoría de la historia y/o historia de la revolución, o en los campus. Este ensayo no trae solución a cuestiones tan candentes, pero las plantea como preguntas.

Río arriba, décadas de trabajos forzados por parte del imperio portugués y décadas de resistencia en Mozambique, Angola, Santo Tomé, Guinea y Cabo Verde. Aguas abajo, la revolución social de posguerra más radical de Europa, con la democracia participativa más amplia, a través de comités de trabajadores, de vivienda y, más tarde, a partir de 1975, comités autoorganizados de soldados.1 Si el 25 de abril empieza en África, no acaba en Lisboa, va más allá.

La influencia de la Revolución de los Claveles en la caída de la dictadura de los coroneles en Grecia, en el fin del franquismo en España y, posteriormente, la influencia de la llamada “contrarrevolución democrática”, el modelo de pacto social entre capital y trabajo (después del golpe fallido del 25 de noviembre de 1975), se exportará a través de la “Doctrina Carter”, que promovió el fin de las dictaduras empresarial-militares en América Latina en los años 1980. Se trató de una revolución contemporánea que combinaba trabajo forzoso y libre, hombres y mujeres, militares y civiles, europeos y africanos, trabajo manual e intelectual, campo y ciudad, y que revinculó –como nunca antes en la historia de Portugal– al país con un nuevo lugar en el sistema-mundo, de carácter sobre todo universal y radicalmente humanista.

Los diecinueve meses de la Revolución de los Claveles, en la que tanta gente decidió tantas cosas, son un ejemplo de prefiguración en curso, es decir, de raíz, una poiesis social de cómo se imaginó y llevó a cabo la transformación del país y de las personas que transformaron el país. Se trata, por tanto, de unas de las revoluciones sociales más importantes del siglo XX, y seguramente de Europa, desde 1945 hasta hoy.

Reducir la Revolución de los Claveles –en su 50 aniversario– a un golpe militar exitoso, el del 25 de abril de 1974, o a un supuesto “caos” del PREC (Proceso Revolucionario en Curso, el acrónimo del proceso revolucionario en Portugal), es parte de la ideología y del imaginario de la desesperanza y la desorganización. La revolución no se trató de un evento político –el pronunciamiento militar–, sino de todo un proceso histórico de diecinueve meses, gestado durante trece años, donde existió una democracia participativa en el ámbito laboral, con poder dual, contra el Estado y las clases dominantes, en un país en el que nunca había existido como tal para la mayoría.

Fue una revolución ultramoderna en una formación social hipertardía: combinó la revolución anticolonial en África con la revolución antidictatorial en Portugal, revolución política con revolución social; la voluntad de los trabajadores manuales con la razón de los trabajadores intelectuales; proletarios y campesinos. Se trató de una revolución social más bien típica, por lo tanto del siglo XXI, como argumentaba Paul Sweezy (1975).

El capitalismo portugués también se basó en el trabajo forzoso hasta 1974, pero, al mismo tiempo, los trabajadores forzosos africanos fueron la base social y política de las victoriosas revoluciones anticoloniales en Angola, Guinea y Mozambique (1961-1974), que condujeron al colapso del régimen político en abril de 1974: ¿la astucia de la historia en acción, como diría Hegel?

“La gente común pasó a sentir necesidades que antes ni sabía que las tenía”

La imagen es algo provocativa (Varela y Della Santa, 2023).2 Un obrero ibérico, con un cigarrillo en la boca y el torso desnudo, con un haz de obras en las manos, destroza una pared que se abre, los escombros caen por el suelo y la luz solar, finalmente, entra. Directamente –desde el Archivo de la División Outurela-Portela del Servicio Local de Apoyo Ambulatorio, SAAL (Bandeirinha, 2007)–, todo un programa estatal nuevo de construcción de viviendas, que surgió después de la Revolución de Abril. La fotografía se revela lentamente a su público. El fotógrafo, detrás del muro que se está derribando, encuadra los contornos de la grieta recién abierta en la propria moldura del fotograma. El responsable de la demolición se queda imperturbable ante el click disruptivo de la cámara.

¿Pero qué esconde la destrucción? En Barronhos, un barrio pobre a 3 kilómetros de las casas de verano de la burguesía media lisboeta, junto a la desembocadura del Río Tajo, no había agua, ni escuela, ni médicos. Ni siquiera había paredes. Las tiendas estaban cubiertas con madera y escombros de construcción, porque si la Guardia Nacional Republicana descubría paredes fijas, las derribaba, no estaban permitidas. Los niños tenían solo una escuela en el barrio. Para poder estudiar después del 4º grado hasta el 6º tenían que cruzar la ruta EN7 (rebautizada como Autopista Nacional A5). Algunos de ellos murieron atropellados. Al derribar el muro, el trabajador abre espacio para ampliar la escuela. El acto mismo de destrucción es, de hecho y a la vez, todo un programa de reconstrucción.

Vitória Vera era trabajadora textil,3 también vivía en ese barrio. Recuerda que “el Ministerio no autorizó la ampliación de la escuela existente. La población decidió que si tenían el material ampliarían la escuela. Así, voluntariamente, construyó dos habitaciones más. Cuando llegó la autorización del Ministerio, ¡las habitaciones estaban listas!” (Varela, 2019a). En dos meses terminaron la escuela.

Filomena Oliveira, profesora de Filosofía y Letras, no puede contener las lágrimas cuando relata cómo junto a los estudiantes del colegio público y privado ocuparon la escuela católica privada, que se transformó en una escuela pública abierta a todos:

Nuestro papel consistió en ir con nuestros alumnos de ciclo a manifestarnos frente al colegio privado, ellos adentro, nosotros afuera. Como los nuestros eran más pequeños, llamamos a los padres y les pedimos permiso para salir con sus hijos a ir a la manifestación, hubo padres que se sumaron. Salí, tenía cincuenta años, hicimos carteles: “¡La escuela es del pueblo!” Creo que fue algo así, y gritamos por las calles de Alcácer.

Cuando llegamos a la entrada de la escuela, algunos padres, grandes agricultores, se pararon en la entrada para defender la escuela. El sacerdote tampoco quería dejar la escuela. Algunos padres me amenazaron con palos, preparándose para golpearme. En ese momento todos los niños me protegieron: “A nuestra maestra nadie le pega”. Me quedé callada, asustada y emocionada al mismo tiempo con la reacción de los niños. Entramos todos, nos sumamos a los que estaban dentro y así nació lo que hoy es el Instituto de Secundaria Alcácer do Sal.4

La televisión pública (RTP), también bajo ocupación y gestión democrática por parte de los trabajadores después de abril, tiene en su archivo decenas de asambleas de norte a sur del país donde cientos de profesionales de la salud se reúnen para elegir una comisión administrativa. El “Periódico Nacional”, el telenoticiero más importante, informa en varios programas sobre la insalubridad y las enfermedades que proliferan debido al atraso del país, así como sobre las decenas de asambleas de médicos, enfermeras y técnicos, filmadas en horario de máxima audiencia y transmitidas en televisión. El 1 de mayo hay reunión de médicos del Hospital de São João para “debatir los acontecimientos políticos posteriores a la Revolución del 25 de Abril y la consideración de una nueva propuesta para revisar la estructura hospitalaria”; el 3 de mayo, en el Hospital Dona Estefânia, cientos se reúnen en plenario para debatir la “democratización”; el 5 de mayo, reunión general del personal de enfermería del Hospital de Setúbal; el 6 de mayo, sesión plenaria de médicos en el Hospital de São João, en Porto; el 16 de mayo, reunión del personal administrativo del Hospital de Guimarães.

El médico Raul César de Sá recuerda estar en el norte del país para hacer el Servicio Médico en la periferia:

El Hospital Vila Real tenía muy malas condiciones laborales. Había otro hospital, nuevo, preparado y vacío en las afueras de Vila Real, destinado a internación psiquiátrica. Tardó tanto en construirse que, cuando estuvo terminado, la psiquiatría no necesitaba camas. Nada más visitarlo se nos ocurrió inmediatamente la idea de adaptarlo al hospital general. Iniciamos esta discusión, que fue difícil. Una cosa aceleró la situación: corrió la noticia de que el hospital sería ocupado para almacenar material para los que regresaban de África y vivían en Vila Real. Aún con las nubes del movimiento estudiantil en la cabeza, celebramos una reunión general de empleados del hospital, escribimos una declaración, aprobada y distribuida por médicos y empleados, vestidos con batas, a la población el día de mercado. Entonces hicimos público el tema: salió en todos los periódicos y en la televisión. Después de nuestra partida y con el apoyo del gobernador civil de Vila Real y del gobierno de Noruega, se adecuaron los edificios y, construyendo algunos más, se creó lo que hoy es el nuevo Hospital de Vila Real. Entonces figuramos en sus orígenes, pero ya nadie lo recuerda.5

De las revoluciones anticoloniales en África
a la revolución antidictatorial en Europa

La revolución social portuguesa es un proceso que nació de una derrota militar de un ejército regular por movimientos revolucionarios guerrilleros apoyados por los campesinos de Guinea-Bissau, Angola y Mozambique, que iniciaron las revoluciones anticoloniales en 1961. La base de apoyo de las guerras de liberación son los campesinos de estos países sometidos a trabajos forzados, impuestos por el imperio portugués en el cambio del siglo XIX al XX, tras el Congreso de Berlín (1884-1885) donde las potencias europeas se dividieron África. El trabajo forzoso se extendió masivamente desde el Estado Novo entre 1933 y 1974.

Pero la dictadura sólo caerá el 25 de abril de 1974, con un pronunciamiento militar organizado por los oficiales intermedios de las fuerzas armadas, tras entender que no era posible ganar la guerra colonial y que, para poner fin a la misma, había que acabar con el régimen político. El Movimiento de los Capitanes, rebautizado como Movimiento de las Fuerzas Armadas, llevó a cabo el exitoso golpe de Estado que puso fin al régimen autocrático europeo más duradero del siglo XX, instaurado el 28 de mayo de 1926 con un golpe militar, para derrotar a uno de los movimientos obreros europeos más poderosos, el portugués, liderado por el anarcosindicalismo revolucionario, y que contaba incluso con un periódico, A Batalha, con 25 mil ejemplares diarios. El régimen instaurado representa una contrarrevolución preventiva, de la familia política de los fascismos europeos coetáneos, contra el anarcosindicalismo revolucionario y, posteriormente, se consolida contra el espectro global de la revolución social española de los años 30.

La dictadura portuguesa fue tan larga que millones nacieron y murieron sin saber lo que era vivir en libertad: cuarenta y ocho años de una “larga noche”.

El Estado Novo portugués era un régimen dictatorial fascista que garantizaba la concentración del capital en unas pocas familias y su espacio en el mercado mundial capitalista, basado en bajos salarios en la metrópoli, trabajo forzoso en las colonias y austeridad fiscal, políticas garantizadas gracias a la prohibición de sindicatos y partidos políticos libres y una policía política, la PIDE-DGS.

Este régimen fue derrocado el 25 de abril de 1974 con un pronunciamiento militar liderado por oficiales intermedios, coordinado por Otelo Saraiva de Carvalho, promoviendo la revolución social más importante de la Europa de posguerra, iniciada en África en 1961 en las revoluciones anticoloniales y que tendrá un impacto hasta 1980 en el fin de las dictaduras en Europa y América Latina.

Un putsch, un golpe de Estado o un pronunciamiento militar no hacen a una revolución. A pesar de la insistencia del MFA en que la gente permaneciera en sus casas –con diez advertencias consecutivas, que incluían amenazas de arresto militar para quien desobedeciera–, miles de personas salieron a las calles, abriendo las puertas para que el pronunciamiento militar se convirtiera en una revolución social, que se transformó en la más radical de la segunda posguerra en Europa. Una revolución internacional, que pasó de las colonias a la metrópoli y de Portugal a Grecia, España y América Latina; una revolución política que se convirtió en social y que, desde el fin del régimen de guerra, se transformó en una lucha por arrancarle conquistas sociales al Estado y por la expropiación económica de la clase capitalista (derecho a vivir del trabajo, expropiación de la banca sin compensación). Aún más allá, una auténtica revolución en la forma de vida, que transformó profundamente el carácter de todas las relaciones sociales realmente existentes. La vida cotidiana –el modo de vida como un todo– nunca más fue la misma.

El fascismo, que intentó de esa manera “atrasada” superar las contradicciones (garantizando un espacio para la burguesía portuguesa en el mercado mundial imperialista manteniendo al mismo tiempo una sociedad rural atrasada, prohibición de sindicatos y partidos y trabajo forzoso en las colonias), extendió esas contradicciones y condujo a la revolución social más profunda y extensa de lo posguerra en Europa occidental. Empujó así a parte del país medieval hacia los consejos democráticos y propició la socialización de la política en el mundo del trabajo, de los trabajadores a los médicos, de los campesinos a los maestros, inaugurando, en el siglo XX, una revolución más parecida al siglo XXI, debido a su extensión y profundidad en los temas sociales y políticos, resumida en una frase que la canción de intervención de Sérgio Godinho epilogó magistralmente:6 “Sólo se puede querer todo cuando no se tiene nada. Tan sólo aquellos que han tenido su vida estancada pueden tener una vida plena”.7

Las revoluciones anticoloniales: “I’m Not Afraid

Hugo Masekela compondrá uno de los himnos más potentes de la resistencia africana, “Coal Train/Stimela”, que describe el reclutamiento coercitivo de mano de obra forzada en Mozambique y otros países africanos en las minas de Sudáfrica bajo el régimen político del apartheid. La canción recuerda los viajes y las vidas miserables de los trabajadores inmigrantes del África Septentrional, reclutados para trabajar en las minas de Johannesburgo y Kimberley (Bezuidenhout, 2018).

Hay un tren que viene de Namibia y Malawi,

hay un tren que viene de Zambia y Zimbabwe,

hay un tren que viene de Angola y Mozambique,

de Lesotho, Botswana, Swazilandia,

de todo el interior del sur y centro de África.

Este tren transporta a jóvenes y mayores,

hombres africanos reclutados para venir a trabajar por contrato.

Durante décadas, las denuncias realizadas por el MPLA de las detenciones de Luanda, capital de Angola, y de la masacre de la UPA, fueron descritas por la historiografía especializada como los acontecimientos que marcaron el inicio de la guerra colonial, el 4 de febrero de 1961. Sin embargo, los trabajos de la historiadora Dalila Cabrita Mateus (2012, p. 185), en un libro organizado por el Grupo de Estudios Laborales Globales (Lisboa) en 2011, vinculaba la decisión del MPLA de asaltar las prisiones de Luanda con la respuesta a la masacre de los trabajadores algodoneros en Cotonang, que habían estado en huelga por tiempo indefinido en enero de ese año. Para explicar plenamente la historia, es preciso ir más allá de los acontecimientos desde arriba, político-institucionales, y observar más atentamente los flujos de la lucha entre las clases sociales, desde abajo.

Las revoluciones anticoloniales comienzan con el levantamiento de Cotonang, en enero y febrero de 1961. El Gobierno responde, iniciándose la guerra colonial. La revolución portuguesa de 1974-1975 es un ejemplo extraordinario de una combinación de revolución en las colonias y en la metrópoli. Existe una conexión estrecha (aunque menos inmediata) entre la revolución argelina y mayo del 68 y entre la revolución vietnamita y el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos.

En febrero de 1961, el ejército portugués reaccionó a la huelga de los trabajadores del algodón en Baixa do Cassange, bombardeando la población con gas Napalm (Varela, 2014). Esta zona, situada al norte de Angola, era una zona de monocultivo, explotada bajo régimen monopolista por Cotonang, con capital portugués y belga: “La revuelta estalló abiertamente el 4 de enero, cuando los capataces de Cotonang fueron atados en la sanzala de soba Quivota a 10 kilómetros del puesto de Milando […] seguido de la amenaza de que la población atacaría a quien los obligara a trabajar en el algodón” (Freudenthal, 1999, p. 260) o pagar el impuesto anual. La paralización de la producción duró un mes:

Constituyendo numerosos grupos, los rebeldes atacaron instalaciones oficiales y privadas, dañaron vehículos, puentes y balsas, arrancaron la bandera portuguesa, pero no causaron ninguna muerte entre los europeos. En zonas más alejadas, como en los puestos de Luremo, Cuango y Longo, se multiplicaron montones de semillas de algodón quemadas, cuadernos indígenas rotos y otras muestras de hostilidad. Las reuniones de la población se volvieron más frecuentes y más amenazantes. Cotonang expresó su preocupación por el desarrollo de la revuelta y los comerciantes europeos multiplicaron las solicitudes de intervención armada para poner fin al levantamiento. (Freudenthal, 1999, p. 260)

En Santo Tomé, en 1953, la resistencia de la población al intento de obligarlos a trabajar como jornaleros (en su mayoría angoleños y caboverdianos) en campos de cacao y café y en obras públicas del Estado, donde el trabajo no era remunerado o era remunerado miserablemente y los azotes eran normales, será respondida por el Estado portugués con la masacre de Batepa. El episodio marca el nacimiento del nacionalismo santotomense y aún hoy es recordado por una de sus víctimas el día 3 de febrero. El levantamiento fue aplastado con granadas y ametralladoras (Seibert, 2008, pp. 64-73). Murieron cientos o quizás miles de personas.

El 3 de agosto de 1959 empieza la lucha revolucionaria del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), liderado por Amílcar Cabral, en Guinea-Bissau, después de una huelga pacífica de los estibadores del puerto de Pidjiguiti, que exigían aumentos salariales, que fue reprimida por la administración colonial portuguesa, provocando más de una docena de muertes (Rema, citado en Cabrita Mateus, 2012, p. 180).

A partir de 1963, año en el que efectivamente comenzó la lucha armada, la cronología del éxito militar del PAIGC es asombrosa. En 1970, el partido podía presumir de controlar más de dos tercios del territorio del país. Amílcar Cabral es uno de los líderes socialistas e internacionalistas más destacados del siglo XX. Junto al Che Guevara y Ben Barka, fue uno de los líderes de la organización Tricontinental, que luego dio origen a la Organización de Solidaridad con los Pueblos de África, Asia y América Latina, en 1966. Contra una visión nacionalista y esencialista de la cuestión negra, defiende una visión clasista, revolucionaria, antiimperialista y anticolonialista. Los tres serán asesinados –en diferentes momentos de la historia– y no por una mera coincidencia.

Guinea representó el mayor desafío militar del ejército colonial portugués. Será el punto central en la formación del Movimiento de los Capitanes, después MFA, quienes organizaron el pronunciamiento militar del 25 de abril de 1974.

Otra etapa de lucha fue Mozambique, con las luchas de los macondes8 que, en la madrugada del 11 de junio de 1960, fueron a hablar con las autoridades portuguesas para negociar el regreso a Mozambique de su pueblo, que se encontraba en Tanganica. En Tanganica habían obtenido mejores derechos. Querían volver al estado de “uhulu”, poder vivir en libertad y sin trabajos forzados.9 A las pretensiones de los macondes, las autoridades respondieron con la masacre de Mueda –según un informe oficial, dejó 14 muertos; 150 según el Frente de Liberación de Mozambique (Cabrita Mateus, 2012, p. 183)–.

La guerra colonial –para el Estado Portugués– o la revolución anticolonial –para la historia desde abajo– tuvo cifras abrumadoras: más de 1 millón 200 mil movilizados, 10 mil muertos en el lado portugués (que incluía el reclutamiento local para el ejército), entre 45 mil y 100 mil muertos por parte de los movimientos de liberación, entre el 30 y el 40% del presupuesto estatal tragado durante trece años para producir destrucción total.

La ola revolucionaria, iniciada en los años 60 con las protestas industriales en Inglaterra, la revolución vietnamita, el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, el Mayo de 1968 global, la Primavera de Praga y, más tarde, el “otoño caliente” de Turín en 1969, llegó finalmente a Portugal (a través de la guerra colonial), a España y Grecia, a Chile en 1970 y, en los países centrales, provocó la caída de De Gaulle y de Nixon. Generó el Programa Común de la izquierda en Francia; el voto de más del 30% al Partido Comunista Italiano, entonces una fuerza con más de 2 millones de miembros en un país de Europa occidental en 1976, y las huelgas de los mineros ingleses, entre 1972 y 1974. En los años 1960 la resistencia antidictatorial en Lisboa se consolidó también en otros sectores de la población: católico, sindical y estudiantil, con una explosión de huelgas obreras en el sector servicios y con luchas estudiantiles (crisis académicas de 1962 y 1969).

Todo trabajo es político, o la prefiguración en curso

El 25 de abril de 1974 el pronunciamiento militar encabezado por Otelo Saraiva de Carvalho al frente de 200 hombres, del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), es el germen de una revolución. La sustitución del régimen político de dictadura por un régimen político de democracia estaba prácticamente asegurada, pero ya se habían sentado las bases de otra revolución social. Una revolución en permanencia embarazada de una simultaneidad de muchas revoluciones.

La inexistencia de organizaciones obreras, sindicatos o partidos políticos durante la dictadura militar y la dictadura del Estado Novo (1926-1974) fueron parte de la explicación de la radicalización de la revolución social, porque la ausencia de estas organizaciones en la mayoría de las fábricas y empresas del país propició la apertura espontánea de un espacio –de dualidad de poderes– para que surgieran comités de trabajadores, consejos de dirección democrática del mundo del trabajo organizado, con mandatos revocables y rasgos netamente “soviéticos”.

El anacrónico imperio colonial cayó en 1974. En cuarenta y ocho años de dictadura, el Estado no había forjado mecanismos de mediación con la población en general. Esta derrota se combinó con la crisis económica más grave del capitalismo de posguerra, que comenzó en 1970-1973, abriendo una época histórica de diversas crisis y oportunidades.

Este pueblo en revolución creó, al principio espontáneamente, sus propias formas de poder, las más importantes en el ejército, en los lugares de trabajo y en los barrios, los comités de soldados, residentes y trabajadores. Formas análogas a los “soviets” de 1905: donde fracasaba el Estado y las instituciones, el pueblo se organizaba de forma autónoma.

Los mitos fundacionales de lo que se conoce como la Revolución de los Claveles son la revolución “sin muertos”, cuando fueron trece años de muertos en las colonias, más de 100 mil del lado de los movimientos de liberación y casi 10 mil del lado del Estado portugués. Hay un mito que habla del “caos de 1975”, cuando fue el momento más democrático y socialmente organizado de la historia del país, y un mito de una transición sin roturas, o sea, la falsa equiparación entre el poder popular del bienio revolucionario con el régimen político de la democracia parlamentaria.

La llegada de trabajadores a la escena revolucionó todo el panorama cultural. Se creó una esfera pública de pulsión proletaria, plebeya, de los murales a los coros musicales, de la música de intervención a los periódicos y las ediciones, desde cineclubes hasta exposiciones de artes plásticas, desde el plenario hasta la manifestación, que reemplazan el dicho “si supieras lo que cuesta mandar, preferirías obedecer toda la vida”, adagio exhibido con orgullo por el dictador Salazar, cuyas instituciones se derrumbaron en veinticuatro horas, matando también, a manos de sus secuaces, a trabajadores y estudiantes que se dirigían a la sede de la Policía Internacional y de Defensa del Estado: João Arruda, Fernando Gesteira, Fernando dos Reis y José Barneto.

En el vigésimo aniversario de la Revolución de los Claveles, Francisco Martins Rodrigues, principal líder de las corrientes revolucionarias en Portugal –precursor de la izquierda radical en Abril–, que lideró la ruptura a la izquierda del PCP desde principios de los años 1960, publica, en una obra colectiva en su editorial Dinossauro, el libro El futuro era ahora (1994), donde reúne medio centenar de testimonios de los 580 días de “poder popular”. “¿Qué son finalmente –preguntó su organizador– estas decenas de miles de activistas que se dejan contagiar por la fiebre de la crítica, de la transformación, de la proclamación de nuevos principios, de la autoorganización, involucrando en su entusiasmo a millones de personas?”. La Revolución de Abril fue “cuando el futuro era ahora”; es, por lo tanto, una indicación del tiempo (imperfecto) para presentar el tema de la prefiguración (en curso).

Alrededor de 3 millones de personas participaron directamente en la vida política, en un impresionante ejemplo histórico de democracia participativa y poiesis social, entre el 25 de abril de 1974 y el 25 de noviembre de 1975, cuando “el futuro era ahora”, en expresión de Francisco Martins Rodrigues, el líder político más identificado con las bases sociales del poder popular. Sin esperar al Estado y muchas veces contra las instituciones, en un poder democrático construido a partir de comités de trabajadores y de vecinos (y luego soldados) se tomaron decisiones que fueron cruciales para el país, y que determinaron un “salto” de la Edad Media a un nuevo tiempo, o sea, la modernidad. Cambió el país y se cambiaron a sí mismos cuando cambiaron el país, en una práctica que emula las palabras de Eduardo Galeano, “somos lo que hacemos, sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos”. La política dejó entonces de ser, en un Portugal con 48 años de dictadura, una carrera de unos pocos profesionales. Los lemas “mi política es trabajo” o “no se habla de política ni de religión” quedaron atrás y todo trabajo –en el sentido más profundo y humano– pasó a ser el tema de la discusión política y pública. La política ganó una P mayúscula, pasó a ser la gestión de las cosas públicas, comunes, de y por muchos. La democracia recibió mayúsculas, porque se comenzó a pensar desde la perspectiva de las personas reales, de sus vidas concretas, sus necesidades y deseos más sentidos, desde sus lugares de trabajo y de vida.

Terminó la guerra colonial, se celebró en las calles “ni un soldado más para las colonias”, y se alzaron claveles en los fusiles. Paz, en acción. Pero “sólo los que no tenían nada lo quieren todo”, como cantó uno de los brillantes músicos de la canción de protesta.

En las empresas y en las fábricas, los trabajadores se reunieron, por primera vez en la historia del país, con total libertad e impusieron límites al trabajo nocturno, a los salarios superiores al mínimo, al derecho al trabajo y al descanso, a las vacaciones pagadas, a la seguridad social; Se preguntaron ¿cómo trabajar, para quién, qué producir? Cientos de miles de personas tuvieron acceso a una casa, sea alquilada o construida por ellos mismos.

Los docentes de cada escuela e instituto organizaron su propia gestión, con representantes electos, discutieron pedagogías, aprobaron contenidos, establecieron metodologías entre pares, anulando el clima de desconfianza y miedo que marcaba las escuelas del Estado Novo; los médicos decretaron que la sangre sería siempre donada y nunca más vendida, los hospitales privados serían incluidos en un Servicio Nacional de Salud, cuyo primer borrador se redactó en 1974 con la nacionalización de la misericordia y la apertura de las emergencias, exigidas por los médicos para ampliar la atención a la población y los propios conocimientos médicos. Hicieron el llamado Servicio Médico en la Periferia y así llegaron adonde nunca hubo realmente un país y nunca antes circularon los doctores.

La Revolución de los Claveles, que siguió al 25 de abril de 1974 y duró aproximadamente dos años (su derrota comenzó el 25 de noviembre con un golpe de derecha que instituyó una democracia liberal-representativa), fue el período democrático más largo de la historia de Portugal. La democracia sustancial nos ha enseñado que existe otra forma de vida posible, en la cooperación, la solidaridad y la libertad. Este pasado es hoy temido por las clases dominantes que quieren hacer del PREC una época de agitación, de confusión y de caos, de “locura”, omitiendo que esta época, este hermoso sueño, fue la época en la que más gente, en un mundo más libre, más responsables y comprometidos construyeron el país, llevándolo de la guerra colonial, el trabajo forzado y los salarios miserables en la metrópoli, a un lugar donde se ingresa a una escuela con alegría y deseo de transformación, a un hospital donde se es recibido con brazos seguros, tiernos y abiertos, y un lugar de trabajo sin miedo. 50 años después estamos llamados a celebrar este tiempo para construir el futuro, enfrentar la degradación del modo de vida, impulsada por el extremo centro, y los fenómenos violentos y extraños, representados por el neofascismo. Todos tenemos que saber involucrarnos en los asuntos públicos y así ampliar nuestra libertad individual, nuestra humanidad, reconociendo a un amigo en cada esquina.

La libertad llegó en serio, conquistada: teatros y ballets, donde los artistas debatían qué es el arte y por qué es necesario, actuaban en el lugar de trabajo, pero iban más allá: los artistas no querían sólo una audiencia, sino crear audiencias, crear artistas, enfrentar la industria cultural, que separa a productores de consumidores, hacer música y teatro con la gente, no sólo para la gente. Las mujeres comenzaron a decidir –codo con codo– con los hombres dónde crecer, porque las rutas de autobús deben llegar a todos los barrios. Pero también empezaron a decidir, sin hombres, cuestiones esenciales de la intimidad y el sentido de la vida.

La propiedad privada de los medios de producción se redujo y la libertad individual de millones de personas, liberadas del corsé de la escasez, se expandió como nunca antes. La seguridad laboral dio paso a la inseguridad de las ganancias y floreció un nuevo país para millones de personas que vivieron, y muchos murieron, sin conocer jamás la libertad. El liberalismo portugués, iniciado en 1820, no garantizaba el derecho al voto, pero la revolución de los claveles, la PREC, no sólo trajo el derecho al voto, a la reunión, a la asociación y a la libertad y garantías individuales, sino que trajo el derecho a vivir en democracia, sin miedo, en el ámbito laboral, inscribió en la historia del país el derecho a soñar. “El pueblo es el que más manda, dentro de ti ¡oh ciudad!”, como cantó la consigna de la revolución, “Grândola Vila Morena”, un himno al amor y la amistad, contra las armas y los cañones.

La prefiguración política,10 es decir, la proyección del futuro en acto, es central para la revolución portuguesa, “aquellas formas de relaciones sociales, procesos de toma de decisiones, cultura [política] y experiencia humana que son [su] desafío final” (Boggs, 1977). La organización experimental en acto –organización consciente y deliberada– de las relaciones y prácticas político-sociales deseadas es, para la autodeterminación social, para los millones representados aquí en la profesora Filomena Oliveira, en el padre Martins o en el trabajador anónimo que destruye el muro sin que les vengan a decir aquello que deberían hacer, una organización contra el Estado, para así abrir una nueva escuela. Se trata, por tanto, de una amplia gama de formas y significados: desde el internacionalismo de la Asociación Internacional de Trabajadores hasta, por ejemplo, la autoeducación de la tradición anarcosindicalista revolucionaria, pasando por los “problemas de la vida cotidiana” o el debate público en el PREC. Es decir, realizar actividades políticas prefigurativas no implica un acto mental, sino, sobre todo, un acto histórico. Su presente real anuncia su futuro ideal, sus acciones realizan sus planes.

En nuestros estudios sobre la Revolución de los Claveles distinguimos entre control obrero y autogestión (Varela, 2014). El control obrero11 es un proceso de dualidad de poderes que consiste en la organización política (extraeconómica) obrera a nivel de la producción, formalizada o no, con miras, por ejemplo, a controlar las cuentas y los salarios y abrir así las puertas a una situación de doble poder. Es una situación en medio de un proceso revolucionario y no una estructura o institución. Este fenómeno comporta una distinción específica entre autogestión (la forma en que los trabajadores se convierten en sus propios jefes, que afectó a más de 300 empresas en Portugal durante la revolución) y cogestión (los trabajadores son, normalmente a través de sindicatos o comités de trabajadores, gestores de empresas y/o fábricas, en colaboración con los empleadores o con el Estado).

Impulsados por intereses democráticos (garantía de libertades), los trabajadores ejercen presión sobre las empresas para determinar la composición de la administración (saneamiento). Se organizan en comités de trabajadores casi espontáneamente para forzar este cambio. Esta forma organizativa permite situar el pliego de reivindicaciones económicas en el centro de las actividades de los comités de trabajadores, al reunir, de forma asamblearia, a sujetos sociales cuyo interés común era el mejoramiento de las condiciones y relaciones de trabajo. Este encuentro de un sujeto social, ahora unificado en la comisión, determinará una evolución de la conciencia política (también por la influencia de cuadros jóvenes de la izquierda radical y por la incapacidad del régimen, en un contexto de profunda recesión, de evitar un desempleo creciente). La lucha por este pliego de reivindicaciones tiende a desarrollarse como una lucha política, pero aparece como una forma de garantizar reivindicaciones de carácter económico.

Las luchas de la revolución lograron, por lo tanto, no solo una amplia gama de derechos políticos y sociales (los derechos de reunión, de asociación y de expresión fueron ejercidos por los trabajadores inmediatamente desde el 25 de abril, antes de que se aprobara ninguna ley), sino que resultó en la mayor erosión del capital jamás vista, resultando en lo que es, históricamente, en Portugal, la mayor ganancia de renta del trabajo sobre el capital. Mientras que en 1973 representaba el 50% del PBI para el trabajo (salario y cotizaciones sociales) y 50% para el capital (intereses, ganancias e ingresos), en 1975 pasó a ser casi el 70% para el trabajo y el 30% para el capital. Increíble o, más aún, extraordinario.

Esta transferencia, debido a las luchas sociales emprendidas en el PREC, se concretó en intervención de empresas descapitalizadas (pago de salarios e inversiones), aumentos directos de salarios, aumento del salario social (nacimiento de las funciones sociales del Estado), alquiler de viviendas protegidas, congelamiento de precios, etc.

De las demandas que surgieron de estas luchas de la revolución se consiguieron mejores salarios, mejores condiciones de trabajo, pago de horas extras, limitación del trabajo nocturno, limitación de precios de bienes de primera necesidad, fijación de un salario mínimo por encima de la reproducción biológica de la fuerza laboral, obligación de pagar horas extras en el cuidado de los niños, abolición de los controles sobre la casa de baño, igual salario por igual trabajo, ampliación de las guarderías, mejoras en las condiciones sanitarias de las viviendas. Y hasta derechos básicos que fueron conquistados y revirtieron dramáticamente las cifras de la salud materna e infantil, como el permiso para descansar siete semanas antes del nacimiento y/o permanecer en casa siete semanas después del nacimiento, atención gratuita de un médico o partera en el momento del parto. La ley de divorcio fue anulada y las mujeres comenzaron a tener acceso a la carrera diplomática desde 1975. En mayo de 1974, bajo una fuerte presión social, el valor del subsidio familiar se aumentó a 240 escudos para todos los niños. Además de las guarderías, se abrieron escuelas para niños con discapacidad y cursos de formación en este ámbito.

En 1975, los bancos fueron nacionalizados sin compensación y expropiados por el Estado, pero hasta ese momento estaban bajo el control de los empleados bancarios, que de esta manera impidieron en parte la fuga de capitales. El derecho al ocio considerado esencial en la Constitución estaba anteriormente garantizado cuando las comisiones obligaban a los municipios a subvencionar el teatro, la música y los deportes. Una manifestación, la de los panaderos, exigía poder acostarse con sus mujeres y tener una vida normal. Cien años antes, en la Comuna de París, se abolió el trabajo nocturno. Y esto se sumó al derecho a congelar los precios de los bienes de primera necesidad, para que la gente pueda tener una alimentación digna, y el derecho a la vivienda, concretamente mediante la ocupación de casas vacías con fines especulativos.

Fueron más de 4 mil comisiones de trabajadores democráticos, una capilaridad sin precedentes; se intervinieron 360 empresas y se triplicaron las áreas de temporal, porque las poblaciones ocuparon las tierras, garantizando el derecho a la subsistencia a través del trabajo y la reforma agraria, por primera vez en el país. El Servicio Nacional de Salud fue creado formalmente por ley en 1979. Sin embargo, la unificación de un sistema de salud universal se introdujo después del 25 de abril.

Cabe señalar que muchas de las rutas de autobús actuales en Lisboa y Oeiras tienen el diseño del llamado “desvío” realizado por las poblaciones de la época. La gente se subía a los autobuses y los presionaba para que se dirigieran a barrios marginales o barrios lejanos que, al no ser muy rentables, no contaban con transporte público. Estos desvíos se realizaban frecuentemente con el apoyo de conductores (Varela, 2019a).

De Lisboa a la Moncloa, 1975-1986

El 25 de noviembre de 1975 (Varela, 2011) un golpe militar de derecha, liderado por Ramalho Eanes, dirigido civilmente por el Partido Socialista con el apoyo de la derecha, la Iglesia, la OTAN y el Grupo de los Nueve –ala reformista, autodesignada “moderada” del MFA–, detiene a más de 100 oficiales revolucionarios y pasa a reserva a soldados de unidades donde la dualidad de poderes había cobrado expresión. El golpe restableció la disciplina en las fuerzas armadas, aseguró la estabilización de las instituciones, el mantenimiento de un Estado de derecho, un Parlamento, elecciones libres, derechos de los ciudadanos, libertades y garantías.

El fin de la revolución se produjo a través de una fórmula innovadora, que luego se aplicó en América Latina en los años 1980, con la doctrina Carter, que podría denominarse también doctrina Soares. Mário Soares, al frente de una coalición que incluía a la derecha, la Iglesia y los sectores procapitalistas del MFA, con el apoyo de Estados Unidos y el Partido Socialdemócrata alemán (SPD), lideró la contrarrevolución del 25 de noviembre de 1975. Fue un golpe de Estado casi sin muertos y con amplias concesiones sociales (estado de bienestar), ensayando una forma de acabar con las revoluciones con coerción, pero sobre todo a través del consenso. La mayor cantidad de dinero transferida por el SPD a un país dentro de Europa fue al PS portugués en este período.

El Partido Comunista Portugués, que desempeñó un heroico papel protagónico en la lucha contra la dictadura, acordó no resistir el golpe de Estado del 25 de noviembre de 1975, asumiendo públicamente, de la mano de su entonces líder, Álvaro Cunhal, que los militares y la izquierda revolucionaria se habrían convertido en una carga para el PCP, porque sus acciones pusieron en peligro el equilibrio de fuerzas con el Grupo de los 9 y los acuerdos de coexistencia pacífica entre Estados Unidos, Europa Occidental y la URSS, elaborados en Yalta y Potsdam. La revolución no terminó con un golpe fascista, sino con un golpe militar con poca violencia y poca resistencia –el poder popular no tenía coordinación política, no existía nada parecido a un Partido Bolchevique en Portugal y menos aún un congreso de soviets– y que siguió los pactos estratégicos de la Guerra Fría. La derrota de la revolución –relativamente única en el contexto europeo– no disminuye su grandeza y fuerza, como proceso histórico de fortaleza “desde abajo” y prefiguración política de un socialismo en acción como un nuevo tiempo-espacio de auténtica libertad política, igualdad económica y fraternidad social.

Portugal es –aunque esto a menudo no se reconoce– central en el campo de la historia de las revoluciones mundiales: es un proceso histórico en permanencia con todas sus características graníticas más típicas según la tipología clásica: 1) el transcrecimiento de la revolución democrática en toda una revolución socialista; 2) el desbordamiento de las fronteras nacionales (desde las revoluciones anticoloniales africanas hasta la transición política española, pasando por la insurrección popular portuguesa y la lucha de la resistencia griega, por ejemplo), con diferentes ritmos y diferentes intensidades, y 3) el revolucionamiento de la génesis y el devenir de todas las relaciones sociales: de la política a la cultura, de la vida cotidiana a la historia, de los lugares de trabajo a los de residencia, de la familia al sexo, del espacio público al ámbito privado, i.e., una totalidad.

No se puede entender la historia mundial sin comprender la historia de la Revolución de los Claveles en 1974-1975 que, junto con la revolución social vietnamita, fue el tema principal de la diplomacia norteamericana y europea (Lemus, 2001), debido al impacto que tuvo en Francia (en el Programa Común) y en Italia (en el Compromiso Histórico) y en el final de las dictaduras en el sur de Europa: cae la dictadura de los coroneles en Grecia en julio de 1974 y en el Estado español se inicia la transición pactada. La revolución portuguesa fue una explosión social que el presidente estadounidense Gerald Ford no se ahorró de anunciar bíblicamente como capaz de transformar todo el Mediterráneo en un nuevo “Mediterráneo Rojo” y provocar la caída de todos los regímenes políticos del sur de Europa como fichas de dominó (Varela, 2009, pp. 111-124).

El 25 de abril, la elite blanca de Mozambique hizo un intento fallido, liderado por Jorge Jardim, de crear el apartheid en ese país. El gobierno portugués de 1974-1975 tuvo un fuerte impacto en la lucha contra el apartheid. En 1976, un levantamiento estudiantil en Soweto llamó la atención del mundo sobre la brutalidad policial de este régimen político y la transnacionalización del activismo para acabar con el apartheid creció exponencialmente. El régimen segregacionista de Rodesia, a su vez, terminó en 1980, tras la independencia de Angola. La propia guerra civil angoleña sufrirá un grave revés con el fin del apartheid en los años 1990 (Della Santa, en prensa).

Hoy sostenemos como hipótesis que la revolución, como parte de la ola global de 1968, inició una nueva ola de resistencia social y política en el sur de Europa, que pospuso la implementación de la ofensiva neoliberal ensayada en 1973 en Inglaterra con Margaret Thatcher como primera ministra para derrotar a los mineros ingleses (Mammarella, 1996). A partir de 1986, la burguesía europea, que ya no temía una ola revolucionaria de nuevo tipo, finalmente logró implementar sus planes para la llamada “reestructuración productiva”.

¿Por qué el mundo sabe tan poco sobre una revolución política y social tan reciente y relevante? ¿Por qué hay un film como Tierra y Libertad para la Catalunya de 1936 y no hay nada similar para el Portugal de 1974? ¿Por qué no nos sabemos de memoria las canciones populares revolucionarias de Portugal y saltamos cuando cantamos las cubanas, las españolas y muchas más? ¿Por qué todo el globo sabe tanto sobre la historia del Palacio de la Moneda –con el baño de sangre de Pinochet sobre Allende– y tan poco sobre los claveles en los fusiles y los tanques ocupados por niños sonrientes en las calles de Lisboa? Tampoco las asignaturas académicas de teoría de la historia o historia de las revoluciones tienen a la revolución portuguesa en un lugar destacado de interrogación científico social. Estas son preguntas importantes. Requieren cierta reflexión crítica. Nada de nuevo puede surgir de la ausencia de memoria. La historia no hace nada, pero puede enseñarnos cosas. Agrupémonos todos; aprendámoslas juntos.

Referencias

Afonso, A. y C.M. Gomes (2020). Guerra colonial. Porto.

Bandeirinha, J.A. (2007), O Processo SAAL e a Arquitectura no 25 de Abril de 1974. Imprensa da Universidade.

Bezuidenhout, A. (2018). The Best Anthem for the Workers’ Day. Qz Portal, 30 de abril. Disponible en https://qz.com/africa/1266651/the-best-anthem-for-workers-day-is-hugh-masekelas-tale-about-apartheids-migrant-labor-system.

Boggs, C. (1977). Marxism, Prefigurative Communism and the Question of Workers Control. Radical America, noviembre.

Cabral, A. (s/d). Textos políticos. Afrontamento.

Cabrita Mateus, D. (2012). Conflictos Sociais a partir das Guerras Coloniais. En R. Varela et al. (eds.), Greves e Conflictos Sociais. Colibri.

Della Santa, R. (en prensa). Apartheid. En Dicionário Global Dignipédia. Fundação Calouste Gulbenkian.

Fians, G. y F. Stein (2022). Prefigurative Polítics, en The Open Encyclopedia of Antropology, The Cambridge Encyclopedia of Anthropology. http://doi.org/10.29164/22prefigpolitics.

Fontes, J. y P. Cabreira (2020). Between self-management and workers’ control: the cases of Setenave and Sogantal during the Portuguese revolutionary period (1974-1975). Cadernos do Arquivo Municipal, 2ª serie, 13.

Freudenthal, A. (1999). Cassange: Cotton and Revolt. African Studies,18-22.

Hammond, J. (1981). Worker control in Portugal: the Revolution and today. Economic and Industrial Democracy, 2, 4, 413-453. https://doi.org/10.1177/0143831X8124002

Lemus, E. (2001). La Transición española más allá de la frontera. Septem.

Mammarella, G. (1996). Historia de la Europa contemporánea desde 1945 hasta hoy. Ariel.

Martins Rodrigues, F. (1994). O futuro era agora. Dinossauro.

Paço, A.S. do (coord.) (2020). Os anos de Salazar, vol. 10. Planeta DeAgostini.

Patriarca, F. (1976). Controlo operário em Portugal. Análise Social, XII, 47 (pp. 765-816) y 48 (pp. 1056-1057).

Pérez, M. (2022). Autogestión y control obrero en la Revolución portuguesa. Seminario Autogestión y control obrero de la producción: Portugal y Argentina. IHC.

Pires, J. (1975). Greves e o 25 de abril. Base.

Rema, H.P. (1982). Historia das Missões Católicas na Guiné. Franciscana.

Santos, M.L. et al. (1976). O 25 de Abril e as lutas sociais nas empresas, vol. 2. Afrontamento.

Seibert, G. (2008). O Massacre de Batepá. En A.S. do Paço (coord.), Os anos de Salazar, vol. 10 (pp. 64-73). Planeta DeAgostini.

Sweezy, P. (1975). Class Struggles in Portugal. Monthly Review.

Varela, R. (2009). O impacto da revolução portuguesa de 1974-1975 no PSOE visto através de El Socialista. Ler História, 57, 111-124.

Varela, R. (2011). Historia do PCP na Revolução dos Cravos. Bertrand.

Varela, R. et al. (eds.) (2012). Greves e Conflictos Sociais. Colibri

Varela, R. (2014). História do povo na Revolução Portuguesa. Bertrand.

Varela, R. (2019a). A Revolução dos Cravos em Oeiras. Parsifal.

Varela, R. (2019b). Uma revolução na saúde. Humus.

Varela, R. y R. Della Santa (2023). Breve história de Portugal. Bertrand.


1. Por ejemplo, los Soldados Unidos Vencerão (SUV).

2. Toda esta sección sobre la revolución social hace un amplio uso de trabajos doctorales previos (ISCTE -IUL / FCT), trabajos posdoctorales (IISH, Amsterdam / FCT) e, incluso, investigaciones posdoctorales (FCSH / Ordem dos Médicos / Lisboa). Véase Varela (2014, 2011 y 2019b).

3. Parte de los testimonios y ejemplos fueron publicados en Varela y Della Santa (2023).

4. Entrevista a Filomena Oliveira realizada por Karina Ferraro y Raquel Varela, 1 de junio de 2016; entrevista con Filomena Oliveira, para Mundos do Trabalho, RTP, junio de 2023.

5. Entrevista de la autora a Raul César de Sá, 13 de mayo de 2019, en Varela (2019b).

6. La canción de protesta portuguesa es una de las más desarrolladas en el mundo, con nombres como Zeca Afonso, José Mário Branco, entre muchos otros.

7. Sérgio Godinho, “Liberdade”, tema del disco À Queima-Roupa (1974).

8. Los maconde son un grupo étnico-cultural bantú que vive en el sudeste de Tanzania y el noreste de Mozambique, principalmente en la meseta de Mueda.

9. Tanganica era una república de África Oriental perteneciente a la Commonwealth británica, llamada así por el lago Tanganica, que formaba su frontera occidental. Fue colonia alemana entre 1880 y 1919. Después de la Primera Guerra Mundial, fue colonia británica, entre 1919 y 1961. En 1964 se unió a la isla de Zanzíbar, dando origen a la actual Tanzania.

10. “El concepto de prefiguración se le atribuye […] a Boggs […]. Sin embargo, Boggs no sabía que había sido utilizado previamente por Agustín (IV a.C.) para explicar una clave del cristianismo mismo. Al examinar la caída de Roma llena de lujuria, Agustín ([1470] 1998) señala que, para disfrutar de la redención espiritual y evitar la condenación colectiva, la gente debería renunciar al paganismo y comprometerse con la caridad y la integridad. Solo prefigurando una bienaventuranza divina podemos acercarnos a un estado de santidad que se puede disfrutar parcialmente en el presente y realizar plenamente en el futuro (Scholl 2016, 321; Buts 2019, 17). […] Siglos después, Marx y Engels ([1848] 2015) pedirían la redención política mediante el derrocamiento de la burguesía y el fin de la lucha de clases. Alejándose de la prefiguración, el Manifiesto comunista (1848) instó a los proletarios a luchar contra el monopolio de los medios de producción en manos de unos pocos, en una forma de redención política que expulsa el reformismo e implica cambios macrorrevolucionarios. Derrocar las condiciones sociales existentes […] hace de la revolución el medio para lograr el desafío final de inaugurar una sociedad sin clases […]. Sin embargo, los medios y los fines a menudo chocan: la rama dominante del marxismo acabó reproduciendo el poder estatal autoritario y la jerarquía altamente burocrática típica de la sociedad burguesa” (Fians y Stein, 2022).

11. El debate es amplio y diversificado. Véase Martins Rodrigues (1994), Pires (1975), Santos et al. (1976), Varela (2011), Pérez (2022), Fontes y Cabreira (2020), Hammond (1981) y Patriarca (1976),