Los inicios del trotskismo mexicanoy la polémica del frente único, 1929-1938
El Colegio de Michoacán. Uruapan, México
bustamantejosue88@gmail.com
ORCID: 0000-0001-8329-1496
Resumen: Este artículo muestra los inicios del trotskismo mexicano, a partir de la creación de la Oposición Comunista de Izquierda y de la polémica interna que sostuvieron militantes de la Liga Comunista Internacionalista, al poner en práctica la táctica del frente único en 1936.
Palabras clave: Trotskismo mexicano – Oposición Comunista de Izquierda – Liga Comunista Internacionalista – Frente Único
Abstract: This article shows the beginnings of Mexican Trotskyism, starting with the creation of the Left Communist Opposition and the internal polemic held by militants of the Internationalist Communist League, when they put into practice the tactic of the United Front in 1936.
Keywords: Mexican Trotskyism – Left Communist Opposition – Internationalist Communist League – United Front
Recepción: 15 de enero de 2024. Aceptación: 20 de agosto de 2024.
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A finales de los años 20 del siglo XX, el Partido Comunista Mexicano (PCM) mantenía su crecimiento a un ritmo constante. De acuerdo con Barry Carr, el PCM tenía influencia en la Liga Nacional Campesina, en el ramo del sector ferrocarrilero, en la industria minera, entre los intelectuales y logró tener un fuerte soporte juvenil en la Federación Juvenil Comunista de México (FJCM) (1996, pp. 42-50). Finalmente, el PCM sostuvo nexos con el gobierno en el marco del frente único de la Comintern, a veces respaldando a algún caudillo posrevolucionario, como Plutarco Elías Calles (por breves lapsos) o Adalberto Tejeda, por el impulso que éste ofreció a la Liga de Comunidades Agrarias de Veracruz (Ortiz, 2016, p. 65; Spenser, 2020, p. 77).
Sin embargo, al acercarse el final de aquella década, la relación entre los comunistas y los gobernantes en el poder se tensó tanto durante el período presidencial de Plutarco Elías Calles (1924-1928), que terminó por fracturarse durante los sucesivos gobiernos de Emilio Portes Gil (1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo S. Rodríguez (1932-1934). A partir de 1929, el gobierno mexicano en turno desató una fuerte represión anticomunista, que frenó y desintegró varios avances conseguidos hasta ese momento por el PCM.
Además, la política oficial de contención de la izquierda se empalmó con la aplicación en México de la táctica de la Comintern conocida como el “tercer período”, a partir de julio de 1929 (Carr, 1996, p. 24; Ortiz, 2016, p. 70). Con el despliegue de esta táctica también denominada el “giro a la izquierda”, el PCM rompió en unos cuantos meses con alianzas estratégicas que le había tomado años construir y fortalecer, y que otrora le resultaron favorables para su crecimiento y afianzamiento, tanto en la política nacional como en las organizaciones obreras y campesinas durante los años 20 (Carr, 1996, p. 48). Además, entre 1929 y 1930, el PCM emprendió una purga interna, que su Comité Central encuadró en la lucha contra el “trotskismo” (Martínez, 1985, p. 125; Carr, 1996, p. 56-57; Crespo, 2007, pp. 559-586).
Entre los militantes que fueron expulsados del PCM se encontraba el estadounidense Russell Blackwell, alias Rosalío Negrete, quien ante la visible crisis por la que atravesaba el comunismo mexicano encontró en la Communist League of America (CLA) el horizonte operativo con el que, a su modo de ver la realidad, recompondría el rumbo del PCM. Con este propósito surgió en 1930 la Oposición Comunista de Izquierda mexicana (OCI). En el presente artículo se conocerá la reacción que tuvo Blackwell ante la política del tercer período y la forma en la que la FJCM ingresó a la OCI. El primer objetivo de este artículo es conocer los inicios del trotskismo mexicano, a partir del tipo de resistencias juveniles que brotaron al interior del PCM, conforme este intensificó el proceso de bolchevización.
El segundo eje de estudio, que abarca los años de 1936 a 1938, gira en torno a las posturas divergentes que sostuvieron los trotskistas mexicanos en relación a la creación del frente único, la directriz que emitió el Secretariado Internacional promotor de la Cuarta Internacional en 1933 y que, antes de finalizar esa década, provocó una ruptura al interior de la entonces Liga Comunista Internacionalista (LCI) mexicana, la sucesora de la OCI, en el marco de la lucha contra el fascismo. En este período, las izquierdas mexicanas se vieron favorecidas por la llegada a la presidencia de la República del general Lázaro Cárdenas (1934-1940). La represión anticomunista finalizó y el PCM en 1936 inició, con la conformación del Frente Popular, una coalición integrada por la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y el Partido Nacional Revolucionario (PNR), que tenía entre sus enemigos a los trotskistas. Este artículo quiere ser una contribución para los estudios que indagan la complejidad del comunismo latinoamericano, a partir del análisis histórico del surgimiento y pervivencia del trotskismo y sus diversas expresiones políticas (Gall, 2012; Camarero, 2020; Schelchkov, 2020; Schelchkov, 2021; Prado y Lauria Monteiro, 2020; John, 2020, Karepovs, 2021).
Para ello, se revisaron distintos tipos de impresos que se produjeron en la época que se estudia: por una parte el periódico The Militant de la oposición estadounidense y el boletín Claridad, así como el periódico IV Internacional, de los trotskistas mexicanos. Por otro lado, se consultaron las cartas de la OCI que se encuentran resguardadas en el Instituto de Historia Social de Amsterdam y diferentes informes preservados en el Archivo Charles Curtiss, que está en poder de Manuel Aguilar Mora.1 Finalmente, se consultó la prensa comunista contraria al trotskismo, particularmente El Machete.
Rusell Blackwell y la debacle de la FJCM
Como mencioné en la introducción, a finales de los años 20 las tensiones entre el PCM y los sucesivos gobiernos mexicanos que abarcaron el período de 1928 a 1934 llegaron a su punto de mayor tensión y ruptura cuando el presidente Pascual Ortiz Rubio, al ser víctima de un atentado (Ortiz, 2016, p. 74), exacerbó la campaña anticomunista que iniciara el expresidente Emilio Portes Gil, en junio de 1929. Y la respuesta del PCM provino de la política del “tercer período”, que se ejecutó en México al calor de la persecución oficial y la clandestinidad que padecieron sus militantes. La táctica conocida también como “clase contra clase” provocó disensos internos, que alcanzaron paulatinamente a su base juvenil y que terminó siendo ésta, como se verá más adelante, la que conformó el primer núcleo de la OCI (De Neymet, 1981).2
Mientras tanto, en este período el movimiento trotskista, que se autodenominaba oposicionista, se encontraba en ciernes.3 Fue el Workers (Communist) Party of America (que a la postre se convirtió en la CLA), liderado por James P. Cannon, el que introdujo en Estados Unidos la Plataforma de la Oposición de Izquierda, que en el transcurso de unos meses resultó ser decisiva para la creación de la OCI mexicana.4 En ella, los trotskistas estadounidenses esbozaron la tesis que sostenía que la Unión Soviética era un estado burocrático, cuya dirección “estalinizada” se había extendido hacia la Comintern, poniendo en peligro el triunfo de la revolución mundial.5
En esta Plataforma de la Oposición, se denunciaba la purga interna que inició la Comintern, bajo la consigna de la “lucha contra el trotskismo” y se reivindicaba a la Oposición de Izquierda soviética como el modelo revolucionario a emular.6 La experiencia oposicionista encabezada por Cannon, Martin Abern y Max Shachtman, así como su programa revolucionario, tuvieron una fuerte resonancia en Russell Blackwell, quien después de su expulsión del PCM en 1929 encontró en la Oposición de Izquierda un fundamento teórico y una propuesta revolucionaria alternativa al programa establecido por la Comintern.
Pero antes de su ingreso al trotskismo, Blackwell, entre 1927 y 1929, formó parte del Comité Central de la FJCM, en donde desempeñó el cargo de Secretario de Organización. Su experiencia comunista y su carisma lo convirtieron en una pieza clave en la formación de los jóvenes militantes. Bernardo Claraval, que también formó parte del Comité Central de la FJCM lo consideró “el alma de la organización juvenil” (Claraval, 1944, p. 7). Blackwell era originario de Brooklyn, Nueva York, y en 1928 tenía 24 años. De acuerdo con sus datos biográficos, por encargo del Workers Party creó el grupo infantil llamado “Pioneros Rojos” en el PCM y cumplió con diferentes comisiones para reforzar la construcción de los partidos comunistas en Centroamérica (Taracena Arriola, 2010, párr. 43). Volvió a México en 1926 para integrarse al Secretariado de la FJCM y dirigir la militancia de los niños, mujeres y jóvenes comunistas (Jeifets y Jeifets, 2017, p. 103).7 En junio de ese año, Blackwell fue encarcelado al lado de Julio Antonio Mella, Carlos Becerra, Olivia Zaldívar y Susana González, por manifestarse públicamente en pro de la liberación de Sacco y Vanzetti.8
El liderazgo de Blackwell en los Pioneros Rojos y la FJCM parecía ejemplar. Sin embargo, en abril de 1928, durante el desarrollo de la V Conferencia del PCM, Blackwell tomó partido en uno de los debates más importantes que sostuvieron los comunistas mexicanos en ese año, y que giró en torno a la pertinencia o no de crear una tercera central sindical que se pusiera a la cabeza de las debilitadas Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) y Confederación General de Trabajadores (CGT).9
En ese tenor, se formaron dos bandos opuestos: el primero fue conocido como “tercerista”, por estar a favor de la creación de la nueva central sindical y en el cual figuraban Julio Antonio Mella, Jesús Martínez, Jesús Bernal y Leonardo Fernández Sánchez (Martínez, 1985, p. 91). El segundo grupo, que rechazaba la propuesta tercerista, estaba compuesto por dirigentes del PCM como Rafael Carrillo y los emisarios de la Comintern, Federico Bach, Enrique Martin y Julio Ramírez.10
Blackwell, en su calidad de representante de la FJCM, votó a favor de la iniciativa tercerista, pese a las amenazas de expulsión que, según su testimonio, recibió por parte de Julio Ramírez.11 Durante el desarrollo del Congreso, los “terceristas” fueron derrotados. Pero la iniciativa de crear una nueva central sindical no pereció allí, sino que posteriormente fue ganando simpatizantes de mayor peso dentro del local del PCM ubicado en la Ciudad de México, como Hernán Laborde, David Alfaro Siqueiros, Úrsulo Galván, Jorge Fernández Anaya y Manuel Díaz Ramírez.
En agosto de 1928, la Comintern desestimó la propuesta tercerista. No obstante, Arnoldo Martínez Verdugo refiere que:
Cuando la decisión de la Comintern fue dada a conocer al Pleno del Comité Central sobre este asunto, estalló una sublevación general y aquellos que hablan de una subordinación incondicional a la Internacional Comunista deben saber que el Comité Central del partido aprobó rechazar la directiva de la IC y lanzarse por la senda de una nueva central sindical (Martínez, 1985, p. 91).
Según Blackwell, pese a que el PCM aprobó esta propuesta sindical, Mella fue hostigado y acusado de “trotskista” en el mismo Pleno (Gálvez, 1986, p. 50-51). Esta tensión que se suscitó entre la Comintern y la mayoría del Comité Central del PCM, así como las prácticas coercitivas que se emplearon para intimidar a los “terceristas”, fueron nodales porque sentaron un precedente en la configuración del pensamiento que se oponía a la línea política proveniente de Moscú. En este caso podemos situar el pensamiento y la actuación de Blackwell, así como el de los futuros oposicionistas, dentro del proceso de autonomía que le permitió a los comunistas mexicanos “ganar espacios, insertándose en diversas organizaciones y establecer alianzas con grupos o personas que perseguían también objetivos de equidad y justicia social” (Ortiz, 2016, p. 68).
Pero Blackwell no fue el único militante que tuvo desacuerdos con los emisarios de la Comintern. Desde 1928, algunos de sus compañeros de la FJCM, tuvieron desencuentros con los representantes del Comité Central del PCM, particularmente con Vittorio Vidali (alias E. Sormenti).12 Por ejemplo, José Gallardo y Ambrosio González, los delegados juveniles que participarían en el V Congreso de la Internacional Juvenil Comunista, querían ofrecer un informe que mostrara los avances y las necesidades de la FJCM, acorde con el particular contexto mexicano. Sin embargo, Sormenti incidió para que Gallardo y González cambiaran sus argumentos, enalteciendo la imagen de la FJCM (Claraval, 1944, pp. 89-91). Este incidente propició que ciertos jóvenes del Comité Central pusieran en tela de juicio la supuesta probidad con la que se decían conducir los emisarios de Moscú en México (Claraval, 1944, pp. 89-91).
El PCM dejó de tolerar este tipo de desavenencias conforme entró en vigor el “giro a la izquierda” y en la medida en que radicalizó su postura en contra de los gobernantes mexicanos.
Por ejemplo, la FJCM durante su III Congreso Nacional, que se llevó a cabo clandestinamente en Mixcoac, diseñó un programa que tenía dos objetivos principales: la creación de secciones juveniles entre los jóvenes campesinos y la promoción de una campaña antimilitarista al interior del Ejército mexicano (Claraval, 1944, pp. 122, 134).13 Esta campaña antimilitarista resultó ser el punto de inflexión para la FJCM, pues en unos cuantos meses les acarreó consecuencias perniciosas a sus integrantes y ello derivó paulatinamente en la formación de la Oposición Comunista de Izquierda (Claraval, 1944, p. 134).
Blackwell fue el único militante que desaprobó la línea política del III Congreso Nacional Juvenil. Al no poseer las actas que se expidieron en el referido Congreso, no podemos exponer con certeza cuales fueron sus argumentos, pero de acuerdo con el testimonio que dejó Bernardo Claraval, exmilitante de la FJCM, el Comité Central, que estaba controlado por Sormenti y Matlin,14 terminó acusándolo de trotskista (Claraval, 1944, p. 150).
Por ello, Blackwell viajó a Estados Unidos, y durante esa estancia creó vínculos con la Communist League of America (CLA), que se creó en Chicago en mayo de 1929.15 De vuelta a México, Blackwell ratificó su oposición a la línea táctica adoptada por la FJCM. Finalmente, en una asamblea extraordinaria del Comité Central de la Juventud, presidida por Sormenti, Matlin y Rafael Carrillo, Blackwell fue expulsado (Claraval, 1944, p. 151).16
Mientras tanto, conforme transcurría el año 1929, la hostilidad política que existía entre los comunistas y el gobierno de turno aumentaba con velocidad (Ortiz, 2016, p. 72). En consecuencia, la campaña antimilitarista fue el pretexto para que el gobierno mexicano pasara de la vigilancia y hostigamiento a la represión sistemática de los militantes comunistas. A finales de 1929, varios jóvenes del Comité Central de la FJCM que efectuaron la campaña antimilitarista, así como varios dirigentes del PCM (mexicanos y extranjeros), fueron detenidos arbitrariamente por agentes de la Jefatura de Operaciones Militares del Valle de México y la policía. Como lo hizo evidente Rina Ortiz, todos los detenidos fueron acusados de labor sediciosa y de conjurarse para asesinar al presidente Pascual Ortiz Rubio (Ortiz, 2016, p. 73).
Particularmente Saturnino Ortega y Jorge Piñó Sandoval, ambos de la FJCM, fueron obligados a confesar que planeaban un atentado en contra de Ortiz Rubio. Saturnino Ortega fue incomunicado y sus declaraciones fueron tergiversadas por el jefe de los agentes “para fabricarle un complot” (ídem, p. 73). De acuerdo con los testimonios consultados por Rina Ortiz:
Nunca pudo probarse fehacientemente el supuesto complot, pero dio pábulo para numerosas detenciones, entre ellas las de extranjeros acusados de intentar subvertir el orden. (ídem, p. 73)
El 28 de diciembre fueron detenidos otros 12 comunistas, todos extranjeros; entre ellos se encontraba David Halperin, de origen judío y miembro del Comité Central de la FJCM (ídem, p. 73). Hubo un detenido más, que apareció con el nombre de Abraham Godfeder, pero que pensamos que se trató del neoyorkino Abraham Golod, quien también pertenecía a la FJCM y fue deportado a Estados Unidos por esas fechas (ídem, p. 73). Rina Ortiz señala que:
El 26 de enero de 1930 el Comité Central del Partido Comunista de México y el de la Federación de Juventudes Comunistas lanzaron un manifiesto a los Obreros, Campesinos y soldados de México y de América Latina, anunciando la ruptura de relaciones con la URSS. (ídem, p. 73).
Y con el atentado que sufrió Pascual Ortiz Rubio el 5 de febrero de 1930, fueron detenidos otros 28 comunistas, entre los que figuraban Saturnino Ortega, José Gallardo y Russell Blackwell (ídem, p. 74). Este último fue deportado a Estados Unidos el 26 de marzo de 1930. Por esas fechas también fueron detenidos Eduardo Calero, Manuel Rodríguez y Juan de la Cabada. Con esta serie de detenciones, el Comité Central de la FJCM quedó prácticamente desarticulado.
Blackwell y la OCI
Antes de su deportación, Blackwell inició la reorganización de la FJCM, bajo la bandera de la Oposición Comunista de Izquierda (OCI) en México. The Militant se congratulaba, en febrero de 1930, de que la OCI fuera el segundo grupo de oposición comunista en América Latina, después del surgimiento de la oposición argentina.17 La OCI estuvo integrada por varios miembros del Comité Central de la FJCM. Algunos de ellos habían logrado evadir a las autoridades, como Gustavo S. Ramírez, alias Bernardo Claraval, Guillermo Solís, Félix Ibarra, Ángel Ibarra y Alberto Martínez (Claraval, 1944, pp.156-157; Gall, 2012, p. 49). Sin embargo, otros más ingresaron a la OCI después de que fueran puestos en libertad, como por ejemplo, Eduardo Calero, Abraham Golod y Manuel Rodríguez (Claraval, 1944, pp.156-157; Gall, 2012, p. 49).
Incluso, aunque Blackwell fue deportado en 1930, continuó al frente de la oposición. En octubre de 1930, junto con Golod creó el boletín Claridad, órgano de la OCI, que circuló clandestinamente en México y se editaba en Nueva York. Tanto en The Militant, como en Claridad, Blackwell expuso “los errores de la dirección estalinista”, en referencia a “las contradicciones ideológicas y los reveses que trajo para la estructura interna del PCM, el viraje hacia el tercer período”.18
Blackwell estaba convencido de que la “crisis profunda” por la que atravesaban el PCM y la FJCM no se debía completamente al autoritarismo gubernamental, sino en gran medida a la línea “aventurera y oportunista” del Comité Central y los representantes de la Comintern, Matlin, Sormenti y Bach, quienes colocaron la táctica “estalinista” por encima del centralismo democrático y las realidades objetivas del movimiento obrero y campesino mexicano.19
En esa tesitura, Blackwell aprovechó el momento para avivar las tensiones que en su pasado reciente habían causado las polémicas dentro del PCM, como la negativa de la Comintern para crear una confederación independiente en el Congreso de abril de 1928 y la supuesta destitución de Mella del Comité Central del PCM, en septiembre de 1928, por sus ideas “trotskistas”, en relación con la creación de una nueva central obrera.20
Además, las experiencias carcelarias y las expulsiones que padecieron los jóvenes que ingresaron a la OCI le sumaron verosimilitud al balance crítico que elaboró Blackwell en The Militant y Claridad. Por ejemplo, Eduardo Calero, después de que fuera arrestado en 1929 y que cumpliera su condena en las Islas Marías, intentó reincorporarse a la FJCM, pero el Comité Central del PCM se lo impidió, por lo que ingresó a la OCI (Claraval, 1944, p. 148). Guillermo Solís tuvo un desencuentro con Sormenti y Matlin, cuando se abstuvo de votar a favor de la expulsión de Blackwell. Bernardo Claraval dijo sentirse “embaucado por las mentiras de Sormenti y Matlin” (ídem, p. 151). Otro militante que no ingresó a la OCI, pero que también fue expulsado de la FJCM por desacatar una orden que conllevaba cierto grado de peligro, fue Luis Islas García, uno de los delegados que participaron en el Congreso Mundial de la Federación Internacional Comunista (ídem, p. 155).
Pero, aunque la OCI tenía el propósito de “salvar lo que queda del partido y de la FJCM, regenerando el movimiento según los verdaderos postulados bolchevique-leninistas”, en la realidad tuvo una existencia difícil, marcada por las frecuentes salidas de sus integrantes, que la situaron al borde de la desaparición.21 Por ejemplo, algunos de los fundadores de la OCI abandonaron tempranamente el activismo socialista y, en general, cualquier militancia de izquierda, como fue el caso de Claraval, quien se convirtió en un ferviente católico. Jorge Piñó Sandoval, que militó por unos meses, se dedicó al periodismo (Claraval, 1944, p. 160; De Pablo, 2018, p. 358; A. Gálvez, comunicación personal, 10 de octubre de 2022).
De hecho, en octubre de 1931, la OCI se declaraba desorganizada. La misma Oposición de Izquierda Internacional (OII) comisionó a Manuel Fernández y Grandizo, alias Grandizo Munis, para que reorganizara la sección mexicana, ya que sus integrantes carecían de una formación política.22
Los escasos documentos que tuvimos a nuestra disposición indican que el Comité Ejecutivo de la Izquierda Española, encabezada por Francisco García Lavid, alias Henri Lacroix (que había asumido el reto de suministrar propaganda a las secciones latinoamericanas), logró introducir en México, con ayuda de Munis, la revista Comunismo, El Soviet y folletos diversos (Claraval, 1944, p. 224). No obstante, en junio de 1932 la comunicación entre Lacroix y Munis se deterioró, y poco tiempo después este último fue detenido y deportado, dejando inconclusa su misión en la OCI (Claraval, 1944, p. 157; Gall, 2012, p. 52).
Por su parte, Blackwell apareció, en octubre de 1930, como el representante de la organización mexicana ante el Secretariado Provisional Internacional de la Oposición Comunista.23 En 1933, el estadounidense desarrolló un extenso análisis de la situación política en América Latina y de las oportunidades revolucionarias que en dicha región se le presentaban a los movimientos obreros y campesinos de Cuba, Brasil, Colombia, Perú y México.24
Los últimos textos que localizamos de Blackwell y que aparecieron en The Militant, ofrecen un cuadro amplio del sistema político mexicano y del papel reaccionario de los partidos políticos, así como del incremento de las rebeliones campesinas que luchaban a favor del ejido y de la propiedad comunal.25 En 1934 Blackwell rompió con el trotskismo y se vinculó con el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). En esta primera camada de jóvenes militantes se encontraban quienes vieron en el trotskismo una forma de romper con el liderazgo antidemocrático del PCM y, desde ese mirador, reorientar su propia trayectoria política.
La LCI y la disputa interna para formar un frente único
Durante los años 30 del siglo XX hubo acontecimientos políticos nacionales e internacionales que favorecieron el crecimiento de las izquierdas mexicanas. Por ejemplo, el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se caracterizó por impulsar la organización de los sectores obreros y campesinos. Además, la llegada de Cárdenas al poder coincidió con el cambio de táctica que se suscitó en la Comintern y que en su VII Congreso mundial de 1935 resolvió a favor del frente único, el cual tenía la misión de derrotar al fascismo, luego del arribo de Hitler al gobierno alemán en 1933 (Spenser, 2020, pp. 28-31). Como lo ha señalado Daniela Spenser, “esta resolución fomentó que hubiese una alianza entre el PCM, la CTM, cuyo líder era Vicente Lombardo Toledano, y con el gobierno representado por el Partido de la Revolución Mexicana (PRM)” (ídem, pp. 82-83).
Por su parte, el movimiento trotskista internacional se enfocó en la lucha por la creación de la Cuarta Internacional. Durante su preconferencia y conferencia de 1933, los trotskistas elaboraron un programa que incluía la lucha contra el fascismo y contra la política del “tercer período”; por ello adoptaron la política del “frente único” de los partidos obreros y concebían a la Unión Soviética como un estado obrero burocráticamente degenerado.26
En México, estas ideas fueron introducidas paulatinamente, ya que los trotskistas mexicanos, entre 1933 y 1934, permanecían como un grupúsculo que no tenía influencia significativa en el movimiento de masas, en comparación con sus rivales aglutinados en el Frente Popular, la versión mexicana del frente único establecido por la Comintern. Fue en este período en el que ingresaron al trotskismo nuevos militantes, como los profesores Octavio Fernández y Luciano Galicia, quienes fueron expulsados del Socorro Rojo Internacional (SRI) (Gall, 2012, p. 53-54). En 1934, con ayuda de Charles Curtiss,27 los trotskistas crearon Nueva Internacional, en la que introdujeron ciertos postulados establecidos por la Oposición Internacional relativos al frente único, la revolución permanente y el sindicalismo independiente (Fernández, 1986, p. 66; Gall, 2012, p. 57; Alexander, 1973, p. 182).
De hecho, en 1934, los trotskistas nombraron a su organización LCI, seguramente para homologarse con la LCI promotora de la IV Internacional, que resultó de la Conferencia de agosto de 1933, como las recientes investigaciones lo han confirmado para los casos chileno, argentino y brasileño (Schelchkov, 2020, p. 47; Camarero, 2020, p. 35; Prado y Lauria Monteiro, 2020, p. 63). Schelchkov encontró que el Secretariado Internacional (SI) manejaba una cifra de 30 o 40 miembros de la sección mexicana (2021, p. 124).
Pero en realidad se trataba de emprendimientos muy efímeros y no tan bien coordinados. Manuel Rodríguez, por ejemplo, uno de los pocos trotskistas que habían integrado la OCI desde 1930, mantuvo el vínculo con el movimiento trotskista internacional por medio de la revista Octubre, en la que se puede observar que en 1935 los mexicanos tenían conocimiento de la situación en Francia y concebían al gobierno de la URSS como un gobierno bonapartista (Gall, 2012, p. 61). A través de Octubre, los trotskistas buscaban establecer contacto con las otras secciones trotskistas latinoamericanas y europeas. Sin embargo, este medio de comunicación apenas alcanzó los cuatro o cinco números y, luego de su desaparición, Manuel Rodríguez abandonó la LCI y el trotskismo en general (Gall, 2012, p. 61).
El intento de la LCI por construir un frente único se suscitó con más claridad en 1936, cuando buscó pactar con el gobierno de Cárdenas para crear una Unión Obrera y Campesina Independiente, que asumiera el mando del Departamento del Trabajo, la jefatura del Departamento Agrario y tomara el control de la educación socialista, que impulsaba el cardenismo.28 En 1936, la LCI tenía un buró político encabezado por Luciano Galicia, Diego Rivera y Octavio Fernández.
Como representante de la LCI, Rivera lanzó el “Manifiesto del Comité de Acción Pro Unificación Obrera Campesina Independiente” en unión con la Casa del Pueblo, la cual estaba conformada por los sindicatos de reposteros, vaqueros, marmolistas, tabiqueros y ladrilleros, en su mayoría de la Ciudad de México y el Estado de México.29 Este manifiesto fue lanzado luego de que la Casa del Pueblo recibiera un ataque “del PCM, la CSUM y la Policía”, como producto de la campaña antitrotskista que emprendía el Frente Popular.30
Al no recibir una respuesta del gobierno, la LCI publicó un artículo en su periódico IV Internacional, que apareció en septiembre de 1936, en el que caracterizó al gobierno de Cárdenas como “burgués por el sistema de propiedad que lo sostiene” y “pequeño burgués” en cuanto a su composición institucional.31 Pero fue en 1937 cuando la LCI presentó su programa socialista, que contenía 16 puntos y que era una síntesis de las directrices que el movimiento por la IV Internacional había confeccionado entre 1933 y 1936, en sus respectivas conferencias internacionales. El programa de la LCI puede resumirse de la siguiente manera: la lucha contra la política del Frente Popular (PCM, PNR, CTM), la formación del partido obrero revolucionario, el establecimiento de la dictadura del proletariado, la creación del frente único de las organizaciones obreras, la lucha contra los procesos de Moscú y el fascismo, así como el impulso hacia los jóvenes socialistas.32
No obstante, el método que la LCI eligió para articular el frente único le ocasionó fuertes controversias internas que terminaron en rupturas y sanciones. Entre 1935 y 1937, México atravesaba por un proceso inflacionario que había encarecido el costo de la vida.33 Para la LCI, los culpables eran los “comerciantes españoles fascistas y sus correligionarios mexicanos” que “le robaban a la clase trabajadora de México millones de pesos”, para destinarlos al abastecimiento de armas de “los mercenarios asesinos… Mola, Franco y compañía”.34
Para demostrar que este supuesto “contubernio fascista” era un hecho, los trotskistas, en septiembre de 1936, en el marco de las funciones del Comité de Unificación Obrera y Campesina Independiente, propusieron la formación de “Comités de Acción contra el encarecimiento de la vida y la explotación capitalista”, en las fábricas, talleres, haciendas, escuelas y vecindades, cuya finalidad era presionar al gobierno mexicano para que tomara “medidas prácticas” al respecto. A esta táctica, que estuvo ligada a la “lucha por la elevación de la vida del proletariado”, se le llamó “acción directa”.35 Como se verá más adelante, Luciano Galicia fue el autor de este método de acción.
De hecho, según Robert Alexander y Olivia Gall, la LCI en mayo de 1937 hizo un llamado para “asaltar tres o cuatro grandes almacenes”, emplear medidas de sabotaje como “acción directa” contra el alto costo de la vida y convocar a una huelga general (Alexander, 1973, p. 188; Gall, 2012, pp. 203-218). Cuando Trotsky, que ya estaba radicado en México, se enteró de esta táctica, la rechazó tajantemente:
El llamado es antimarxista, falso y aventurero. Pero no sólo eso: para esta política errónea, los autores del llamado eligieron una fórmula que parece creada especialmente para servir a los planes stalinistas.36
Hay que recordar que entre 1936 y 1937 la campaña antitrotskista nacional e internacional sostenía que Trotsky era el “jefe de la contrarrevolución mundial” (2 de enero de 1937, p. 1).37 Además, en marzo de 1937, en la Ciudad de México, se creó la Comisión Dewey para la investigación sobre los procesos de Moscú y Trotsky temía que cualquier osada declaración de alguno de sus seguidores complicara su defensa.
Por lo tanto, Trotsky pidió que una comisión especial examinara las actividades de la LCI. Pero fue a inicios de 1938 cuando una delegación del SI encabezada por James P. Cannon e integrada por Vincent R. Dunne y Max Schachtman, quienes militaban en el Socialist Workers Party (SWP) (Gall, 2012, p. 209; Alexander, 1973, p. 190) descubrió que los trotskistas mexicanos se habían escindido en tres grupos, uno dirigido por Galicia,38 otro por Rivera39 y uno más por Fernández.40 Estos últimos, Rivera y Fernández, mantenían una alianza política y estaban confrontados con Galicia porque diferían en los métodos para crear y hacer triunfar a la Unión Obrera y Campesina Independiente, es decir su frente único.
En síntesis, el grupo de Galicia proponía que la Oposición Sindical Revolucionaria, que la LCI había creado en el Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción (SUTC), debía ingresar a la CTM y no a la Casa del Pueblo, como lo proponía Rivera. Para Galicia, “el aislamiento provocó la derrota de la Oposición Sindical” y del SUTC, ocasionando el surgimiento de “un pequeño Sindicato Unitario de Trabajadores de la Industria de la Construcción (SUTIC)”.41 Sin embargo, para Octavio Fernández la estrategia de Galicia se encaminaba hacia una alianza con sus enemigos en el Frente Popular. Según Fernández, Galicia, al no conseguir su objetivo, rompió con el SUTC y formó “microsindicatos rojos” que destruyeron a la organización.42 Y el último punto y el más controversial, es decir el de la acción directa, fue defendido exclusivamente por Galicia, y esto le valió el repudio de Trotsky y de toda la comisión estadounidense.
Los representantes del SI no consiguieron ponerle fin a las disputas internas que había en la LCI, por el contrario, esta permaneció desarticulada, y no había conversaciones de reconciliación entre los bandos opuestos. Pero la información que Cannon recabó en México fue suficiente para que el problema interno de la LCI se discutiera en la Preconferencia Panamericana y Oriental, que tuvo verificativo en Nueva York, en mayo de 1938. Allí se desconoció al grupo de Galicia y se designó a Charles Curtiss como el encargado de reorganizar la sección mexicana.43
El plan que trazó la Preconferencia tenía el propósito de excluir a Galicia de la LCI “durante el período prescrito de un año y que se abstuviera de cualquier interferencia” en la reestructuración.44
En una carta fechada el 21 de junio de 1938, Cannon le ratificó a Curtiss que para el Buró Panamericano (BPA) el grupo de Galicia era “el elemento más pernicioso” de la LCI, ya que Galicia (Blanno) le parecía “cada vez más como un mezquino demagogo, quien evidentemente había sido educado por largo tiempo en la escuela estalinista”.45 Esta misma postura, e incluso los detalles del conflicto interno de la LCI mexicana, le fueron transmitidos a aquellas secciones trotskistas que cuestionaron la resolución de la Preconferencia Panamericana. Por ejemplo, el Partido Bolchevique Leninista de Cuba salió en defensa de los trotskistas mexicanos, por lo que el BPA le envió una extensa explicación del conflicto que predominaba en la sección mexicana.46
El BPA culpó totalmente a Galicia de la mala situación por la que atravesaba el trotskismo mexicano.47
De hecho, parte de la misión de Curtiss consistía en convencer a los trabajadores de permanecer en la Cuarta Internacional, pero siempre y cuando rompieran cualquier relación política con Galicia.48
Por otra parte, mientras que la imagen de Galicia era condenada públicamente por el BPA, el grupo de Fernández se proyectaba con “más posibilidades a futuro”, pues sus integrantes serían “reeducados y reintegrados eventualmente” a la LCI.49
Mientras tanto, Rivera fue absuelto de cualquier acusación en su contra:
En el pasado, como usted sabe, el camarada Rivera ha brindado ayuda financiera a la sección mexicana con su habitual generosidad. Pero Galicia manipuló este hecho, asegurando que Rivera planeaba dominar la organización, por medio de sus contribuciones económicas.50
Asimismo, el BPA depositaba en la Casa del Pueblo, que también tenía nexos con Diego Rivera, amplias expectativas para impulsar la reestructuración de la LCI:
Tenemos la clara impresión de que esta central cuenta con candidatos muy serios y responsables que pueden integrar la Cuarta Internacional, a diferencia del círculo sectario de Galicia.51
Cannon le enfatizaba a Curtiss que en todo momento hiciera valer su autoridad y la disciplina del partido. Curtiss llegó a México el 4 de julio de 1938 y trabajó diligentemente en la reconstrucción de la LCI. Para el BPA, era una prioridad que su delegado resolviera el problema mexicano, porque sentaría un precedente en la coordinación de las secciones latinoamericanas, como parte de los objetivos que se plantearon en la preconferencia del BPA de la IV Internacional.
El caso mexicano finalmente fue resuelto en la Conferencia de Fundación de la IV Internacional, verificada en Périgny, en la afueras de París, el 3 de septiembre de 1938. Allí Galicia y Fernández fueron responsabilizados por haber causado “el error más grande en descrédito de la IV Internacional en México y haber impedido un sano desarrollo de nuestra sección mexicana”.52 Ambos debían permanecer fuera de cualquier puesto directivo durante un año “si querían ingresar nuevamente a la LCI reconstituida”.53 En tanto que Diego Rivera se encontraría “bajo el control directo del Secretariado Internacional”.54
En los documentos relativos a la reestructuración de la LCI puede observarse que alcanzar acuerdos con los trotskistas mexicanos para nada resultó fácil. Curtiss tuvo que confrontar en diferentes ocasiones la reticencia de Galicia, quien le insistía al BPA y al propio León Trotsky que lo absolvieran de las acusaciones en su contra.55 Galicia no encontró más que el rechazo unánime de los dirigentes estadounidenses.
De hecho Curtiss, en 1939, cuando ya había conseguido acuerdos importantes entre las facciones mexicanas para reconstruir la sección mexicana, le solicitó al BPA la expulsión de Galicia de la nueva LCI:
Por el intento de implicar en las diferencias y dificultades al compañero LDT (León Trotsky), quien no ha tenido ninguna parte en ellas, un intento que puede únicamente apoyar al GPU y las fuerzas de la reacción en su derecho de asilo de LDT.56
Mientras tanto, Diego Rivera, hasta antes de su ruptura con la IV Internacional en 1939,57 tuvo el total apoyo del BPA y de León Trotsky. Por su parte, el grupo de Fernández fue reincorporado a la LCI reestructurada, ya que para Curtiss éste sólo tenía problemas de organización, pero acataba la resolución de la Conferencia de la IV Internacional.
Con estas sanciones y reacomodos, que tuvieron como punto de origen la organización del frente único, los trotskistas mexicanos cerraron un capítulo en su largo peregrinar, no obstante se les abriría uno más, en el que teóricamente les sería imperativo conducirse bajo las directrices del SI, aunque la realidad se les presentaría mucho más compleja que aquellas normas que dictaban los rígidos y cambiantes esquemas programáticos.
Conclusiones
El desarrollo del trotskismo en México, a lo largo del período que va de 1930 a 1938, es una expresión de la difícil ruta que recorrió una tendencia bolchevique disidente, emanada del Partido Comunista de la Unión Soviética y de la Comintern. Similar a la vida turbulenta y marginada de su figura insigne León Trotsky, los trotskistas en México, al igual que los otros grupos que llegaron a conformar el circuito de la IV Internacional, tuvieron que atravesar un derrotero marcado por la inestabilidad y la adecuación programática, tan propios de la activa recepción ideológica y del complejo dinamismo que suponía la puesta en práctica de la llamada plataforma de la OCI en 1929 y la plataforma de la LCI, a partir de 1934. La eficacia programática estaba condicionada por diferentes factores de organización, comunicación, número de militantes, intereses políticos, cohesión grupal, el tipo de gobierno que se encontrara en el poder y la preparación de cuadros.
El caso de los trotskistas en México es uno de los ejemplos de cómo estos factores fueron decisivos en el crecimiento o inestabilidad, en los avances o retrocesos de estos nuevos actores políticos. De entrada, la OCI surgió en un contexto de cambios estratégicos al interior del PCM (con la implementación del llamado “tercer período”) que se desplegaban para combatir la oleada anticomunista que emprendieron los gobiernos de Ortiz Rubio, Portes Gil y Abelardo Rodríguez. Las consecuencias de esa confrontación perjudicaron ampliamente a la FJCM, pues casi todo su Comité Central fue encarcelado.
El surgimiento de la OCI se debió en gran medida a la actitud crítica de jóvenes como Blackwell, que desde la FJCM cuestionaron el proceso de “bolchevización” del PCM y la Comintern, antes, durante y después de sus catastróficos resultados entre 1929 y 1930. Para los jóvenes de la OCI, como Blackwell, la Oposición de Izquierda rusa y la CLA, que criticaba “los errores de la dirección estalinista” y que reivindicaba un cambio de liderazgo y de rectificación programática en la Comintern y en los partidos comunistas, ofrecía una lectura precisa de la realidad.
De tal manera que la OCI, que posteriormente se convirtió en LCI, fungiera como un espacio juvenil de militancia, que si bien no tenía una presencia política de gran peso, permitió que los jóvenes que ingresaban a sus filas abanderaran un programa socialista que para ellos era democrático.
Al conformarse como una organización independiente, primero como OCI y luego como LCI, se notó que las coyunturas internacionales y nacionales obligaban a los trotskistas mexicanos a actuar muchas veces tomando decisiones que no se sujetaban a un proyecto político plenamente acabado e identificado, sino que el trabajo que estos hacían en conjunto con los militantes estadounidenses y españoles los obligaba a ceñirse a las pautas convenidas por el SI de la IV Internacional.
Aunado a ello, al tener a una mayoría comunista en su contra y dado que las represiones oficiales minaban sus escasos progresos, los mexicanos debían reiniciar muchas veces sus proyectos de manera desesperada y no muy bien organizada. Esto permitía que en las filas de la LCI prevalecieran visiones diferentes u opuestas acerca de cómo aplicar el programa trotskista a la realidad mexicana, como cuando se suscitó la polémica de la LCI en torno a la conformación del frente único en 1936.
Líderes como Luciano Galicia, que poseían una tradición sindicalista enraizada en las prácticas peculiares del contexto mexicano, fácilmente podían articular sus propios programas, independientemente de las directrices del SI y del BPA.
Por ende, los emisarios del SI (principalmente norteamericanos) intervenían constantemente en la sección mexicana, reestructurándola.
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1. Curtiss fue el emisario que el Buró Panamericano eligió para reestructurar la LCI mexicana, a finales de los años 30 del siglo XX. Manuel Aguilar Mora es dirigente de la Liga de Unidad Socialista y un personaje clave en la historia del trotskismo mexicano.
2. El “tercer período” o “clase contra clase”, de acuerdo con Marcela De Neymet, “partía del supuesto de que, en su conjunto, las organizaciones reformistas se habían solidarizado completamente con la clase burguesa” (De Neymet, 1981, pp. 54, 58). Durante el VI Congreso de la Internacional Comunista de junio a septiembre de 1928, se ratificó la lucha contra la democracia burguesa y sus partidos políticos (Carr, 1996, pp. 56-59).
3. Llamo oposicionistas a los integrantes de la Oposición Comunista de Izquierda y, ocasionalmente, los denomino trotskistas. Cuando este vocablo aparezca entre comillas se deberá a que sus opositores lo empleaban de forma peyorativa, pero cuando carezca de ellas se estará utilizando como una identificación de quienes seguían las ideas de Trotsky, la Oposición de Izquierda Internacional y la Liga Comunista Internacionalista.
4. James P. Cannon, Arne Swabeck, Martin Abern y Max Shachtman, “Platform of the Communist Opposition”, The Militant, 15 de febrero de 1929, p. 1.
5. Ibidem. pp. 1-2.
6. Ibidem. pp. 2-3.
7. No contamos con más información de primera mano de las posturas que tomó Blackwell previo a la polémica que estableció con los dirigentes del PCM.
8. En la cárcel permanecieron cinco días. En “Mitin Pro Sacco Vanzetti”, El Machete, 8 de julio de 1926, p. 3.
9. [Russell Blackwell], “La línea sindical”, Claridad, México, noviembre de 1930, nº 3, p. 4.
10. Federico Bach era Fritz Sulzbachner (Basilea, 1897), miembro del Comité Provisional de Organización de la sección mexicana del SRI. Durante su estancia en México en 1928 trabajó en el bureau estadístico (Jeifets y Jeifets, 2017, p. 70). Enrique Martin era Edgar Woog (1888, Liestal, Suiza), cuyo mote también era Alfred Stirner. En 1928 fue delegado del PCM en el VI Congreso de la Comintern (1928). Participó en la preparación del Congreso Latinoamericano y de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (Jeifets y Jeifets, 2017, p. 738). Para más información de este personaje véase Jeifets y Reynoso (2023, pp. 1361-1412). Julio Ramírez era Yulii Isakovich Rosovski (1906, Odessa), administrador del periódico El Machete en 1928. Representante del Comité Central del PCM en el Comité Central de la FJCM en 1929. Contribuyó a la expulsión de Blackwell de la FJCM (Jeifets y Jeifets, 2017, p. 611).
11. [Russell Blackwell], “La línea sindical”, Claridad, México, noviembre de 1930, nº 3, p. 4.
12. Vittorio Vidali (1900, Muggia, Trieste), miembro del PCM (1927-1930), trabajó en el CC del PCM, y en la FJCM. Representante del SRI en México y en los países del Caribe (Jeifets y Jeifets, 2017, p. 714).
13. Esta consistía en hacer propaganda en los cuarteles militares para hacer de los soldados “un instrumento para los comunistas en caso de represión armada” (Claraval, 1944, p. 134).
14. No cuento con datos certeros de Matlin. Quizás se trató de Boris Samoilovich, quien se desempeñó como secretario del 3º grupo de la Federación de la Juventud Comunista. Samoilovich pasó una estancia en México en 1929, aunque no se sabe con exactitud si en representación de la Internacional Sindical Roja (Profintern) (Jeifets y Jeifets, 2017, p. 448). Pero coincide con el año en el que Matlin tomó la dirección de la FJCM.
15. Russell Blackwell, “An opposition Group in Mexico Formed”, The Militant, 22 de febrero de 1930, p. 4.
16. Blackwell fue uno de los militantes defenestrados del PCM, en septiembre de 1929, junto con Diego Rivera, Luis G. Monzón, Enrique Flores Magón, Roberto Reyes Pérez, Federico Bach, Julio Cuadros Caldas, Gregorio Contreras y Luis Vargas Rea, como parte de la depuración que se consumó al interior de la Liga Nacional Campesina (Martínez, 1985; Peláez, 2016; Jeifets y Jeifets, 2017, p. 650).
17. Russell Blackwell, “An opposition Group in Mexico Formed”, The Militant, 22 de febrero de 1930, p. 4.
18. Russell Blackwell, “The Stalinization of the Mexican Party”, The Militant, 22 de febrero de 1930, p. 5.
19. Ibid.
20. Russell Blackwell, “Julio A. Mella”, The Militant, 15 de enero de 1931, p. 3, y “Julio A. Mella”, Claridad, México, nº 5, marzo de 1931, pp. 1 y 7.
21. Russell Blackwell, “The Stalinization of the Mexican Party”, The Militant, 22 de febrero de 1930, p. 5.
22. Carta de Eduardo Calero y Grandizo Munis (Oposición Comunista de Izquierda en México) al Secretariado Internacional de la OII, París, el 9 de febrero de 1932, en Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam (IIHSA), Inv. nº 1215. En https://search.iisg.amsterdam/Record/ARCH01483. Munis fue militante de la Oposición de Izquierda Española y colaborador de la revista Comunismo. De 1932 a 1933 fue miembro del grupo Lacroix. Véase http://www.sbhac.net/Republica/Personajes/Biografias/Guillamon/GCE_PER_[Guillamon]_GMunis.pdf.
23. “The Provisional International Secretariat of The Communist Opposition”, The Militant, 1 de octubre de 1930, p. 8.
24. Russell Blackwell, “The Military Revolt in Peru”, The Militant, 1 de septiembre de 1930, p. 1. “The Civil War in Brazil”, The Militant, 1 de noviembre de 1930, p. 8., “Alignment of Forces in Mexico”, The Militant, 23 de septiembre de 1933, p. 3.
25. “The Agrarian Question in Mexico”, The Militant, 4 de noviembre de 1933, p. 3.
26. “La préconférence de l’Opposition de gauche internationale”, Les congrès de la IV Internationale (manifestes, thèses, résolutions) 1. Naissance de la IV International (1930-1940), Montreuil, La Brèche, 1978, pp. 49-51.
27. Utilizaba el seudónimo de C. Charles, fue miembro del comité nacional del SWP y trabajó en estrecha colaboración con los partidarios mexicanos de la IV Internacional. Abandonó el SWP en 1951 y se unió al Partido Socialista. Tomado de https://www.marxists.org/espanol//trotsky/ceip/escritos/nombres/Curtiss%20Charles.htm.
28. “Manifiesto del Comité de Acción Pro-Unificación Obrera Independiente” (Velasco, 1980, p. 93).
29. Ibidem, p. 73.
30. Ibidem, pp. 74-75.
31. “Cárdenas hacia la derecha”, IV Internacional, 3 de septiembre de 1936, p. 1.
32. “Plataforma de la LCI”, IV Internacional, s/f., p. 1. Se infiere que la Plataforma fue publicada en 1937, porque en este ejemplar de IV Internacional hay una nota que critica al Congreso de Escritores y Artistas Revolucionarios, ligado a los partidos comunistas y que se llevó a cabo en Valencia en 1937.
33. “Cárdenas hacia la derecha”, IV Internacional, 3 de septiembre de 1936, p. 1.
34. “Acción Directa”, IV Internacional, segunda quincena de septiembre de 1936, p. 1.
35. Ibidem, p. 4.
36. León Trotsky, “Ruptura con la sección mexicana”, 12 de junio de 1937. Carta a Diego Rivera, véase en https://ceip.org.ar/Ruptura-con-la-seccion-mexicana-1.
37. El Machete, 2 de enero de 1937, p. 1.
38. El grupo de Galicia era diverso, y tenía a su lado a trabajadores de la construcción. Archivo Charles Curtiss (ACC), “Informe de Charles Curtiss, al Departamento Latinoamericano”, México, 2 de septiembre de 1938, foja 361-362.
39. El grupo de Rivera estaba conformado por integrantes del SUTC, como Genaro Gómez, Arturo Aramburu y Juan R. de la Cruz, que permanecían integrados a la Casa del Pueblo. ACC, “Informe de Charles Curtiss, al Departamento Latinoamericano”, México, 2 de septiembre de 1938, foja 363.
40. El grupo de Fernández estaba constituido por un pequeño núcleo formado por siete u ocho miembros que en su mayoría eran profesores y estudiantes, entre los que se encontraba su hermano Carlos Fernández, y se encargaba de realizar círculos de estudio en el interior del SUTC. El grupo de Fernández se encargaba también de organizar la guardia que protegía a Trotsky en Coyoacán. ACC, “Informe de Charles Curtiss, al Departamento Latinoamericano”, México, 2 de septiembre de 1938, foja 361.
41. ACC, “Carta de Luciano Galicia a León Trotsky”, México, 25 de diciembre de 1938, foja 403.
42. ACC, “Carta de Charles Curtiss a Robert J. Alexander”, California, 10 de julio de 1970.
43. M.S., “All-American –Pacific Pre-conferencia of the Fourth International”, Socialist Appeal, 4 de junio de 1938, p. 2.
44. ACC, “Carta de James P. Cannon a Charles Curtiss”, 21 de junio de 1938, foja 351.
45. Ibidem.
46. ACC, “Carta al Partido Bolchevique Leninista de Cuba”, Nueva York, 28 de julio de 1938, foja 355.
47. Ibidem.
48. ACC, “Carta de James P. Cannon a Charles Curtiss”, 21 de junio de 1938, foja 351.
49. Ibidem.
50. Ibidem, 352.
51. Ibidem.
52. León Trotsky, El Programa de Transición y la fundación…, p. 66, y “On the Mexican Question”, Socialist Appeal, órgano del Socialist Workers Party, Nueva York, 22 de octubre de 1938, nº 46, p. 12.
53. Idem.
54. Idem.
55. ACC, “Carta de Luciano Galicia a León Trotsky”, México D.F., 25 de diciembre de 1938, foja 402.
56. ACC, “Carta de Charles Curtiss al Buró Panamericano y al Secretariado Internacional”, s. l., 7 de enero de 1939, foja 432.
57. Entre otras cuestiones, porque actuando en contra de las resoluciones de la LCI apoyó la precandidatura de Francisco J. Múgica primero y después la candidatura de Andrew Almazán, durante las elecciones presidenciales de 1939.