Presentación del dossier
Universidad Nacional de San Martín – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Buenos Aires, Argentina
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ORCID: 0000-0003-4316-4091
La historia del movimiento obrero chileno a inicios del siglo XX, así como el origen y desarrollo del socialismo y el comunismo, difícilmente pueden entenderse sin considerar la vida y la obra de Luis Emilio Recabarren Serrano. La aparición del presente dossier se produce a cien años de su inesperada muerte, acontecida el 19 de diciembre de 1924.
Tipógrafo de oficio y con apenas 18 años, en 1894 pasó a formar parte de uno de los primeros partidos que, mediante una política liberal de avanzada y reformista, reivindicó en su programa “la emancipación social, política y económica del pueblo” (Artículo 1º del Programa del Partido Democrático, 1889). El Partido Democrático (PD), donde Recabarren militó hasta 1912, llegó a tener una significativa inserción en las primeras organizaciones populares de artesanos y obreros calificados, sobre todo en sociedades mutuales y mancomunales.
Con el paso de los años, Recabarren logró una notable reputación como periodista obrero y, en el norte salitrero, se consagró como un importante dirigente político y social. Estando a cargo de la edición de El Trabajo, periódico de la Sociedad Mancomunal de Obreros de Tocopilla, adquirió gran prestigio en circunstancias en que el país atravesaba un nuevo ciclo de conflictividad a inicios de 1904. La razia represiva que allí tuvo lugar llevó a Recabarren a la cárcel por primera vez. Tiempo después de ser liberado bajo fianza, llegó a presidir tanto esa mancomunal como la agrupación demócrata local. En marzo de 1906 fue electo diputado por el distrito de Antofagasta, Taltal y Tocopilla. No obstante, y pese a triunfar nuevamente en la repetición de esos comicios, su escaño no fue ratificado por el Congreso Nacional.
Meses después de su frustrada elección fue finalmente condenado a presidio. No dispuesto a soportar ese trance, Recabarren escapó a Buenos Aires a fines de 1906. A su llegada, pasó a formar parte de las filas del Partido Socialista argentino. Así inauguró una fase que, en dos años, lo llevó a su plena adscripción al socialismo.
El Chile donde vivió Recabarren era un país fisurado por las contradicciones de un desarrollo capitalista que, en base a una industrialización incipiente, hizo de la exportación de materias primas su sector más dinámico. Con motivo del primer Centenario, el dirigente obrero denunció que el crecimiento asociado al salitre estaba agudizando las grandes desigualdades que, desde hacía un siglo, se venían arrastrando entre ricos y pobres (Recabarren, 2010, p. 5 y ss.). En circunstancias en que esta crisis –llamada “cuestión social”– marcó la discusión pública para todas las fuerzas políticas, trabajadores de ambos géneros adoptaron formas de organización y de lucha cada vez más reivindicativas frente al Estado y el capital. La politización del movimiento obrero no solo expresó la inserción de sectores que apostaban por la conciliación social, sino también el desarrollo de las ideologías emancipatorias y la aparición de sus primeras vanguardias políticas. Recabarren fue uno de los principales precursores de un socialismo y, más tarde, de un comunismo de profunda raigambre obrera.
Durante su residencia en Argentina, incitó a sus correligionarios demócratas a impulsar un cambio de rumbo con un nuevo programa, mientras en su partido se desarrollaba una lucha fraccional donde el sector disidente ya venía evolucionando hacia posiciones socialistas. En 1907, por iniciativa propia, tomó contacto con la Internacional Socialista para solicitar el ingreso del PD. A la postre, sin embargo, la reunificación de las fracciones demócratas frustró los intentos de Recabarren por lograr un viraje hacia el socialismo.
A inicios de 1911, y tras una gira por gran parte de Chile, Recabarren retornó al norte salitrero esperando encontrar allí un terreno más fértil para su cruzada. En Iquique rearmó el centro demócrata bajo una impronta socialista, lo que al poco tiempo redundó en una nueva lucha fraccional en el PD. A partir de marzo de 1912, la base política que hasta entonces había forjado con su grupo animó a Recabarren a encaminar el rumbo hacia la ruptura. El Partido Obrero Socialista (POS), fundado en junio de ese año, en adelante dirigió sus esfuerzos a consolidar la unificación de las agrupaciones socialistas del país y, sobre todo, a proyectar su acción en la clase obrera. En mayo de 1915, el POS celebró su primer congreso nacional ratificando el nombre, un estatuto orgánico y un programa mínimo.
En 1919, el POS hacía un balance favorable de lo que era su principal objetivo estratégico en el mundo de los trabajadores: la Federación Obrera de Chile (FOCH). Siendo una de las mutuales más importantes del país, el avance de las posiciones socialistas en la FOCH fue de la mano con su reorientación al sindicalismo y, sobre todo, con el lugar de vanguardia que muchas veces la militancia del POS ocupó en las luchas reivindicativas. En Antofagasta, Recabarren llegó a ser secretario general de la regional fochista y, desde ese cargo, impulsó su imbricación con el POS combinando la actividad sindical y la participación política. Esta estrategia fue pavimentando el camino que, al calor de las turbulencias avivadas por los embates económicos de la Primera Guerra Mundial y la profundización de la crisis del salitre, culminó en diciembre de 1919. En la tercera convención nacional se concretó el predominio socialista en la dirección de la FOCH y su definitiva transformación en una central sindical, revolucionaria, abierta a mujeres y hombres sin importar su oficio. Tal conquista permitió al POS echar raíces en la clase obrera organizada y, con ello, alcanzar en el norte salitrero una importante base electoral que en 1921 le valió sus primeros diputados. Uno de ellos, el propio Recabarren.
La radicalización ideológica del POS y su incorporación a la Tercera Internacional en enero de 1922 no hicieron una tabula rasa en este partido. Frente al desafío que significaba una conflictividad creciente y la gran acogida que estaban teniendo la prédica populista del presidente Arturo Alessandri Palma, la fundación del Partido Comunista de Chile (PCCH) expresó el triunfo de las posiciones de Recabarren en desmedro de quienes propusieron formar un nuevo partido a partir de la fusión con la FOCH y el PD. Tal paso fue parte de la construcción de una cultura política que dio continuidad al POS más allá del POS y, con ello, el nacimiento de un peculiar comunismo. De este modo, adquirió trascendencia histórica una experiencia social, política y cultural que hizo del PCCH, aun sin su principal líder, un partido inmerso en el movimiento obrero y con una temprana inserción en el sistema político.
Con todo, resulta innegable la influencia de Recabarren en la articulación de una de las vanguardias de la clase obrera organizada que, a la postre, dio origen a los primeros partidos marxistas en Chile. Independientemente de los títulos de paternidad más propios de la política, la historiografía especializada ha reconocido su importancia en reiteradas veces, hecho que no ha sido cuestionado en estudios que han buscado “desrecabarrenizar” la historia del POS desplazando el marco geográfico hacia el centro y el sur del país (Navarro, 2017) o que, por otro lado, han centrado la mirada en la FOCH (Matus, 2009). Sin duda, Recabarren es una figura difícil de eludir por más que se busque mostrar otros liderazgos en dicha corriente. Como han dado cuenta numerosas obras, su biografía es indisociable de la historia del movimiento obrero (Jobet, 1955; Pinto, 2013; Simon, 2024) y, a su vez, la historia del socialismo y del comunismo no termina de entenderse sin Recabarren (Massardo, 2008; Grez, 2011; Barnard, 2017).
A nuestro parecer, esta imbricación entre historia y biografía ha hecho de Recabarren un objeto de disputa político-historiográfica. En 1956, Hernán Ramírez Necochea criticó a Julio César Jobet por la forma como caracterizó, en su libro Luis Emilio Recabarren (1955), la adscripción del dirigente socialista al comunismo. Tratándose de una de las primeras biografías, resulta elocuente que Jobet reivindicara allí –en polémica con el PCCH– el patrimonio político de Recabarren en favor del socialismo chileno (Villar, 2020, pp. 142-144). Décadas después, Jaime Massardo, en una exhaustiva obra sobre el itinerario intelectual del líder obrero, consideraba que el sentido de su investigación radicaba en el acceso a una síntesis de la cultura política de izquierda previa al quiebre histórico de 1973 (2008, p. 278). En sintonía con esta visión, Julio Pinto y Rolando Álvarez han planteado que, en los discursos y las prácticas políticas del POS y su principal dirigente, se encontraría el germen de la vieja izquierda gradualista y su proyecto político, la “vía chilena al socialismo” (Álvarez, 2011, pp. 32 y ss.; Pinto, 2013, p. 10). Por su parte, Gabriel Salazar ha reivindicado a un Recabarren representante de una lucha popular-nacional ajena a la “estatalidad” y las “ideologías extranjeras” de los partidos políticos de izquierda (1994, p. 62; 2023, p. 13). Hoy vemos que el debate por el significado de Recabarren en la historia de la izquierda chilena está lejos de agotarse.
El presente dossier busca aportar al estudio de los vínculos de Recabarren con la izquierda socialista-comunista de inicios del siglo XX, tomando como eje la figura del líder obrero. Junto con dar a conocer aspectos poco explorados de su trayectoria –incluso post mortem–, los artículos aquí reunidos profundizan en algunas aristas que desde 1917 fueron forjando el particular comunismo chileno. Sergio Grez Toso, en ese sentido, aborda la evolución ideológica de Recabarren y nos presenta el contenido teórico de nociones claves de su etapa comunista. Al respecto, el autor da cuenta del carácter heterodoxo de estas concepciones advirtiendo su correlación con la radicalización política que marcó el nacimiento y los primeros años del PCCH. Por su parte, Ximena Urtubia Odekerken examina las ideas de Recabarren sobre la politización obrera y, con ello, el origen de una estrategia sindical que pavimentó la inserción del POS y el PCCH en la clase obrera organizada. La autora analiza el impacto que tuvo la estadía que el dirigente socialista realizó en Argentina entre 1916 y 1918, develando la constitución de ese país como un espacio de referencia tan importante como lo fue Rusia para el tránsito al comunismo. Finalmente, Jorge Navarro López indaga en las primeras reacciones que provocó el suicidio de Recabarren y, sobre todo, en las representaciones y acciones conmemorativas que buscaron establecer la filiación comunista de su patrimonio político. A través de tal repertorio simbólico, el PCCH promovió, como demuestra el autor, la opción por la política institucional frente al desafío que significó el avance de la regulación de las relaciones laborales y el surgimiento de una colectividad política de trabajadores tributaria de la armonía social. Más allá de esta coyuntura, la consagración de Recabarren en el panteón del movimiento obrero fue parte del desarrollo de una tradición partidaria que, sobre todo en los 30, se situó en el centro del debate que trajo consigo la alineación del PCCH con la Tercera Internacional.
Con todo, este dossier pretende contribuir a un campo de estudios que, pese a su vasto acervo, aún tiene vetas por explorar. Los cien años de la muerte de Recabarren han motivado la publicación de nuevos libros, entrevistas y notas de prensa, además de un sinnúmero de charlas y conversatorios, que han actualizado la pregunta por su significado en nuestra historia reciente. Este dossier forma parte de ese impulso.
Bibliografía
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Massardo, J. (2008). La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren. Contribución al estudio crítico de la cultura política de las clases subalternas de la sociedad chilena. Lom.
Matus, M. (ed.) (2009). Hombres del metal. Trabajadores ferroviarios y metalúrgicos chilenos en el Ciclo Salitrero, 1880-1930. Ediciones Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile.
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Salazar, G. (2023). Prefacio. En G. Salazar y N. Muray, Recabarren. Drama político: deliberación, soberanía, tragedia (pp. 11-15). Ceibo.
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