Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 24
marzo 2024 - agosto 2024
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

Massimo Modonesi, Gramsci y el sujeto político. Subalternidad, autonomía, hegemonía. México: AKAL/UNAM, 2023, 192 pp.


Hernán Camarero

Universidad de Buenos Aires – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Buenos Aires, Argentina
hercamarero@gmail.com
ORCID: 0000-0002-5876-1772
DOI 10.46688/ahmoi.n24.455

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Antonio Gramsci sigue siendo una figura en disputa. Además de su carácter de dirigente político, fue uno de los intelectuales orgánicos más preclaros del marxismo revolucionario, unido a la experiencia de la clase obrera y del naciente Partido Comunista de Italia (PCI) de la primera posguerra. Su existencia tuvo una deriva dramática tras la irrupción del fascismo que, en violación de la inmunidad parlamentaria, lo recluyó en inhóspitas prisiones desde 1926 hasta su muerte en 1937. Sus Cuadernos de la cárcel muchas veces terminaron interpretados y difundidos, sobre todo en las últimas décadas, desde lecturas despolitizadas, posmarxistas, reformistas o, incluso, como las de Norberto Bobbio, liberal-democráticas. Distante de estas perspectivas, el presente libro de Massimo Modonesi sale al ruedo de este permanente debate y representa un aporte decisivo en la faena de rescatar en otro sentido al comunista sardo: no solo como la expresión de una trayectoria vital, heroica y trágica, que conjugó la razón y la pasión con el fin de entender y sentir la causa de los explotados; Gramsci es ubicado como referencia ineludible para una revalorización del marxismo como filosofía de la praxis y, más específicamente, para la comprensión de los procesos de subjetivación política en relación con las dimensiones subalternas, autónomas y hegemónicas. Si el líder del PCI reflexionó como pocos acerca de la lucha en el reflujo, quizás sus contribuciones sean apropiadas para contribuir a cambiar la difícil correlación de fuerzas sociales imperante.

Modonesi, historiador, politólogo y sociólogo nacido y formado académicamente en Roma, pero que desenvuelve su carrera universitaria y su compromiso político en México desde hace dos décadas, además de sus publicaciones sobre el marxismo, las izquierdas y los movimientos sociopolíticos latinoamericanos, ya realizó contribuciones significativas acerca de las problemáticas gramscianas. Lo había hecho con su libro Horizontes gramscianos. Estudios en torno al pensamiento de Antonio Gramsci (2013), pero los volúmenes sobre esta temática se multiplicaron en los años siguientes. En 2022 editó Diccionario Gramsciano y Revolución pasiva. Una antología de estudios gramscianos. La obra que aquí reseño se vincula directamente con otras dos anteriores: Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismos y subjetivación política (2010) y El principio antagonista. Marxismo y acción política (2016). En ciertos aspectos, el actual libro muestra el movimiento y la reconsideración de algunas de sus argumentaciones en torno a la cuestión del sujeto político, en la perspectiva de superar ciertas limitaciones en los análisis de la sociología política y las teorías de la acción colectiva, bien lejos de concepciones culturalistas y discursivistas.

En Gramsci y el sujeto político se trasluce un examen sistemático y original de los Cuadernos…, que condensan lo fundamental de la apuesta estratégica e intelectual del comunista italiano. Modonesi eligió interpretar este particular escrito carcelario como una obra articulada y coherente, a pesar de su evidente carácter de elaboración fragmentaria, abierta y ramificada en múltiples tópicos aparentemente circunstanciales. No pocos autores convirtieron a estos últimos en aforismos que desnaturalizaron el contenido y desatendieron el contexto y la lógica de estos escritos. La conformación de una voluntad política colectiva, proyectada hacia la autonomía y la hegemonía, desde la subalternidad, o sea, la gestación de un sujeto organizado y portador de una concepción del mundo capaz de impulsar una revolución social y una reforma moral e intelectual: he aquí el corazón del proyecto marxista y el modelo de acción política que Modonesi reconoce en los apuntes gramscianos. No lo reconstruye atendiendo tanto a la dimensión diacrónica de aquellas elaboraciones sino a partir de una reconstrucción teórico-conceptual.

El autor afirma que quienes difundieron la noción de hegemonía, en general, lo hicieron por fuera de la subjetividad política, pues el acento estuvo en el estudio de la eficacia de la dominación, en el “asujetamiento”. Esa lista podría abarcar a Louis Althusser, Nicos Poulantzas, Michel Foucault, Raymond Williams, Stuart Hall, Juan Carlos Portantiero, José Aricó, René Zavaleta y Ernesto Laclau, o los hindúes de los subaltern studies. Y quienes sí pensaron los problemas de la subjetivación política no lo hicieron en los términos del director de L’Ordine Nuovo o carecieron de gran consistencia teórica. Reinaron las visiones esencialistas, cuyo peso interpretativo se inclinó hacia un lado u otro de la ecuación gramsciana, alternándose los abordajes “subalternistas” (el caso de los poscolonialistas, que parecen reconocer solo víctimas derrotadas o marginales) o los “hegemonistas” laclausianos o populistas de izquierda. Ambas variantes desplazaron y descentraron respectivamente hacia abajo o hacia arriba la cuestión del sujeto.

¿El libro de Modonesi ofrece una respuesta completa acerca de las razones que explican esta indisposición y dificultad teórica de tantos a vincular hegemonía y subjetivación política desde Gramsci? Solo señala algunas pistas. Una de ellas, el impacto de cierta crisis del marxismo desde los años 70 y 80, que desestimó la raíz marxista y leninista de la cuestión de la subjetividad, abandonando la posibilidad de evaluar la constitución política del sujeto histórico proletario. Y, además, la tendencia que hubo a contraponer un aparente “subjetivismo voluntarista” del Gramsci consejista de inicios de los años 1920 al supuesto pensador de corte más marxiano de los Cuadernos… durante su ciclo de martirio fascista (1929-1935). Es por ello que la idea de la hegemonía como subjetivación política fue considerada menos original frente a la noción ampliada de hegemonía, la cual sí fue resaltada como una contribución a la teoría política en general. Esta posición, y el autor lo señala bien (en diálogo con otros trabajos, como los viejos aportes de Valentino Gerratana y los más recientes de Guido Liguori, Giuseppe Vacca, Fabio Frosini y Giuseppe Cospito), parece olvidar que la idea gramsciana implicaba una crítica de la hegemonía burguesa, pues era un ejercicio que pretendía la construcción de otra hegemonía que negara y superara a la vigente. Un careo necesario puede imponerse aquí con la obra de Peter Thomas, que entiende esta noción gramsciana en un anclaje más bolchevique y proletario, forjado en la URSS de 1922-1923.

El valor de la obra radica en ofrecernos un creativo ejercicio teórico para evaluar el posible uso de los conceptos gramscianos en los estudios de la subjetivación política y de la acción colectiva, que no son solo los tres enunciados en el subtítulo, subalternidad, autonomía y hegemonía, sino también el de revolución pasiva. En cada uno de los cuatro capítulos, son indagados tanto en su articulación como de modo desagregado, para establecer una propuesta final de integración de los mismos.

A partir del primero de los conceptos señalados, Gramsci habría pretendido distinguir los sectores fundamentales y secundarios de las clases subalternas o populares (clases trabajadoras), identificando las diferencias y la fragmentación, con el objetivo de encontrar las posibilidades de convergencia. Esto sintoniza con un debate sobre los procesos de constitución de las clases, su dimensión estructural y su conciencia, que lleva 180 años en la tradición marxista. Encuentro interesante esa distinción que el autor reconoce en Gramsci entre “asujetamiento” y “subjetivación”, otro modo de retomar las discusiones sobre las precisiones que el joven Marx hacía acerca de la “clase en sí” y la “clase para sí”: para el comunista italiano, “mientras están asujetadas, las clases subalternas se van subjetivando, es decir, van emprendiendo el proceso de su constitución como sujetos políticos”. Si en el asujetamiento estas clases se caracterizan por la pasividad moral y política y quedan a merced de la clase dominante, en la subjetivación se caracterizan por la resistencia, la rebelión, la acción espontánea, episódica, defensiva y caótica. En el asujetamiento prima la “ideología del sentido común”, de sometimiento o inconsciencia, mientras que en la subjetivación surge el “buen sentido”, la “conciencia contradictoria”, la “posición negativa de clase” o el “instinto de clase”.

Hubiera resultado fértil explorar, algo que no se aborda en el libro, el modo en que Gramsci se ubicaba frente al legado de Lenin, el bolchevismo y la propia Comintern en la que el italiano intervenía activamente antes de la redacción de los Cuadernos…, en especial, respecto de la distinción y pasaje de una conciencia espontánea tradeunionista a una conciencia socialista, en que el papel del partido era entendido como fundamental. Hay también una posibilidad de hacer un cotejo entre este enfoque de Gramsci y los planteos de los años 20 de Georg Lukács sobre la conciencia de clase, cuando argumentaba la capacidad del proletariado por construirse como la única conciencia totalizadora y de autosuperación. Incorporo otra variante: en el plano de la historiografía marxista, E.P. Thompson, también, en cierta manera, pretendió encarar el proceso que conducía a la subjetivación, jerarquizando el concepto de experiencia de la lucha de clases (sin mayor precisión en su alcance teórico). Claro que, en este historiador inglés, como va a ocurrir desde otra posición con vertientes del autonomismo, hay una desconsideración del partido como “intelectual colectivo” (el “Príncipe moderno”), que no implica solo una dimensión “organizacional” sino, como lo pensaba Gramsci, esa “síntesis calificada y organizada de una voluntad política antagonista y autónoma que orienta al movimiento social”. Sin referirse a estos posibles cruces entre autores que señalo, el libro permite abonar una reflexión en esta dirección.

Algunos de estos dilemas teóricos encuentran una nueva forma de plantearse cuando Modonesi rescata la relevancia que tuvo en Gramsci el concepto de autonomía. Este último permitiría hacer contrapunto con el de subalternidad y una particular mediación respecto al de hegemonía. La definición propuesta en el libro es operativa: “Los subalternos dejan de ser tales en tanto, al adquirir autonomía, se constituyen en sujeto político”, es decir, como “sujeto antagonista”, lo cual reviste centralidad evidente en toda la apuesta estratégica gramsciana. Una autonomía que, recuerda el autor, no solo significa la “independencia social y política de la clase obrera”, ya que aquella es tanto el medio como el fin. Dicho de otro modo, ello explica el significado profundo del comunismo: “el movimiento autónomo de lucha y de construcción de una sociedad fundada en la autoconciencia, la autodeterminación y el autogobierno”. Aquí Modonesi retoma ideas que ya había anticipado en otras obras, la comprensión de que la autonomía parece contrapuesta a la condición subalterna, pero también es la situación previa de una posible expansión hegemónica del sujeto político. En este sentido, el autor se apropia de Gramsci para entender la autonomía como la instancia que funciona como una contrahegemonía, es decir, que conforma un tránsito entre la subordinación y la construcción de una nueva hegemonía. Se trata de un planteo productivo. Aquí surge una pregunta hipotética al texto de Modonesi: si el fundador del PCI reconoce que no hay “autoconciencia crítica” en abstracto, es decir, que no puede pensarse esta autonomía sin el “Príncipe moderno”, ¿cuál sería para Gramsci, más allá de señalar la necesidad de ese “intelectual colectivo”, su función concreta en la construcción de esa autonomía?

El libro presenta el otro concepto clave, el de hegemonía, desde el lugar menos transitado por los análisis tradicionales acerca de Gramsci, proclives a entender a aquel sobre todo como potestas” (construcción y ejercicio de poder político) y no como “potentia”, es decir, como segundo momento de desarrollo de un proceso de subjetivación política, que mostraría la irradiación hacia otros grupos subalternos y, eventualmente, a la sociedad en su conjunto. Esto implicaría una dimensión universalizante, superadora de lo corporativo o sindical, que se elevaría como voluntad política expansiva (a través de la difusión de experiencias y prácticas educativas, intelectuales, de edificación y propagación de una concepción del mundo), por ampliación y agregación. La pregunta inevitable aquí es: ¿resulta incompatible ese movimiento horizontal con la tradición leninista del asedio al poder político y la instauración de la dictadura proletaria, que supone partido, vanguardia, programa, estrategia y dirección centralizada?

Por último, Modonesi repone el modo gramsciano en que se presenta la posible interferencia desubjetivante al itinerario de subjetivación: eso es la revolución pasiva. Ante un “equilibrio catastrófico” de fuerzas surge la capacidad de las clases dominantes por recuperar la iniciativa frente a una crisis de hegemonía, en variantes como el transformismo o el cesarismo, arremetiendo desde arriba en un proceso de “conservación-innovación”, de “revolución sin revolución”, “revoluciones-restauraciones” o “restauraciones progresistas”. Estas restauran cierto grado de hegemonía de las clases dominantes a costa de la autonomía de las subalternas, desactivando, pasivizando, desmovilizando, desorganizando, decapitando o reduciendo los márgenes de antagonismo y de autonomía de los subalternos. En América Latina se ha conocido mucho de esto en las últimas décadas.

Ir con Gramsci, más allá de Gramsci: una consigna que rige la obra. Define el contenido de un intento sofisticado y erudito por abstraer y formalizar una serie de conceptos, pero sin perder su elasticidad y asegurando que operen como herramientas teóricas para interpretar los fenómenos del pasado y el complejo presente, procurando cavar trincheras ideológicas para una guerra de posición y asedio recíproco. No se brinda una visión lineal y etapista del movimiento histórico y de la aplicación de las categorías, pues se reconocen los diferentes modos en que conviven subalternidad asujetada, subalternidad subjetivada, autonomía, contrahegemonía y hegemonía. Es un texto pensado gramscianamente, lanzado para contribuir a la recuperación de las ideas y las fuerzas socialistas revolucionarias, y apostando a su refundación subjetiva, ideológica y organizacional. En este sentido, Modonesi escribió un libro de utilidad política.