Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 24
marzo 2024 - agosto 2024
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

Presentación


Nayla Pis Diez y Guadalupe Seia

ORCID: 0000-0003-2914-828X ORCID: 0000-0001-9786-9404
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Instituto de Historia Argentina y Americana
Ciencias Sociales - Universidad Nacional “Dr. Emilio Ravignani” - Universidad de Buenos
de La Plata - Consejo Nacional de Investigaciones Aires - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas. La Plata, Argentina Científicas y Técnicas. Buenos Aires, Argentina
nayla.pdiez@gmail.com guadalupeseia@gmail.com 

Los escritos de Denisse Cejudo y Burleigh Hendrickson son grandes síntesis y aún mejores puntos de partida para la investigación actual acerca de los movimientos estudiantiles. Lo primero y más relevante que debemos decir es que proponen grandes desafíos para un campo de estudios que está en expansión, pero que debe volver sobre sí para enfrentar sus puntos ciegos: tanto los teórico-analíticos como los que se derivan de las posiciones de privilegio y hegemonía euro-anglo-céntrica (a la hora de definir, enunciar, investigar). Por eso, aunque ubicados en registros diferentes, se complementan en una tarea propuesta a razón de las IX Jornadas de Estudio y Reflexión sobre Movimientos Estudiantiles, evento que en septiembre de 2023 reunió (presencial y virtualmente) a casi una centena de investigadores e investigadoras de variadas partes del globo. Ambos escritos fueron compartidos en forma de exposiciones, para el diálogo y el debate entre colegas.

Como sabemos, los estudios globales y el enfoque transnacional se encuentran actualmente en expansión entre las ciencias sociales e históricas. En el campo de estudios sobre movimientos estudiantiles, dicha preeminencia se tradujo en un importante giro a la hora de analizar los años 60, 70 y una coyuntura (justamente, tan global) como 1968. En este encuadre, observamos que una de las líneas historiográficas más novedosas propone insertar 1968 en los procesos de descolonización y liberación nacional o de resistencias en contextos autoritarios de los países del Tercer Mundo. 1968 aparece así inserto en historias locales y previas (a decir de Arif Dirlik) de activismos políticos, juveniles y sociales, de América Latina, África y Asia. La obra de Burleigh Hendrickson es una referencia de esta línea en cuanto propone reconstruir las protestas de dicho año en las ciudades de París, Túnez y Dakar, cuestionando la idea de un 68 original (el francés) a través de un enfoque transnacional y comparado de lo sucedido en esas tres ciudades capitales. Descolonizar 1968 supone para Hendrickson tres operaciones analítico-políticas. Primero, reconstruir los procesos de descolonización de naciones como Senegal y Túnez, observando su relación con 1968; segundo, descolonizar los archivos, las fuentes utilizadas, incorporando voces, escritos, memorias por fuera de las compiladas y ofrecidas por el poder estatal colonial (y cuestionando en este acto el monopolio sobre la producción de conocimiento que ejercen las potencias centrales e imperiales). Tercero, descentrar y visibilizar al mismo tiempo los varios 68; observar el Tercer Mundo como un lugar de luchas, calendarios e historias propias (que también sucedieron en el año 1968 pero no exclusivamente), de trayectorias de estudiantes como Omar Blondin Diop o intelectuales franceses como un Michel Foucault radicado en Túnez durante las emblemáticas protestas.

La investigadora mexicana Cejudo Ramos se ubica en otro plano, igual de desafiante: aquel que nos recuerda que aún es preciso construir propuestas analíticas para abordar nuestro sujeto desde la periferia latinoamericana. Tal como dice ella, en la medida en que los estudios empíricos han florecido, emergió con la misma fuerza la necesidad de definir la categoría movimiento estudiantil, identificar variables y dar con su especificidad como instrumento analítico. Elementos como las escalas (locales, nacionales, continentales) de análisis, la relación entre lo político, lo cultural y lo gremial, las identidades históricas como la Reforma de 1918, su extracción social o de clase son recuperados por la autora como fundamentales para construir una propuesta que, al menos, ponga en debate los esencialismos (entre ellos: dar por supuesto que el sujeto movimiento estudiantil existe a lo largo del tiempo) y observe la heterogeneidad del actor.

Dicho esto, en su escrito, Cejudo Ramos propone tres ejes tentativos para pensar la complejidad del objeto de estudio: el conflicto, el sujeto estudiantil y la dimensión educativa. Las dos últimas dimensiones nos convocan a situar nuestras investigaciones en la especificidad de cada caso de estudio en un espacio, un tipo de institución, un momento histórico determinado. La primera de ellas, el conflicto, remite a un proceso de construcción e identificación de un actor colectivo como “movimiento estudiantil” en la propia dinámica de la disputa con otro/s y junto a otro/s. Esto es fundamental pues ser parte de una institución educativa y cursar estudios (del nivel que sean) no genera como efecto lineal un movimiento estudiantil, como E.P. Thompson supo alertar sobre las limitaciones de pensar en la constitución del movimiento obrero exclusivamente a partir de la venta de fuerza de trabajo en una fábrica.

Si tenemos que identificar un hilo conductor entre los textos y los debates actuales en el campo de investigación sobre los movimientos estudiantiles, nos encontramos que un “fantasma lo recorre” y se trata, justamente, de 1968. En ese año se han sintetizado las coordenadas con los que debe-ser analizada la movilización y la organización estudiantil antes y después, en puntos tan lejanos como Asia Pacífico o Sudáfrica. Mientras Hendrickson propone descolonizar, Cejudo Ramos nos convoca a desesencializar el 68.

Finalmente, ambos textos resultan aportes vibrantes y desafiantes para repensar nuestras investigaciones sobre movimientos estudiantiles en Argentina y América Latina a partir de ubicarnos en agendas, conceptos, y metodologías de investigación a los cuales es difícil acceder sin manejar otros idiomas como el inglés o el francés. Sus propuestas colaboran en construir herramientas para abordar y desandar dichos obstáculos. Además, nos invitan a continuar y avanzar con la tarea de dar a conocer las investigaciones elaboradas de forma local y regional que, en buena medida, interrogan y complejizan categorías y periodizaciones construidas hace décadas desde los centros académicos del ahora llamado “Norte Global”.