Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 24
marzo 2024 - agosto 2024
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

Presentación


Leandro Molinaro

ORCID: 0000-0002-5160-220X
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani - Universidad de Buenos Aires -
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas. Buenos Aires, Argentina
leandromolinaro@gmail.com

La “transición democrática” es un tópico que, con frecuencia, resurge con renovados intereses. Principalmente en los espacios académicos, existe una necesidad de revisar el mito fundante del orden político vigente cada vez que se registra un cambio en la coyuntura, ya sea por los efectos sociales de problemáticas estructurales o por la asunción de un gobierno de signo político diferente al anterior. En el pasado año, todo lo anterior se potenció a partir de las disputas electorales y, centralmente, por el aniversario de la cuarta década de la refundación del orden constitucional argentino.

La categoría “transición democrática” surgió a mediados de la década de 1970 para explicar las modificaciones políticas tras la “Revolución de los Claveles” en Portugal y el fin del franquismo español. Posteriormente, fue terminológicamente adoptada para examinar las diversas experiencias acontecidas entre el ocaso de las dictaduras y el surgimiento de sendos gobiernos democráticos en Latinoamérica. En estas latitudes, la principal preocupación de disímiles intelectuales de los años 80, cuya máxima expresión fue Guillermo O’Donnell, se vinculó a la intención de robustecer la consolidación de un nuevo régimen que reemplazara a la maquinaria del denominado Estado Burocrático Autoritario. Si bien esta categoría fue criticada por diversos autores, hubo otros que abordaron el caso argentino utilizándola para explicar el proceso político general o bien para centrarse en actores colectivos en particular.

Es factible suponer que la propia ambigüedad del término hizo impreciso su marco temporal. Desde ninguna de las perspectivas (institucionalistas, economicistas o aquellas centradas en la conflictividad social) existen acuerdos sobre cuál debe ser el período a abarcar en dicha “transición”. En términos clásicos, se fijó su inicio en los momentos posteriores a la Guerra de Malvinas, concluyendo el ciclo con el final del gobierno de Raúl Alfonsín. Sin embargo, en las últimas décadas, determinados autores rastrearon su génesis en momentos como abril de 1979 (con la primera huelga general contra la dictadura) o durante el año 1981 con el estallido de la crisis económica y la tenue apertura política iniciada tras la asunción de Roberto Viola como presidente de facto. Asimismo, su epílogo podría ser establecido más allá de la presidencia de Alfonsín, fijándolo con el final del proceso hiperinflacionario, o bien, a partir de la subordinación del ejército al gobierno de Carlos Menem tras el último de los levantamientos “carapintadas”.

Durante este brumoso período, los partidos de izquierda registraron modificaciones en su composición y sus tácticas viéndose afectados por la dinámica de la lucha de clases tanto en el marco nacional como en el internacional. Sin embargo, no fue hasta la última década que historiográficamente se empezó a indagar sobre los derroteros de estas corrientes. Por esta razón, y conforme a los objetivos trazados por Archivos, en esta sección se ofrecen dos contribuciones sobre organizaciones del amplio campo de la izquierda en los tempranos 80. Victoria Bona analiza la posición del Partido Comunista (PC) entre 1981 y 1983, en un contexto de cambios en su cúpula y de su línea política, y con miras a las posibilidades de incidir en la apertura que se vislumbraba desde la llegada de Viola al gobierno en reemplazo de Jorge Videla. En particular, la autora se centra en el fallido objetivo de la organización de ingresar en la Multipartidaria y sobre la interpretación de aquella sobre los diversos acontecimientos en la coyuntura de debilitamiento de la última dictadura. Por su parte, Leandro Molinaro inquiere sobre algunas de las particularidades de la inserción de cuatro partidos de izquierda (el PC, el Movimiento Al Socialismo, el Partido Comunista Revolucionario y el Partido Obrero) en los sindicatos y en la conflictividad en los sitios laborales entre 1982 y 1985. En sintonía, examina el impacto en dichas organizaciones a partir de los cambios producidos en la cultura obrera del período.

Desde perspectivas divergentes, ambos aportes contribuyen a la problematización sobre el recorrido de las izquierdas y a su vinculación con otros actores sociales y políticos. De esta forma, resultan de utilidad para reflexionar sobre el uso conceptual de la “transición democrática” para el abordaje del caso argentino. Al mismo tiempo, la sección abre la posibilidad de interrogarnos sobre la incidencia de los cambios estructurales y coyunturales en la propia composición de estas corrientes y en su posterior devenir en el marco de un campo historiográfico sobre el cual aún queda una amplia agenda por trabajar.