Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 24
marzo 2024 - agosto 2024
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

Presentación del dossier


Andrea Sol Franco, María Josefina Duarte y Carlos Álvarez

ORCID: 0000-0002-2023-7158 ORCID: 0000-0003-2060-7988 ORCID: 0000-0002-6589-8128
Instituto de Humanidades y Instituto de Humanidades y Investigaciones Sociohistóricas
Ciencias Sociales del Litoral - Ciencias Sociales del Litoral - Regionales - Universidad
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En Argentina, los años 80 del siglo pasado fueron un quiebre en las producciones académicas sobre el mundo del trabajo. Las que abordaron las primeras décadas del siglo XX han centrado su mirada fundamentalmente en grandes centros urbanos, en los espacios rurales del litoral y en enclaves productivos específicos, signados predominantemente por una matriz económica ligada a la producción de materias primas para la exportación. Si bien la espacialidad ha sido un punto de análisis en estos estudios, priman en ellos concepciones morfológicas del espacio que se fundan en los procesos de acumulación del capital vinculados a una infraestructura territorial consolidada a razón de los procesos de producción y circulación de mercancías, en fuerte relación con las delimitaciones territoriales que las diversas agencias estatales nacionales, provinciales o locales reforzaron a lo largo de este período histórico.

Aquella renovación fue el producto de la dinámica de desarrollo de los estudios sociotopográficos sobre la formación de clase. En las décadas del 80 y el 90, el campo historiográfico del mundo del trabajo recibió influencias de los estudios culturales, reconfigurando los enfoques sobre los trabajadores, el lenguaje de clases y la movilización política. Si bien aspectos tales como la identidad y la experiencia, los imaginarios y las mentalidades, el lenguaje y la imagen, lo local y lo particular empezaron a dominar los estudios históricos, “la sensibilidad de la cultura […] se había convertido hacia finales de los años ochenta en un culturalismo cada vez más despolitizado” (Palmer, 2008). Esto provocó dificultades explicativas para relacionar la formación de clases con la acción colectiva y la movilización política, además del fuerte énfasis puesto en la dimensión temporal de los procesos formativos (Savage, 1996).

En este contexto, el espacio fue pensado como un mero escenario, un soporte, un lugar físico o un receptáculo pasivo en el cual transcurría la experiencia humana (Lefebvre, 2013). Con una fuerte impronta de los estudios de la historia urbana, la principal operación metodológica era la descripción geomorfológica, especialmente de la infraestructura urbana y sus usos, sin ningún interés en los efectos de la espacialidad sobre las relaciones sociales o viceversa. Los estudios se orientaron hacia una perspectiva de proceso lento, gradual y continuo con una meta que guía la realización de la ciudad (Saus, 2013).

En el campo historiográfico este cambio de sensibilidad se hizo notar tempranamente desde la renovación que supuso la escuela de Annales en Francia, pero fue sobre todo desde una mirada atenta a identificar el territorio como un determinismo geográfico antes que como un componente de la experiencia humana, es decir, los territorios como “cárceles de larga duración” (Braudel, 2019). Sin embargo, este enfoque abonó una propuesta analítica y metodológica antes que temática, como fue la perspectiva de la historia local y regional, que consideró al espacio como una dimensión clave para pensar los procesos, pero siempre dentro de la concepción contenedora del mismo, mas no al espacio como una dimensión construida y constructora de las relaciones sociales y de producción. Surgieron producciones académicas sobre la clase trabajadora que jalonaron los estudios del mundo del trabajo en el cruce entre historia social y cultural (Hoggart, 2013; Hobsbawm, 1979; Thompson, 1989), pero donde la espacialidad tenía un aspecto vago con respecto a la fuerte atención que recibía el análisis diacrónico de la formación de la clase, aludiendo a binomios tales como rural-urbano, industrial-artesanal, local-nacional, interno-externo, pasivo-radical.

Hubo que esperar a finales de la década del 80 para que el trabajo de geógrafos e historiadores comenzara a imbricarse en un enfoque diferente de la clase y el espacio. Se retoman los aportes de Henri Lefebvre (2013), quien postulaba en su teoría unitaria del espacio que este es una producción social e histórica, un actor activo en el proceso social, concibiendo al mismo en su triple dimensión física, mental y social. En los estudios de clase, la espacialidad comenzó a considerarse como una dimensión constituyente. El principal aporte del período fue el concepto de segregación para analizar los patrones de ocupación de las clases trabajadoras y a partir del cual se consideraron diversas variables de análisis como la vivienda, la disposición a actuar de los trabajadores (Katznelson y Solberg, 1986), los barrios obreros (Cronin, 1980), los medios de transporte y comunicación (Oyón Bañales, 2003), las características de la estructura productiva (Harvey, 2008), etc., como elementos formativos de sus experiencias.

En Argentina, este tipo de inquietudes estuvo mayormente vinculado en el ámbito de la arquitectura a los trabajos de Gorelik (1998) y Liernur y Ballent (2014). En historia estuvo asociado, por un lado, a los estudios del hábitat (Gutierrez, 1981; Rigotti, 2011) o de las condiciones de vida (Armus, 2007) y, por otro, a la perspectiva de las comunidades obreras y las company towns (Lobato, 2001; Caruso, 2020; Prieto, 2020; Andújar y Lichtmajer, 2021), analizando la conformación de espacios obreros en torno a determinados sectores industriales o empresas. Otros estudios abordaron más el proceso de barrialización de las ciudades y su impacto en la conformación de los grupos sociales (Roldán, 2012), aunque no precisamente desde el impacto en la clase obrera. Sin embargo, y pese a las sucesivas reformulaciones del concepto de segregación, los enfoques no priorizaron la complejidad de situaciones históricas entre los procesos de formación y las experiencias de luchas, incorporando la espacialidad activa y relacionalmente en dichos procesos.

A partir de este estado de situación, el presente dossier retoma diferentes elementos análiticos de las diversas tradiciones mencionadas para avanzar en el análisis de las particularidades de las experiencias de clase situadas en distintas regiones del litoral conformado por los ríos Paraná y Uruguay hacia principios del siglo XX. En esta ocasión, proponemos pensar la espacialidad como producto de las relaciones sociales que se objetivan “de acuerdo a normas, valores, intereses, formas de pensar, percibirse, incluso sentir, que todos los agentes sociales construyen desde distintas posiciones y condiciones a través del tiempo” (Tomadoni, 2007). Del carácter diferencial de dichas configuraciones resultará la especificidad de los procesos socioterritoriales. Esta concepción del espacio nos permitió operacionalizar una idea de región que, si bien en apariencia se presenta heterogénea, dadas las similares características de los procesos de acumulación capitalista mediados por la presencia de los ríos y la explotación agrícola en medios proclives a tal fin–, dan como resultado un entorno construido (Sewell, 2006) a partir del cual pensar la lógica de los agentes que participan en su construcción, equilibrando esta dimensión con la temporal (Savage, 1996). Es decir, si bien no siempre hay simultaneidad temporal en los procesos, los mismos pueden ser analizados y explicados al calor de las lógicas espaciales (Tomadoni, 2007).

Dichas lógicas fueron reconstruidas comparativamente a través de un análisis sociotopográfico que puso eje, por un lado, en los procesos de circulación de capital (Harvey, 2008), reconstruyendo las estructuras productivas de la región y en el concepto de segregación espacial de Oyón Bañales (2003), a través del estudio de la ubicación de la vivienda y los barrios obreros, la infraestructura de transporte, la movilidad hacia el trabajo, etc. Por otro, en el análisis de redes de Savage (1996), para poner en relación aquellos dos aspectos constitutivos de la identidad de la clase trabajadora, con la acción colectiva y movilización política de las mismas.

Para finalizar, explicitaremos las dimensiones analíticas de los artículos que vertebran el dossier pero también la idea de región. Los tres responden a la pregunta respecto del rol del espacio en las formas de acumulación del capital en los procesos de auge, reconversión y declive del modelo agroexportador de principios del siglo XX. En clave regional, los textos analizan las lógicas de producción y circulación de mercancías, haciendo foco en la mano de obra. Por ende, las propuestas se basan en la premisa de que las dinámicas espaciales de los mercados de trabajo son un eje fundamental a la hora de emprender explicaciones sobre las condiciones de explotación de la clase trabajadora. En este sentido, el vínculo entre los ámbitos habitacionales y productivos y las formas de concentración y circulación de la fuerza de trabajo son un eje abordado desde diferentes aristas.

De un lado, tanto Florencia Mangold para las localidades del sur santafesino como Rodolfo Leyes con respecto a Entre Ríos nos invitan a pensar acerca del desdibujamiento entre lo urbano y lo rural en áreas de baja concentración demográfica ligadas a la producción agrícola y ganadera y en los movimientos pendulares entre espacios habitacionales y laborales de la clase trabajadora. Del otro, Franco, Duarte y Álvarez ponen sobre la mesa las dinámicas implicadas en dos ciudades con fuerte vinculación con la circulación de mercancías, donde es posible observar la conformación de áreas céntricas urbanas. En ellas primaron la concentración y confluencia de las viviendas y lugares de trabajo, en el marco de relaciones de proximidad y conflicto con las elites económicas y políticas.

Esto último se relaciona con las posibilidades y límites que la espacialización de las relaciones sociales implica a la hora de pensar el vínculo entre las condiciones de opresión de la clase trabajadora y las experiencias de lucha del movimiento obrero organizado, dimensión que es analizada en los tres artículos. En este sentido, primeramente, Leyes se detiene en la relevancia y las fluctuaciones de la organización exógena ácrata y sindicalista a lo largo de los puertos y poblados entrerrianos a partir de la figura del militante sindical como intelectual orgánico. Sobre este asunto, Mangold profundiza en la diversidad y reformulación de las tácticas políticas desplegadas por los anarquistas “antorchistas” que involucraron espacios productivos, reproductivos y de sociabilidad pública y privada. Asimismo, en el artículo escrito por lxs coordinadorxs de este dossier es posible observar el papel de los militantes foráneos en relación a las redes regionales de militancia que tanto anarquistas como socialistas establecieron entre Santa Fe y Rosario.

En segundo lugar, las divergencias que presentan aquellas ciudades en torno a las formas organizativas del movimiento obrero nos invitan a detenernos en una serie de cuestiones. De un lado, la capacidad de permanencia a lo largo del tiempo de los gremios y federaciones rosarinas difiere considerablemente de la experiencia de la capital provincial. Allí en la misma línea con lo que Mangold observa para las localidades sureñas–, en momentos de repliegue de la combatividad obrera, espacios de sociabilidad como las bibliotecas fueron ámbitos de resistencia privilegiados para las distintas corrientes anarquistas. Asimismo, el carácter urbano de los casos analizados por Franco, Duarte y Álvarez implicó que los teatros se constituyeran como ámbitos privilegiados de la sociabilidad y lucha obreras. Sin embargo, pese a sus diferencias, la tónica común de las tres áreas santafesinas abordadas en el dossier resaltan la importancia de las plazas como espacios públicos de disputa material y simbólica a las clases dominantes.

Por último, los trabajos aquí reunidos son una puerta de entrada para el abordaje de la importancia y los alcances de las experiencias federativas provinciales a la hora de pensar el movimiento obrero en la Argentina de principios del siglo XX. Esas dinámicas espaciales permiten comprender las especificidades de estas herramientas de lucha. Así, como lo demuestra Leyes, la dispersión demográfica y productiva entrerriana tuvo sus implicancias en la estructuración centrífuga de la UOPER y en la consolidación del liderazgo sindicalista en la provincia de Entre Ríos. En el caso santafesino, es posible observar que los ámbitos urbanos de mayor concentración demográfica oficiaron de nodos dinámicos de las redes combativas y organizativas lideradas por el anarquismo y el socialismo.

Por último, es importante señalar que este trabajo colectivo también es el fruto de los desafíos propios de las condiciones de producción sobre los objetos de estudios particulares de cada uno de los participantes del dossier. Reunidos en el Seminario permanente de formación y especialización disciplinar en Historia Argentina (ISHIR-CONICET/UNR) coordinado por Oscar Videla, donde nos encontramos a discutir nuestras producciones, a reflexionar desde una visión menos “metropolitana”, y a darle visibilidad y “flexibilidad” a las formas identitarias y del conflicto. Estos desafíos no solo nos colocaron vis a vis frente a una nueva biblioteca y perspectiva de trabajo, sino también ante la búsqueda permanente de interlocutores con los cuales complejizar el campo de trabajo. Contar con este espacio fue un impulso para renovar la apuesta sobre los estudios de clase desde una nueva perspectiva. Poder visibilizar estas discusiones en el marco de la revista Archivos constituye un desafío que nos permite irrumpir en los debates historiográficos presentes y de más amplio alcance.

Referencias Bibliográficas

Andújar, A. y L. Lichtmajer (2021). Oportunidades y desafí­os de la historia local: algunas reflexiones desde un campo en expansión. Anuario del Instituto de Historia Argentina, 21 (1).

Armus, D. (2007). La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950. Edhasa.

Braudel, F. (2019). El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Fondo de Cultura Económica.

Caruso, L. (2020). “«Las hazañas del trabajo»: protesta y solidaridad en la huelga grande del Riachuelo, verano de 1904”. En M. Lobato, Comunidades, historia local e historia de pueblos. Huellas de su formación. Prometeo.

Cronin, J. (1980). Labor insurgency and class formation. Social Science History, 4, 1.

Gorelik, A. (1998). La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936. EUNQ.

Gutiérrez, L. (1981). Condiciones de la vida material de los sectores populares en Buenos Aires. 1880-1914. Revista de Indias, 41.

Harvey, D. (2008). París, capital de la modernidad. Akal.

Hobsbawm, E. (1979). Trabajadores. Estudios de historia sobre la clase obrera. Crítica.

Hoggart, R. (2013). La cultura obrera en la sociedad de masas. Siglo XXI.

Katznelson, I. y A. Zolberg (1986). Working-Class Formation Nineteenth-Century Patterns in Western Europe and the United States. Princeton University Press.

Lefebvre, H. (2013). La producción del espacio. Capitán Swing.

Liernur, J. y A. Ballent (2014). La casa y la multitud: vivienda, política y cultura en la Argentina moderna. Fondo de Cultura Económica.

Lobato, M. (2001). La vida en las fábricas: Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970). Prometeo.

Oyón Bañales, J. (2003). Historia urbana e historia obrera: reflexiones sobre la vida obrera y su inscripción en el espacio urbano (1900-1950). Perspectivas urbanas, 2.

Palmer, B. (2008). La historia social y la coyuntura presente. Historia Social, 60.

Prieto, A. (2020). La comunidad obrera del barrio Refinería de Rosario en los inicios del siglo XX. En M. Lobato, Comunidades, historia local e historia de pueblos. Prometeo.

Rigotti, A. (2011). Viviendas para los trabajadores. El municipio de Rosario frente a la cuestión social. Prohistoria.

Roldán, D. (2012). La invención de las masas: Ciudad, corporalidades y culturas. Rosario, 1910-1945. UNLP-FAHCE.

Saus, M. (2013). Infraestructura ferroviaria y ciudad: su cambiante correspondencia espacial desde los paradigmas de la ciencia, la historiografía urbana y el urbanismo. Revista de Estudios Sociales, 45.

Savage, M. (1996). Space, networks and class formation. En Neville Kirk (ed.), Social Class and Marxism: defences and challenges. Scholar Press.

Sewell Jr., W. (2006). Por una reformulación de lo social. Ayer, 62.

Thompson, E.P. (1989). La formación de la clase obrera en Inglaterra. Crítica.

Tomadoni, C. (2007). A propósito de las nociones de espacio y territorio. Gestión y Ambiente, nº 1.