La medicina natural contra el Estado sanitario: redes e intersecciones entre los movimientos anarquistas y naturistas en Chile (1920-1940)
Universidad de Santiago de Chile Universidad de Santiago de Chile
Universidad Diego Portales - Santiago de Chile Instituto de Estudios Avanzados - Santiago de Chile
eduardo.godoy@mail.udp.cl diego.mellado@usach.cl
ORCID: 0009-0002-8281-3111 ORCID: 0000-0003-4799-0681
Resumen: Este artículo indaga los alcances de los discursos y prácticas naturistas y anarquistas, desentrañando los puntos de encuentro y desencuentro entre dos proyectos de transformación individual y colectiva que ponen en práctica una nueva forma de entender la medicina y lo sanitario, promoviendo estilos de vida “sanos” y “racionales”. Para ello, se estudia el desarrollo histórico del naturismo en Chile con el fin de comprender sus bases filosóficas y sus perspectivas sobre las prácticas médicas, para conectar desde este ámbito sus confluencias con el movimiento anarquista, en cuyo seno surgieron expresiones del llamado “naturismo libertario”.
Palabras clave: naturismo – anarquismo – Estado sanitario
Título: Natural medicine against the Sanitary State: Networks and intersections between the anarchist and naturist movements in Chile (1920-1940)
Abstract: This article investigates the scopes of naturist and anarchist discourses and practices, unraveling the points of encounter and disagreement between two projects of individual and collective transformation that put into practice a new way of understanding medicine and sanitary, promoting “healthy” and “rational” lifestyles. For this purpose, the historical development of naturism in Chile is studied in order to understand its philosophical bases and its perspectives on medical practices, to connect from this field its confluences with the anarchist movement, within which emerged expressions of the so-called “libertarian naturism”.
Keywords: Naturism – Anarchism – Sanitary State
Recepción: 1 de julio de 2023. Aceptación: 21 de julio de 2023
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Introducción
El estudio de los vínculos entre los movimientos anarquistas y naturistas es un campo de investigación que ha suscitado sugerentes y variados abordajes. En términos generales, esto se debe a que, entre los siglos XIX y XX, ambas corrientes se relacionaron mediante una serie de discursos y prácticas que orbitaban en torno a tópicos comunes como el vegetarianismo, la sexualidad, el nudismo o el higienismo, inscribiéndose, de un modo u otro, en perspectivas evolucionistas inspiradas en el darwinismo, el neomalthusianismo o, incluso, en la teosofía. Se trataba, en efecto, de corrientes contemporáneas que emergieron como una respuesta crítica a la profusión del industrialismo y a los principios rectores del progreso moderno. Por esta razón, las investigaciones relativas a la conjunción entre anarquismo y naturismo remiten a otras corrientes con las que también se concatenaban, como el feminismo, el espiritismo o el librepensamiento. Asimismo, en el ámbito práctico y experimental, fundaron colonias naturistas y comunas rurales que operaron como espacios de referencia en distintas regiones del orbe, especialmente en Europa y América, al mismo tiempo que publicaban diversos periódicos, revistas, folletos y libros que circulaban a través de sus respectivas redes transnacionales,1 las que se imbricaban en ciertos puntos. Cultivaron, además, las artes, los oficios y la gimnasia, desarrollando de esa forma un ideal moral y estético basado en el cuidado del cuerpo.
Esta diversidad de expresiones ha sido pesquisada en distintas regiones del orbe, dando cuenta de ciertas similitudes de la praxis naturista. Por ejemplo, en el continente europeo, lugar donde emergen los naturismos, Ulrike Voswinckel (2017) indaga los vínculos entre vanguardias artísticas, anarquismo y la práctica del naturismo en colonias, situándose entre Munich (Alemania) y Monte Verità (Suiza). Para el caso español, los trabajos de Roselló (2003, 2006) recorren las distintas trayectorias y derivas del amplio movimiento naturista hispano, el que es relacionado a la “librecultura”. En similar sentido, otras investigaciones se han referido al naturismo libertario en el marco de un “naturismo social” (Masjuan, 2000), de una “cultura de la naturaleza” (Masjuan, 2006) o de una contracultura (Cubero, 2015), conceptos que, vistos desde el ángulo naturista que estudiamos, estaban comprendidos en la denominada “biocultura”. Del mismo modo, los nexos de estas tendencias con la difusión del darwinismo y neomalthusianismo corresponden a otra perspectiva que complementa el panorama de ideas (Girón, 2021; Masjuan, 2000). En el Conosur, de modo fragmentario, se ha ido reconstruyendo la convergencia anarconaturista a través de figuras como Albano Rosell (Stavisky, 2020) o Juan Segundo Montoya (Godoy, 2014), como también en el emergente movimiento ácrata del 1900. En Chile, ha sido abordado tangencialmente en el contexto de la historiografía sobre el anarquismo, en especial durante las dos primeras décadas del siglo XX (Grez, 2007; Muñoz, 2013; Lagos, 2014).
En este artículo, investigamos tanto la conformación de las redes naturistas y anarquistas como los encuentros y desencuentros entre dos proyectos de transformación individual y colectiva, especialmente entre 1920 y 1940. ¿Cómo se desarrolló el naturismo en Chile? ¿Qué elementos unían a sus diversas escuelas y qué lugar tenía el anarquismo en ellas? ¿De qué modo entendían la medicina y lo sanitario? ¿Cómo fueron vistas sus prácticas desde el saber médico oficial? Son algunos de los interrogantes que buscamos responder en los siguientes párrafos. Las fuentes de consulta estarán conformadas por prensa naturista y anarquista, siendo nuestra principal referencia la revista Natura, publicada entre los años 1926 y 1938 por la Sociedad Naturista de Chile (SNCh), y el periódico Vida Nueva, de carácter anarquista, anarcosindicalista y naturista libertario, publicado en la ciudad austral de Osorno, entre 1934 y 1942.
Medicina natural ante el Estado sanitario
En las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX, en el marco de la denominada “cuestión social” (Morris, 1967), el Estado chileno sentó las bases para la edificación de un sistema médico sanitario, público, con alcance nacional que permitió la creación de una serie de instituciones gubernamentales, de carácter permanente, que sustentaron las prácticas de control social mediante políticas sanitarias específicas (Pérez, 2012). Este complejo entramado, articulado en torno al Código Sanitario creado en 1918 y que se consolida durante la década de 1920, será cuestionado por los cultores locales del naturismo a través de sus medios de comunicación, despotricando no solo contra los funcionarios, encargados de poner en práctica la legislación que el Estado implementó en torno a la higiene, sino también en contra de los médicos, en especial los alópatas.
Hacia la década de 1920, la escuela naturista estaba ampliamente difundida en el territorio chileno. Desde la perspectiva médico-terapéutica, su antecedente más directo fue Tadeo de Wiesent (1858-1926), conocido popularmente como “Padre Tadeo”, sacerdote capuchino oriundo de Baviera que en 1895 arribó a Chile para desempeñarse como misionero en la Araucanía (Lezaeta, 2003). En esta región austral, ofició en los entornos de Valdivia y Osorno, tomando puesto en San Juan de la Costa, donde funda una escuela en 1897 y realiza sus primeras sesiones de hidroterapia, aprendidas del también sacerdote Sebastian Kneipp (1821-1897). A lo largo de su diáspora misionera se instaló en distintas localidades sureñas, adquiriendo con los años el respeto y reconocimiento a nivel nacional por sus dotes curativas: San José de la Mariquina, Pelchuquín, Río Bueno, Lago Budi y Constitución fueron los lugares donde dejó sus semblanzas naturópatas. Durante su última época en Constitución entró en contacto con la generación de naturistas que, desde la década de 1920, comenzarán una ardua actividad de divulgación y promoción de la medicina natural. Específicamente, el joven estudiante de medicina Manuel Lezaeta Acharán (1881-1959), en un viaje a esta ciudad costera, se convertirá al naturismo bajo la influencia del cura capuchino tras “la providencial circunstancia de haber recuperado la salud de manos del Padre Tadeo”,2 transformándose en las décadas siguientes en uno de los principales impulsores de la denominada “doctrina térmica”. De hecho, después de la muerte del misionero en 1926, funda en Santiago el Sanatorio Infantil Padre Tadeo, establecimiento cuyo objetivo era “tratar la tuberculosis ósea, tumores y llagas pútridas en los niños sin emplear drogas, inyecciones u operaciones quirúrgicas, restableciéndose la salud de los enfermos por medio de la higiene natural”.3
En esos años, Manuel Lezaeta publica una obra fundamental de la bibliografía naturista criolla: La medicina natural al alcance de todos (1927). Desde las primeras páginas, el Dr. Félix Valenzuela –autor del prólogo y médico cirujano de la Universidad de Chile– insiste sobre la necesidad de una reforma médica, aduciendo que “cada día son más palpables las deficiencias e inconvenientes de los procedimientos en uso” (Valenzuela, 1927, p. VIII), particularmente por la errada suposición, desprendida del descubrimiento de Pasteur, de acuerdo con la cual los microbios eran la causa de las enfermedades.
Efectivamente, desde el punto de vista naturista, las causas de las enfermedades no eran externas, sino que, por el contrario, había que buscar en las condiciones internas del individuo aquello que permitía la aparición de patologías, dado que en las impurezas de la materia orgánica es donde emerge la enfermedad. En tal sentido, se daba a entender que la medicina natural se situaba en un paradigma inverso a la alopatía: mientras que el sistema curativo alópata anulaba la enfermedad, el naturismo buscaba conservar la salud antes que combatir la enfermedad, practicando para ello “una higiene lógica, sencilla” (ídem, p. XII). De ahí que, en La medicina natural al alcance de todos Lezaeta fustiga el posicionamiento del Estado en un determinado enfoque médico. Considera que la medicina está en constante mudanza y contradicción consigo misma, por lo que, así como el Estado “no reconocía criterio de verdad a ninguna escuela religiosa, con mayor razón debe abstenerse de tomar partido al lado de una escuela médica” (Lezaeta, 1927, p. 6). En este contexto, critica la intromisión del Estado a través del Código Sanitario sobre aquellas prácticas médicas realizadas fuera de la llamada “medicina facultativa”.
De esta forma, los naturistas sostenían que sus métodos curativos eran igualmente válidos que aquellos avalados por el diploma universitario, apelando al sentido prístino de la medicina, inspirado en Hipócrates y reconstituido por un conjunto de modestos pioneros que, sólo con su espíritu de investigación, iniciaron nuevos rumbos en la búsqueda de tratamientos basados en la naturaleza, conformando una sucesión de maestros y discípulos oriundos de Alemania, Francia o Suiza.4
Entre las décadas del 20 y el 30, el movimiento naturista amplía sus redes en el territorio nacional, activando centros, restaurantes, sanatorios, librerías, consultas y medios de comunicación que promoverán el autocuidado individual, es decir, métodos de higiene que debían operar como base transformadora del orden social, de una gran reforma civilizadora orientada por las leyes inexorables de la naturaleza. Asimismo, hubo referentes que, al igual que Manuel Lezaeta o Félix Valenzuela, aportaron sustancialmente a la divulgación del naturismo no solo entre un público amplio y diverso, sino también en entornos intelectuales y en debates académicos. Uno de ellos fue Demetrio Salas (1872-¿?), profesor, conferencista y autor de una serie de títulos dentro de los cuales destaca Higiene biológica (1925), influyente obra en la que se trazan los fundamentos “biofilosóficos” del naturismo, según los cuales la higiene debía constituir la armonía de los seres humanos con la naturaleza, transformándose en la base del progreso y en fundamento de amor hacia toda vida (Salas, 1925, p. 308).
Junto a otros reconocidos naturistas como Ismael Valdés, Alfredo Helsby o Alberto Fraga, fundarán la Sociedad Naturista de Chile (SNCh) el 20 de diciembre de 1925, responsable de la publicación de Natura, la revista más longeva y con mayor difusión del naturismo y que constituyó un espacio plural, ecléctico, de divulgación de las ideas y prácticas promovidas por sus cultores. A través de las páginas de Natura pregonarán “el perfeccionamiento evolutivo de la personalidad en todas las manifestaciones de su vida”, procurando desterrar las “costumbres” contrarias a sus objetivos.5 Planteaban, de este modo, una transformación interior y exterior del ser humano, integral, moral y sexual, que en la práctica implicaba un cambio profundo en el estilo de vida mediante el abandono de los hábitos considerados como antinaturales y nocivos para el desarrollo biológico y cultural. Según estipulaban, dicho perfeccionamiento se alcanzaba cultivando la salud, la “verdadera salud”, la cual debía estar en consonancia con los preceptos de la naturaleza y, para cumplirlos, había que observarla, aprender, estar en equilibrio con ella. Para los naturistas, por ende, los seres humanos no estaban disociados de la “Madre Natura”, al contrario, eran concebidos como parte consustancial de un todo mayor, trascendental.6
En este sentido, las ideas y prácticas naturistas promovidas por Natura buscaban que el ser humano no se constituyera en un muñón de sí mismo, que se autodignificara a través de un “perfeccionamiento” gradual, constante, cotidiano, el cual suponía al mismo tiempo una reconversión. Por ello, promovían el cultivo de un estricto y racional estilo de vida, una transformación de los cuerpos y las mentes, en el que la alimentación se convertirá en uno de los ejes principales, si no el más importante, del discurso naturista. De forma transversal, esta orientación cruzará la diversidad de posicionamientos que convivirán en este movimiento, en el que surgirá la trofología o ciencia de la alimentación como uno de los estandartes de la medicina natural.
En suma, el naturismo que confluía en torno a la SNCh abogaba por una evolución física, sexual, intelectual y moral, individual y colectiva, lo que a su vez se vinculaba con el reformismo e higienismo social en boga a comienzos del siglo XX y que trascendía las diversas esferas políticas. En esta línea se inscribirán las sociedades y grupos que, entre las décadas de 1920 y 1930, se constituirán en otras localidades, conformando una red nacional que dialogaba e intercambiaba contenidos con otras agrupaciones e iniciativas internacionales, sobre todo de Argentina, Uruguay, Brasil y España. En los años siguientes a la creación de la Sociedad Naturista de Chile (SNCh), se formarán distintas organizaciones, como la Sociedad Naturista de Valdivia, la Sociedad Naturista Padre Tadeo de Valdivia, la Sociedad Naturista de Quilpué,7 la Unión Fraternal Vegetariana de Ovalle,8 el Centro Naturista de Temuco, el Centro Naturista de Puerto Montt, entre otras.9 En esta emergencia naturista, en noviembre de 1928 se funda el Centro Naturista de Concepción,10 cuyo secretario general será Juan Segundo Montoya (1899-1988), quien se convertirá en una prominente figura del naturismo y del sindicalismo libertario. Montoya, en 1923, al mismo tiempo en que comenzaba su militancia en el campo del anarcosindicalismo siendo miembro de la Industrial Workers of the World (IWW), se iniciaba en la doctrina naturista siguiendo un curso por correspondencia de trofología y trofoterapia, el cual era impartido por la Escuela Naturista de Torrente-Valencia, en España, iniciativa dirigida por el Dr. José Castro (1890-1981). También ingresa al Instituto de Biocultura de Buenos Aires, en Argentina, donde continuará su formación durante un año y medio (Godoy, 2014, p. 31).
De tal forma, el naturismo se propagó y consolidó en la década del 20. El interés que concitó llegó a tal punto que inclusive los medios de comunicación de masas publicaron, de forma recurrente, artículos y noticias relacionadas con algún elemento o tópico de su amplio universo. Por lo demás, la propaganda no se agotó en el formato impreso, dado que también utilizaron las radioemisoras, en especial la de “El Mercurio”, en la cual leían notas editoriales diseminando y popularizando sus postulados en una amplia audiencia.11
Sin embargo, el naturismo no solo atrajo adherentes, sino también detractores, especialmente desde el campo de la medicina “tradicional” o, en otras palabras, desde el saber médico “oficial” y del sistema sanitario estatal. Se ganaron férreos opositores producto de sus críticas y diatribas que promovían en sus medios y conferencias, lo que conllevó a que sus cultores, en especial los médicos naturistas, fueran perseguidos y sus consultas clausuradas por orden de la Dirección de Sanidad, acusados de ejercer ilegalmente la profesión de médicos.12
En este áspero terreno, la divulgación del naturismo generó un intenso debate en el que tanto los médicos alópatas como los naturistas se enfrascaron en acaloradas discusiones (y querellas) a propósito del “libre ejercicio de la medicina”. Para Ismael Valdés, presidente de la SNCh, era absurdo concebir la medicina “oficial” como la única depositaria de la “verdad científica absoluta”, al contrario, sostenía que “la charlatanería más temible” era la “autorizada por el título universitario”.13 En este sentido, desde el naturismo se puso en entredicho el cultivo de la medicina por parte de sus “profesionales oficiales” reconocidos por el Estado, así como el saber originado en las aulas universitarias. Asimismo, cuestionaron la eficiencia del aparataje administrativo sanitario gubernamental. Es por este motivo que propiciaron una “red alternativa” a nivel nacional de individualidades y sociedades que promovieron y divulgaron las ideas y prácticas del naturismo, poniendo en cuestión los postulados de la “medicina oficial”.14
En una carta enviada al Ministro de Higiene y Previsión Social en 1927, Ismael Valdés resaltaba los beneficios que “reportaba a la humanidad la curación de las enfermedades por el método natural”.15 Era enfático en señalar que la finalidad de la SNCh era “estudiar, enseñar y propagar los factores que resuelven el problema de la salud y la enfermedad, por métodos totalmente desconocidos por el oficialismo científico, es decir, por medios en que no juega el artificio antinatural de nuestra medicina legalizada”.16
También algunos representantes del mundo político participaron del intenso debate originado en torno a las discusiones sobre el “libre ejercicio de la medicina”. Lo que estaba detrás de la querella era la validez de los métodos y el ejercicio práctico de la medicina. Para los médicos naturistas, autodidactas o con estudios universitarios, las prácticas alopáticas eran inoficiosas ya que atacaban las consecuencias y no las causas de las enfermedades. En cambio, sostenían que los individuos podían ser los “médicos de sí mismos”, autogestionar su propia salud, partiendo por lo que se ingería (la ingesta de los alimentos), evitando enfermarse. Divulgaban un programa, un estilo de vida, “racional y compatible”, que concebía la alimentación en términos amplios. No sólo era bucal, sino también nasal y cutánea. Por eso, el uso purificador del agua, los baños de sol y la importancia del aire limpio y la ventilación, de los paseos y caminatas en contacto con la Naturaleza, prácticas médicas y/o curativas que compartirá un amplio espectro del mundo anarquista que, paralelamente, aunque al mismo tiempo con puntos de contacto, emergía y se consolidaba en el movimiento obrero y popular (Godoy, 2020).
Naturismo libertario y revolución integral
¿Cuáles eran las impresiones de los ácratas sobre la doctrina naturista, crítica del Estado sanitario, aunque apartada, según estipulaban en Natura, de cualquier posicionamiento ideológico? En el amplio espectro naturista, los más radicales eran los anarquistas o naturistas libertarios, que se reconocían a sí mismos en el campo del “naturismo integral” y que, desde un cuestionamiento más rotundo, despotricarán en contra de la “medicina oficial”, la dictadura médica y sus cultores (denominados como “matasanos”). Ciertamente, en los circuitos anarquistas, los discursos naturistas rondaban tanto en la prensa como en los encuentros sociales que organizaban, ganando adherentes y detractores que discutían sobre la coherencia de esta doctrina. La razón más evidente para esta temprana confluencia es que, en el ideario anarquista, el interés por el naturismo tiene un origen endógeno, es decir, que ha surgido desde el mismo pensamiento ácrata, en el que abundan reflexiones sobre la Naturaleza, en cuanto es en la investigación naturalista donde residen los fundamentos de la anarquía. Esto se tradujo, de acuerdo con Masjuan (2006), en que en los medios obreros surgiera una “cultura de la naturaleza”, la que a su vez se apoyaba en el conocimiento científico-positivista, cuyos aspectos biologicistas-deterministas eran transformados por los de progreso social-cultural. Por ello, prácticas como el vegetarianismo, el nudismo, el excursionismo o la propaganda contra el alcoholismo (Godoy, 2008; 2011) y el tabaquismo, se desarrollaron al interior del movimiento anarquista del mismo modo en que se desenvolvieron en el mundo naturista, donde se adoptaban otras referencias o puntos de partida ideológicos. De ahí que, desde las primeras décadas del siglo XX, la ruta naturista trazada por la historia del anarquismo representa otro escorzo en torno a la propagación de la medicina natural y del conjunto de reflexiones naturológicas que acompañaba la emergencia de este movimiento armonicista.
En la temprana prensa anarquista del 1900 encontramos alusiones a la fisiología, la regeneración y a la naturaleza. Magno Espinoza, Alejandro Escobar y Carvallo, Agustín Saavedra, entre otros precursores, estaban interesados en el naturismo, cuyas artes curativas ponían en práctica (Grez, 2007). También hubo grupos “harmonistas naturistas”, como el que anuncia el periódico Jerminal!: fundado el 17 de agosto de 1904 en Santiago, el propósito de este grupo era “la vuelta progresiva al estado comunista i libre de la Naturaleza”, propagando el vegetarianismo, la medicina natural, el amor y la libre maternidad, e impulsando “la castidad sexual para detener la degeneración humana, el derecho al trabajo para proteger la salud del cuerpo, y, naturalmente, el derecho al descanso” (Muñoz, 2013, p. 207). Al año siguiente, en el periódico La Ajitación aparece una nota que alude a que “un grupo de jóvenes naturistas-harmonistas han echado las bases de una Colonia Comunista Anárquica, en la ciudad de San Felipe (Aconcagua)”.17
Con el transcurrir de los años, las imbricaciones entre naturismo y anarquismo seguirán su curso de convergencias y divergencias. Cierto es que, en las décadas siguientes, comenzarán a definirse los discursos sobre el naturismo libertario en el ámbito internacional: figuras de intelectuales y militantes del anarquismo ibérico como Antonia Maymón, Federica Montseny, Federico Urales o Isaac Puente tendrán un papel fundamental en la promoción de la reflexión naturista dentro del cuerpo de ideas ácratas. Otros, como Carlos Brandt, figurarán indistintamente entre los medios naturistas y anarquistas. De igual modo, revistas españolas como Pentalfa, Generación Consciente, La Revista Blanca o Helios, operarán como espacios de confluencia entre las prácticas naturistas y la propaganda anarquista, difundiéndose en las redes libertarias hispanohablantes y aportando, con ello, a la articulación de nuevas reflexiones sobre naturismo, vinculadas a su vez con las tendencias individualistas y neomalthusianas en boga.
Como ya se ha expuesto, para la década de 1920, en Chile el naturismo iba ganando terreno. Entre los medios ácratas, las columnas firmadas por “Edragal” en el periódico El Sembrador de Valparaíso en 1926 dan cuenta de este continuo interés por la medicina natural. Este autor anónimo, mediante analogías botánicas y zoológicas, explica que el movimiento migratorio o nómada posee cualidades curativas,18 al igual que los baños de agua y sol que, según se observa, utilizan los animales para curar sus enfermedades, añadiendo incluso “su propia salivación como calmante y disolvente de fermentaciones”.19 Plantea, de igual modo, las bondades del deporte para el desarrollo proporcional del individuo.20
Pero, pese a la positiva adopción del naturismo, éste seguía provocando polémicas en el seno del movimiento libertario. También en 1926, en el periódico Acción Directa, órgano de la Unión Local de la Industrial Workers of the World (IWW), se hace alusión a las veladas culturales que se celebraban en el Ateneo de la IWW. Según cuentan, gran interés hubo en las conferencias sobre naturismo, señalando que “han dado origen a una réplica por parte de un compañero, quien demostró lo incompleta y lo insuficiente que es la pretendida doctrina social del naturismo y lo discutible que es su pretendida «ciencia» curativa”.21
Como es posible observar, anarquismo y naturismo constituían esferas cuyas órbitas no estaban del todo distantes, ni tampoco eran absolutamente contradictorias, si bien ello no los redimía de polémicas. Las consignas, de hecho, podían llegar a confundirse, como resulta del caso de “Vida Nueva”, nombre que compartirán publicaciones tanto anarquistas como naturistas. El Vida Nueva del anarquismo criollo fue editado bajo la dirección de Juan Segunda Montoya, iriólogo, trofólogo y tipógrafo otrora fundador del Centro Naturista de Concepción que, tras el período represivo de la dictadura ibañista, se radica en Osorno, ciudad donde participará en la refundación de la Sociedad Naturista local, llevada a cabo en 1930, junto a otros reconocidos anarquistas locales. Asimismo, Vida Nueva será portavoz de la Federación Obrera Local de Osorno (FOLO), adherida a la Confederación General de Trabajadores (CGT), y, posteriormente, de la Federación Anarquista de Chile.
En Osorno, en las tierras donde décadas atrás había misionado el Padre Tadeo, Vida Nueva publicará 227 números hasta 1942. Desde su primera entrega en abril de 1934, se explicitará la línea que caracterizará su trayectoria editorial. En las cuatro páginas que componen este primigenio ejemplar se exponen tópicos que serán abordados en prácticamente todos los números que seguirán: divulgación del naturismo, propaganda del sindicalismo libertario y denuncias contra la presencia “nacista” en la provincia. Se trataba, en cierto sentido, del manifiesto del grupo editor, en el que Juan Segundo Montoya era el principal articulista, responsable de la autoría de gran parte de los escritos del periódico, los cuales eran firmados en algunas ocasiones bajo el seudónimo “Arauco Indomable”. Fue autor, además, de una serie de publicaciones que tuvieron amplia difusión en Chile, como el caso del folleto que se anuncia en la primera plana: “Lea Ud. Un Llamado a los Campesinos”, o también el tratado sociológico Organización y cultura (1931a) y el libro Cocina naturista racional y compatible (1931b), que seguía promocionándose aún en la década de 1980. Montoya, por otro lado, desde su época como secretario del Centro Naturista de Concepción, colaboraba en la revista Natura, donde fue presentado como un “modesto obrero” que demostraba “lo que puede la voluntad al servicio de la autoeducación”.22
El primer número de Vida Nueva podría considerarse como la declaración de principios del naciente periódico, cuyo nombre de por sí explicitaba el carácter renovador de su línea editorial. Vida Nueva, según escriben en un lenguaje que era sociológico y biologicista a la vez, hacía su aparición “en momentos de descomposición orgánica, cuando los valores sociales son obstaculizados por un pasado castrador y por un porvenir lleno de incertidumbres”.23 Se anuncia que divulgarán el “naturismo trofológico”, es decir, enfocado en el estudio de la “ciencia de la alimentación”, enseñando “las teorías sustentadas por los trofólogos Dr. José Castro, Nicolás Capo, Andrés Vander y otros de conocida capacidad en el campo naturista mundial”.24 Los dos primeros doctores mencionados, cabe señalar, eran particularmente relevantes para la escuela naturista difundida en Vida Nueva. El español José Castro y el italiano Nicolas Capo (1899-1977), eran jóvenes doctores formados en naturopatía, responsables de fundar la Escuela Libre Naturista en Montevideo en 1920, que en sus tres años de funcionamiento buscaba enseñar el naturismo integral y la trofología. En 1923 vuelven a Europa, donde fundan dos años más tarde la Escuela Naturotrofológica de Barcelona. Sin embargo, sus caminos se bifurcan: Capo funda, en aquel entonces, la Escuela de Enseñanza Naturista “Pentalfa”, mientras que Castro inicia en Torrent, Valencia, una Colonia Vegetariana Eutrofológica, desde donde impartirá enseñanza por correspondencia (Roselló, 2003, p. 86), siendo Juan Segundo Montoya y su compañero anarquista Wenceslao Canales dos de sus alumnos de ultramar.
Basados en la primera época de Vida Nueva (1934-1942), destacamos que entre sus páginas se publicarán escritos no solo de naturistas libertarios como Carlos Brandt, Antonia Maymón, Federica Montseny o Adrián del Valle, sino también de doctores locales y de otras latitudes como Félix Valenzuela, Demetrio Salas, Carlos Obedman, Louis Kuhne, Prudencio Pueyo, entre otros. Igualmente, se aludirá a otras publicaciones internacionales de similar línea editorial, como por ejemplo: Natura, Vida Natural y Hombres de América de Buenos Aires; Estudios, La Revista Blanca e Iniciales de España. Entre los contenidos relativos a la propaganda anarcosindicalista y las notas sobre la contingencia regional, nacional e internacional –que ocupaban el mayor porcentaje de los pliegos, en los cuales a veces se omitía el naturismo–, había espacio para leer breves glosas de autores familiarizados con el naturismo integral: José Ingenieros, Rabindranath Tagore, Walt Whitman, Leon Tolstoi, Élisée Reclus, Piotr Kropotkin, por nombrar algunos.
Sin duda, fue Vida Nueva el principal exponente de la confluencia entre las corrientes naturistas y anarquistas, aspecto que no estuvo exento de polémicas, como es posible apreciar entre las páginas del periódico y de la revista Natura: mientras los naturistas libertarios proyectaban la regeneración individual en los horizontes de la organización sindical y las luchas anticapitalistas y contra la hegemonía estatal, los naturistas de la SNCh tomaban distancia de las ideologías políticas y de las luchas partidarias declarando que “nuestra labor es dar salud a derechas e izquierdas”.25 ¿Cuál fue, por lo tanto, el correlato de estas perspectivas sobre los alcances del naturismo tanto en el ámbito individual como colectivo? ¿Cómo esbozaron sus respectivas teorías biológicas, sociológicas y filosóficas ante las tensiones de un mundo que consideraban decadente y en proceso de degeneración?
Convergencias y divergencias en torno al naturismo integral
Tempranamente los debates se suscitaron al interior del campo naturista. Natura y Vida Nueva constituyen dos fuentes documentales que permiten reconstruir estos diálogos. Por una parte, polemizaron los que pregonaban un naturismo “a secas” con los naturistas “libertarios” o “integrales”, por otra. Para éstos últimos, los naturistas que no tomaban en cuenta la “cuestión social” (los factores ambientales), no llevaban a cabo una verdadera obra de “profilaxis social”, ya que limitaban sus prácticas a sistemas alimenticios y/o métodos dietéticos, concentrándose netamente en el aspecto físico y biológico y omitiendo, por ende, el ámbito social. Por ello, sostenían en Vida Nueva que el naturismo tenía que estudiar toda la compleja organización social, no sólo fisiológica y biológica, sino especialmente sociológica.26
Si bien, para los naturistas libertarios, la revolución partía del estómago, a nivel individual, su principal objetivo era la transformación social, colectiva, la regeneración completa de la sociedad. Por lo tanto, no bastaba con cambiar la dieta, de una carnívora a una vegetariana, sino que era preciso subvertir todos los valores, las tradiciones y los hábitos, que alejaban a los individuos de las “leyes naturales”. Había que desterrar los prejuicios morales y religiosos, así como los malos hábitos alimenticios. Por este motivo, eran críticos acérrimos de la vida moderna, considerada como antinatural, con su estratificación, instituciones autoritarias y tradiciones, calificándola como “irracional”. Pregonaban, en cambio, que lo racional y “civilizado” era el retorno a la naturaleza, no entendido como reconstitución de un primitivismo imaginado, sino en tanto reintegración del ser humano al orden natural. Este punto de vista era, ciertamente, la base de los naturismos, siendo la consigna “volved a la naturaleza” una expresión utilizada transversalmente en los discursos naturológicos.27 Su propósito, como se intuye, debía traducirse en la recuperación de la “salud y energía para el cuerpo” y de la “paz para el espíritu”, como sostenían sus promotores.28 Pero esta orientación, a su vez, iba más allá de la mera recomposición individual, en cuanto aducía una perspectiva sobre la historicidad que subvertía las categorías estructurantes de la modernidad occidental en América Latina y del progreso civilizatorio, como lo expresa Florentino Montoya –hermano de Juan Segundo–, en las páginas de Natura: “La mecánica progresa, avanza a pasos agigantados; pero todo lo que avanza en mecánica la humanidad, lo retrocede en el sentido biológico y moral”.29 Por consiguiente, era común que en el naturismo existiera cierta añoranza por la era preindustrial o que figuraran representaciones del “buen salvaje” en cuanto alteridad exótica que demostraba el errático curso del progreso moderno.
Ejemplo de lo anterior es el artículo titulado “La dietética racional”, publicado en el periódico Vida Nueva, en el que su autor, el Dr. Prudencio Pueyo, plantea que la “falsa alimentación” se relacionaba directamente con el uso del fuego y la cocción de los vegetales. Sostenía que la cocina era la “causante de todos los males” y de “todas las mentiras”, dado que extinguía las cualidades energéticas, dinámicas, radioactivas del alimento, siendo por lo tanto “contraproducente”. Como referencia, hace mención al dietista alemán Theodor Hahn (1824-1883), quien aludía al encuentro entre colonos españoles y un pueblo de las Islas Marianas en 1613. Según anota, este pueblo nativo “no conocía el fuego y se alimentaba de frutas y raíces” y “no había entre ellos enfermos. Morían a la edad de 150 años y algunos más viejos. Los hombres eran tan fuertes que podían llevar 250 kilos”.30 Una similar idea encontramos en Natura, no emanada de una crónica colonial, sino de un reportaje sobre el naturismo en Bolivia que, con claros ribetes etnográficos, elogia al indio boliviano porque, pese a su alto consumo de coca y alcohol, goza de buena salud gracias a su alimentación y constitución física, señalando que “las caminatas y la vida al aire libre, hacen del indio un elemento resistente, en contraposición al blanco que se ha alejado de la Naturaleza”.31
Ahora bien, aunque algunos idealizaban el “estado salvaje”, otros eran más cautos. Juan Segundo Montoya señalaba al respecto que “el naturismo lucha, porque el hombre vuelva a vivir de acuerdo con la Naturaleza”, pero “al decir esto”, precisaba, “no quiere que deseamos volver al primitivismo salvaje, queremos decir que hay que renunciar a todo aquello que nos perjudique en nuestro desarrollo físico e intelectual, y que aprovechemos todas aquellas conquistas inherentes a nuestra especie”.32 Más aún, en Vida Nueva se consideraba que el naturismo no era solo el hábito de vivir en el medio natural, aspecto imposible “en el ambiente de las ciudades modernas”, sino que constituía “una amplia visión de la vida que permite comprender las leyes de la naturaleza y aplicarlas en la teoría y en la práctica de la vida diaria”.33
De tal modo, sus propagandistas eran “revolucionarios” y, como tales, fueron perseguidos. Su propósito era regenerar a los individuos para transformar a la sociedad, su moral o, al menos, trastocarla. Tarea para nada menor. Los naturistas libertarios concebían el naturismo como una “revolución cultural y biológica”, de los cuerpos individuales y sociales, que al mismo tiempo buscaba subvertir el orden político, sociocultural y económico. De acuerdo con este principio, la “salud” era el “don primero que debiera tender a conquistar el hombre, pues sin ella ninguna perfección humana es posible ni digna de estima”.34 En otras palabras, mejorar la salud debía ser el primer objetivo de todas las políticas de transformación social radicales. De ahí, su crítica a las instituciones sanitarias estatales y a la medicina oficial, ya que, según su particular modo de ver, no “salvaguardaban la salud”, al contrario, contribuían a enfermar más a los individuos. En uno de sus tempranos escritos publicado en Natura, Juan Segundo Montoya se explaya sobre su visión revolucionaria del naturismo, señalando que son los naturistas “con su ejemplo viviente, los que darán la clave del bueno y del buen vivir”, los llamados a emprender la “gigantesca reforma humana”, la gran “cruzada de salvación nacional”.35
Este tipo de jerga militante no era común en las páginas de Natura, que eludía las disputas ideológicas y la politización del movimiento naturista. Al respecto, es particularmente interesante mencionar una polémica suscitada entre anarquistas y naturistas en las páginas de esta revista. En pocas palabras: en julio de 1934 publicaron un breve artículo acerca de los beneficios de la regeneración de la salud a través de la alimentación. Como ejemplo utilizan una anécdota ocurrida en España, en el encuentro entre un médico naturista y un individuo anarquista que tenía el sistema nervioso alterado y el cerebro turbio, provocando en él “ideas violentas y tenebrosas”. Al cabo de tres años, tras someterse al tratamiento naturópata, el anarquista retorna al consultorio. Eran tiempos convulsos, en que la implantación de la República había causado quemas de conventos y desmanes públicos. El médico entonces dice al anarquista: “Ahora estará usted contento. Han quemado muchas iglesias y conventos […]”, a lo que el anarquista responde: “No estoy de acuerdo con esos atropellos; al contrario, estoy muy contrariado por estos desmanes. Ahora mis ideas son de Paz y Amor”.36
La lección, casi como una moraleja, era que la alimentación depurativa desintoxicaba la sangre, el cuerpo y, también, la mentalidad, tornando las tendencias violentas del individuo en ideales puros y nobles. Dos números después llegó la réplica. En ella, se advierte que es injustificado el ataque hacia los ácratas, señalando que “el Naturismo tiene actualmente en los anarquistas sus más grandes propulsores” y que ellos son los que “hacen llegar a lo más bajo de los pueblos (por estar en su íntimo contacto), el bálsamo regenerador del Naturismo con sus ramificaciones Hidroterápicas, Trofológicas, etc.”.37 Asimismo, sostenía que naturistas y anarquistas se confundían en lo que respecta a la regeneración, pero estos últimos iban más lejos.
Por su parte, la Redacción de la revista tomó una posición antianarquista, indicando que no existe anarquismo en el funcionamiento del cuerpo humano, en cuanto es parte de un “todo organizado en perfecto orden por la naturaleza”. Incluso, sostienen que “el cáncer es un caso de anarquismo dentro de la fisiología del cuerpo humano, quiere vivir por sí y ante sí, desconociendo el conjunto funcional del cuerpo” y que, por el contrario, el “socialismo biológico” del cuerpo humano sería la “mejor fórmula que podríamos copiar como solución social”.38
Ahora bien, ¿qué hacía que los naturistas leyeran en dicha clave cancerígena al anarquismo, que por su lado se situaba en las vías armonicistas y organicistas? La respuesta está en los fundamentos filosóficos, de carácter metafísicos y transcendentalistas, que se deducían del principio de reintegración a la naturaleza propuesto por los naturistas “a secas” y por los “integrales”. Para los primeros, como queda estipulado en un temprano escrito de Natura escrito por el Dr. Albérico Roth,39 el prototipo edénico representaba el ideal del naturismo, el cual era comprendido como una “cosmofilosofía” que había sido escrita “en el Edén, entre el árbol de la Ciencia y de la vida”, de modo que era “tan viejo como el mundo”. Se trataba, por ende, de una reaparición que emergía de antiguos fosos de sabiduría para acabar con la edad del oro, de la civilización pecuniaria, artificial y carnívora, y volver a la Edad del Árbol. Para los naturistas libertarios o integrales, en cambio, la filosofía naturista no buscaba reinstituir el escenario mítico del Edén, sino promover la investigación de los principios universales de la Naturaleza. Según exponen en Vida Nueva, la ley del progreso era uno de estos principios, aunque más relevante era el “faro indicador del camino del progreso”, a saber, la solidaridad y el apoyo mutuo. De ahí que escriban:
La solidaridad, cuya base es el amor, es fuerte como la vida que vence a la Muerte. Es Alfa y Omega de todo lo existente. Sin ella nada existiría […] La solidaridad es un principio universal, inmutable de la Naturaleza.40
En tal sentido, no distantes del “socialismo biológico”, sostenían que el “mundo no es otra cosa que una inmensa sociedad de moléculas perfectamente cohesionadas y absolutamente individualizadas” y que siempre será igual, “mundos, mares, hombres, hijos son de la solidaridad que agrega incesantemente sus elementos constitutivos”.41
¿Qué rol tenía la revolución en este cosmos naturista? O, más específicamente, ¿en qué medida se identificaban como revolucionarios al pregonar el retorno a la matriz edénica o al avivar el potencial solidario que sostiene la vida natural? Al respecto, independiente del punto de partida, Alberico Roth dirá que el naturismo hace contentos “al visionario, al artista, al rebelde”, ofreciendo al soñador “una revolución social sin dinamita ni pólvora”.42 En otro escrito, publicado primero en Natura y replicado en Vida Nueva, se comienza señalando que “el naturista es un revolucionario de la higiene”, agregando más adelante que “todos los revolucionarios de la hora actual buscan la simplicidad de la vida material a fin de entonar cuanto sea posible la psiquis humana”.43 Esta higiene, para los naturistas integrales, debía operar en todos los órdenes o niveles del individuo: corporal, social y mental, “practicando una severa depuración ideológica, relegando al pasado toda idea negativa conservadora de tradiciones malsanas”.44 Aquello era una verdadera revolución sanitaria, higienista, de “profilaxis social”.
De este modo, los naturistas libertarios imbricaban anarquismo y naturismo, ya que, según sostenían, eran complementarios. Argüían que las ideas y prácticas del naturismo permitían la regeneración individual, mientras que las anarquistas la social. Dicha imbricación les permitió, asimismo, darle mayor validez a sus discursos y prácticas regeneradoras. Sin embargo, al interior del anarquismo criollo hubo diversas lecturas en torno a las propuestas naturistas. Algunos señalaban que la prensa libertaria debía abordar solo los problemas sociales, económicos y aquellos relacionados con la revolución, y que lo referente a la salud había que dejárselo a los “profesionales”. Por ende, eran críticos de que en sus páginas se publicaran artículos sobre naturismo. Sus detractores –que pensaban la salud y lo sanitario en términos más amplios– sostenían que no se podían disociar. De igual modo cuestionaban, en general, el carácter de clase en el ejercicio de la medicina y la posición privilegiada de los médicos alópatas, en particular. Criticaban por consiguiente la “privatización” del conocimiento médico por parte de sus cultores profesionales, así como el negocio asociado al ejercicio de la medicina y la utilización de la “carrera médica” con fines políticos personales.45 Por ello, se llevó a cabo una ardua lucha entre diversos saberes que se autodenominaban a sí mismos como “científicos”, disputando la “cientificidad” de los conocimientos y la “racionalidad” subyacente a ellos. En este contexto, para los naturistas libertarios, la medicina oficial no atacaba las causas de las enfermedades, individuales y sociales, sino sus consecuencias, motivo por el cual la consideraban inoficiosa. Sostenían que “la mayoría de las enfermedades son el fruto de la miseria; la mala vivienda, la mala alimentación, los trabajos forzados, antihigiénicos y mal remunerados”,46 viendo lo sanitario como otro de los pilares del sistema de dominación estatal, que coartaba la libertad de los individuos y reforzaba el control social, crítica que, no está de más recordar, se inscribía en la postura antivacunas que también fue levantada en campañas de los naturistas de la SNCh.
Conclusiones
El naturismo, si bien podemos comprenderlo en tanto corriente o movimiento amplio, inserto en el conjunto de tendencias decimonónicas de carácter modernista, consideramos que se trataría de un espectro de ideas y principios que, al fundamentarse en un concepto abstracto y metafísico como lo es “Naturaleza”, se proyectó en una diversidad de prácticas que podían llegar a expresar tanto perspectivas apolíticas y conservadoras como posicionamientos políticos de índole revolucionaria.
Según hemos visto en el desarrollo del naturismo en Chile, la difusión y popularidad que adquirió permitió que sus premisas influyeran transversalmente en el cuerpo social, siendo adoptado de distintas formas, ya fuera como terapia o método curativo, moral individual u orientación de la vida colectiva. El mundo anarquista, en cuyo ideario el principio de solidaridad universal era entendido como principio o ley de la naturaleza, no estuvo exento del influjo naturista, desenvolviéndose entre sus militantes una serie de discursos y prácticas que expandían la reflexión naturológica hacia el campo sociopolítico, constituyendo otro escorzo dentro del espectro naturista denominado por sus cultores como “naturismo integral”, en cuanto integraba lo sociológico a lo biológico y fisiológico.
En tal sentido, pese a que no existía una total congruencia entre los naturismos –suscitándose una serie de polémicas en su interior–, había correlaciones que, en el caso del mundo anarquista, se concentraban principalmente en el cuestionamiento del llamado “Estado Sanitario”. Por otro lado, la región austral constituyó un espacio de confluencia, imbricándose el naturismo libertario con las redes naturistas que desde comienzos del siglo XX se instalaron a partir de prácticas terapéuticas basadas en la hidroterapia. Esto da cuenta de cierta particularidad del naturismo libertario local, el que, además, difundía la trofología o ciencia de la alimentación como base de la regeneración individual y social. Igualmente, la acción de militantes formados en escuelas naturistas, como Juan Segundo Montoya o Wenceslao Canales, integrantes de Vida Nueva, fueron fundamentales para la consolidación de la propaganda anarconaturista en el sur de Chile.
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1. Respecto de las redes transnacionales del anarquismo, véase Walt y Hirsch (2010) y Bantman y Berry (2010).
2. Manuel Lezaeta A., “El Padre Tadeo de Visent”, Natura, Santiago, octubre de 1933, p. 17.
3. “Sanatorio Infantil «Padre Tadeo»”, Natura, Santiago, noviembre de 1928, p. 121.
4. Lezaeta menciona como ejemplos al agricultor Vincent Priessnitz (1799-1851), el sacerdote Sebastian Kneipp, el carpintero Louis Kuhne (1835-1901), el leñador Arnold Rikli (1823-1906), “todos grandes y verdaderos médicos, sin más diploma que sus dotes naturales” (Lezaeta, 1927, p. 79).
5. “Naturismo y naturistas”, Natura, Santiago, octubre de 1926, p. 60.
6. “Naturismo”, Natura, Santiago, marzo de 1935, p. 20.
7. “El movimiento naturista en nuestro país”, Natura, Santiago, marzo de 1927, p. 208.
8. “Ecos y comentarios”, Natura, Santiago, septiembre de 1927, p. 401.
9. “Sociedad Naturista Padre Tadeo”, Vida y Luz, Valdivia, marzo de 1928, p. 1.
10. R., “El naturismo avanza”, Natura, Santiago, mayo de 1929, p. 258.
11. “Ecos y comentarios”, Natura, Santiago, diciembre de 1926, p. 93.
12. Un temprano caso fue la detención del profesor naturista Manuel Bobadilla: “La prisión de nuestro compañero Bobadilla”, Natura, Santiago, septiembre de 1927, p. 403.
13. “El ejercicio libre de la medicina”, Natura, Santiago, enero de 1927, p. 130.
14. “La propaganda naturista en provincias”, Natura, Santiago, febrero de 1927, p. 170.
15. Ismael Valdés, “El ejercicio libre de la medicina”, Natura, Santiago, enero de 1927, p. 130.
16. Ibídem.
17. “Notas sueltas”, La Ajitación, Santiago, Estación Dolores (Tarapacá), marzo de 1905, p. 4.
18. Edragal, “Naturismo”, El Sembrador, Valparaíso, 27 de febrero de 1926, p. 3.
19. Edragal, “Naturismo”, El Sembrador, Valparaíso, 9 de enero de 1926, pp. 3-4.
20. Edragal, “Naturismo y deportes”, El Sembrador, Valparaíso, 22 de mayo de 1926, p. 4.
21. “Crónica. Ateneo de la I.W.W.”, Acción Directa, Santiago, agosto de 1926, p. 2.
22. J. 2.o Montoya R., “Cultura”, Natura, Santiago, diciembre de 1929, p. 368.
23. “Vida Nueva”, Vida Nueva, 1a quincena de abril de 1934, p. 1.
24. “Divulgación de Naturismo Trofológico”, Vida Nueva, Osorno, 1a quincena de abril de 1934, p. 2.
25. La Redacción, “Nuestra protesta”, Natura, Santiago, agosto de 1934, p. 2.
26. “Racionalización del Naturismo”, Vida Nueva, Osorno, 9 de marzo de 1940, p. 4.
27. Véase a propósito el artículo del fisiatra español Carlos Ruiz: “Que significa volver a la Naturaleza”, Natura, Santiago, agosto de 1935, pp. 6-11.
28. “Orientación Naturista”, Natura, Santiago de Chile, septiembre de 1933, p. 2.
29. Florentino Montoya, “El naturismo trofológico es la única Medicina”, Natura, Santiago, agosto de 1934, p. 5.
30. Dr. Prudencio Pueyo, “La dietética racional”, Vida Nueva, Osorno, 1a quincena de abril de 1934, p. 3.
31. V.R.H., “El Naturismo en Bolivia”, Natura, Santiago de Chile, junio de 1933, p. 16.
32. Juan 2o Montoya, “Divulgación del Naturismo”, Vida Nueva, Osorno, 7 de julio de 1935, p. 3.
33. “Vida Natural”, Vida Nueva, Osorno, 9 de marzo de 1940, p. 3.
34. “Sanidad”, Vida Nueva, Osorno, 30 de julio de 1934, pp. 1 y 2.
35. “La carestía de la vida”, Natura, Santiago, abril de 1931, pp. 8-11.
36. “Regeneración por la alimentación”, Natura, Santiago, julio de 1934, p. 3.
37. César Contreras N., “El naturismo y el anarquismo”, Natura, Santiago, septiembre de 1934, p. 16.
38. Ibídem.
39. Dr. Albérico Roth, “El naturismo hará una revolución social sin dinamita ni pólvora”, Natura, Santiago, agosto de 1926, p. 8.
40. “Solidaridad”, Vida Nueva, Osorno, 25 de febrero de 1939, p. 3.
41. Ibidem.
42. Dr. Albérico Roth, “El naturismo hará una revolución social sin dinamita ni pólvora”, Natura, Santiago, agosto de 1926, p. 8.
43. I. Goorman, “La actitud revolucionaria del Naturista”, Natura, Santiago, junio de 1933, p. 17. También en Vida Nueva, Osorno, 1° de mayo de 1934, p. 3.
44. Juan 2° Montoya, “La higiene debemos levantarla por encima de todas las religiones”, Vida Nueva, Osorno, 19 de febrero de 1938, p. 4.
45. “¿Interesa a los trabajadores el problema de la salud? ¿Les conviene estudiar Naturismo?”, Vida Nueva, Osorno, 17 de enero de 1937, pp. 3 y 4.
46. “La campaña de salubridad pública tal como se lleva es inoficiosa”, Vida Nueva, Osorno, 15 de agosto de 1934, p. 3.