Prensa sindical y construcción política. Los ferroviarios comunistas del Central Argentino (Rosario y Pérez durante los años 20)
Resumen: El presente artículo explora la militancia comunista en el ámbito ferroviario a partir de las transformaciones laborales, las experiencias de lucha y la organización sindical y partidaria. Para ello, se recurre a un análisis situado y relacional centrado en una compañía –el Ferrocarril Central Argentino (FCCA)– en Rosario y Pérez. Se examina particularmente un periódico de empresa comunista, El Riel, que circuló en esa compañía a fines de los años 20. El abordaje de esta publicación contribuye a un acercamiento al proceso de formación de una comunidad obrera ferroviaria local y aporta al estudio de la prensa obrera en el período analizado.
Palabras clave: ferroviarios – comunistas – periódico de empresa
Trade union press and political construction. The communist railwaymen of Central Argentino Railway (Rosario and Pérez during the 20s)
Abstract: This article explores the communist militancy in the railway sector from the labor transformations, the experiences of struggle and union and party organization. In order to this, a situated and relational analysis is used, focused on the Central Argentino Railway (FCCA) in Rosario and Pérez. El Riel –a communist company newspaper that circulated in that firm at the end of the 1920s– is specially examined. The analysis of this publication contributes to an approach to the making process of a local railway worker community and the study of the worker press in that period.
Keywords: railwaymen – communists – company newspapers – Central Argentino Railway
Recepción: 10 de enero de 2023
Aceptación: 28 de febrero de 2023
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El Riel fue un periódico de empresa que circuló en los últimos años de la década del 20 dentro de los talleres y otras dependencias del Ferrocarril Central Argentino (FCCA) de Rosario y Pérez, en la provincia de Santa Fe. Nuestro objetivo es analizar esta publicación a partir de considerar su relevancia a la hora de acercarnos a las condiciones de labor en las empresas ferroviarias británicas en Argentina y a los procesos de construcción de comunidades obreras vinculadas a ellas. Asimismo, nos permite examinar las modalidades de inserción del Partido Comunista (PC) en la clase trabajadora del país y, en particular, en el colectivo ferroviario. Por último, el propio periódico en sí mismo resulta un objeto interesante de abordar en su materialidad y como exponente de la prensa obrera de este período.
El mundo del trabajo ferroviario durante la primera mitad del siglo XX ha sido explorado por un conjunto de autoras y autores que se han focalizado en diferentes tópicos: condiciones de vida, conflictividad laboral, organización sindical y dimensión comunitaria (Thompson, 1978 y 1984; Horowitz, 1985; Gordillo, 1988; Suriano, 1999; Contreras, 2011; Mengascini, 2011; Palermo, 2011; Monserrat, 2011; Marcilese, 2013; Miravalles, 2013; Menotti y Oliva, 2015; Aquino, 2017; Badaloni, 2018; Aldao, 2018). También se han indagado las estrategias de calificación laboral tanto obreras como patronales (Ayuso, 2017; Badaloni, 2022) y las políticas de gestión de mano de obra implementadas por las compañías (Palermo, 2019; Badaloni 2020 y 2022). En los últimos años, se han hecho aportes desde la perspectiva de género, analizando a las trabajadoras de la rama, la configuración de “masculinidades” y la intervención femenina en las protestas (Palermo, 2011; D’Uva, 2021; Badaloni, 2021 y 2022).
Por otro lado, y partiendo de trabajos pioneros como el de Sylvia Saítta (1998), el campo de estudio de la prensa y las publicaciones periódicas en Argentina se ha nutrido de nuevas investigaciones que ha incluido objetos diversos y perspectivas metodológicas novedosas (Delgado y Rogers, 2014; Buonuome, 2019). La prensa obrera, en particular, fue examinada a través de la focalización en distintas corrientes ideológicas: anarquistas, sindicalistas, socialistas y comunistas (Molyneux, 1986; Camarero, 2007; Lobato, 2009; Anapios, 2011 y 2016; Díaz, 2015; Caruso, 2017; Fernández Cordero, 2019). En relación a las publicaciones e iniciativas editoriales comunistas,1 existen exploraciones, entre otras, de Camarero (2007), Piemonte (2020) y Petra (2020).
La prensa obrera tanto sindical como partidaria ha sido ampliamente utilizada como fuente para reconstruir la historia de las y los trabajadores del ferrocarril en diferentes períodos y espacios. Sin embargo, existe un vacío en relación a los estudios que tomen las publicaciones editadas por estos colectivos ferroviarios como objeto de estudio específico. Tal como señala Mirta Lobato (2009), durante la primera mitad del siglo XX, “la prensa obrera se fue convirtiendo en una herramienta fundamental para la construcción de identidades de los trabajadores”. Al mismo tiempo, las organizaciones de las y los trabajadores consideraron que la práctica de leer era clave “como medio de acceso al conocimiento y al placer” en el marco de un escenario cultural caracterizado por la edición creciente de materiales escritos, el incremento de la prensa periódica y la multiplicación de espacios de lectura.
Los ferroviarios iniciaron tempranamente la fundación de bibliotecas y la puesta en marcha de emprendimientos editoriales. Los conductores nucleados en La Fraternidad (LF) redactaron su revista sindical desde 1907. Con anterioridad, desde 1902, habían publicado el boletín El Conductor de Máquinas. Con la intención de socializar destrezas de oficio fundaron, para la misma etapa, escuelas de maquinistas por seccionales dependientes del sindicato. En el caso de Rosario y de la empresa FCCA, un colegio de ese tipo fue creado en 1913, el cual contó, además, con una biblioteca provista de materiales apropiados para la tarea pedagógica y la formación de los socios (Badaloni, 2022). El resto de los trabajadores ferroviarios ocupados en otras áreas del ferrocarril –Talleres, Tráfico, la administración o Vía y Obras– redactaron también periódicos desde principios del siglo XX. La Confederación Ferrocarrilera fundada en 1903 poseía un órgano gremial –El Ferrocarril– que circuló hasta 1908. Con posterioridad, El Obrero Ferroviario vio la luz a partir de 1912 acompañando la fundación de la Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF) y sobrevivió a los sucesivos cambios institucionales.
Paralelamente a las iniciativas obreras, las empresas ferroviarias apelaron también a estrategias de integración orientadas a este creciente universo de lectores. En ese sentido, el FCCA recurrió a diferentes opciones: centros culturales, concursos literarios, bibliotecas, boletines. órdenes de servicio, reglamentos internos y una revista oficial de la firma (Badaloni, 2022).
Desde una perspectiva relacional, consideramos que el análisis de El Riel debe enmarcarse en ese contexto cultural caracterizado por la palabra escrita y un público lector que se expandía continuamente con el aumento de los niveles de alfabetización en el país. En ese sentido, dialogaba con un sinfín de otras publicaciones originadas en organizaciones sindicales o políticas reconocidas como aliadas o adversarias, con materiales producidos por las patronales y el propio Estado. A estos se sumaba un conjunto de revistas culturales, prensa comercial y libros en general de circulación masiva y de origen nacional o extranjero. Es decir que la aparición de El Riel se conectó con esa cultura impresa que trascendía los límites del mundo obrero y los márgenes ideológicos de la izquierda.
Como hipótesis, sostenemos que el surgimiento de El Riel estuvo ligado estrechamente a la orientación nacional del Partido Comunista argentino (PC), que desde mediados de los años 20 se proponía “proletarizar” y “bolchevizar” la organización partidaria adoptando una estructura celular afín a una organización leninista. Asimismo, su circulación dentro de la compañía demostraba la presencia (y permanencia) de militantes de esa corriente que habían participado de las protestas desa-
tadas en los dos primeros decenios y en las diferentes organizaciones gremiales que se sucedieron. Los ferroviarios comunistas se volcaron en esta etapa a los espacios donde poseían un desarrollo político afianzado, entre ellos el FCCA de Rosario, con la intención de ganar adeptos a su corriente. La ausencia de confrontaciones de gran envergadura en la rama, como las entabladas previamente, delineaba un escenario en el cual resultaba adecuada la batalla política a través del diálogo y la discusión. Las páginas de El Riel constituían un instrumento flexible que combinaba (y conectaba) la propaganda política y la acción sindical concreta. En ese sentido, se instaba, por un lado, a la construcción de un partido similar al Bolchevique que garantizara la resolución (a través de la revolución socialista) de los problemas que afectaban a las y los trabajadores. Por el otro, se estimulaba en al ámbito gremial la defensa de la unidad organizacional acompañada de una crítica frontal a las direcciones de la Unión Ferroviaria y LF y el combate contra aquellos que sostenían posiciones autonomistas –como, por ejemplo, la opción de sindicatos por empresa o centrales paralelas–, muy extendidas entre los núcleos obreros de los talleres del FCCA.
En la primera parte de este artículo presentamos la empresa ferroviaria analizada y un pantallazo resumido de la dinámica de las relaciones capital-trabajo y la organización sindical desde fines de la década del 10 y a lo largo de la siguiente. En una segunda sección, abordamos brevemente la constitución del PC en Rosario y sus alrededores y su vinculación con el ámbito ferroviario. En tercer lugar, analizamos El Riel como objeto en sí mismo y como instrumento de construcción política y sindical. Por último, ensayamos un conjunto de reflexiones finales.
En relación a las fuentes utilizadas, hemos consultado un corpus documental variado y con orígenes diversos (prensa obrera, archivos de la empresa y estatales): El Riel, La Internacional, El Obrero Ferroviario, Fojas y Fichas de Personal del FCCA, Estadística de los Ferrocarriles en Explotación y material de la Foreign Office.
El Ferrocarril Central Argentino y su personal en la década del 20.
Luchas y organización sindical
La instalación de la firma de capitales británicos FCCA en Argentina se remonta a la década de 1860. Su núcleo más importante estaba en Rosario y sus alrededores, donde además se habían erigido los dos talleres principales –Talleres Rosario y Talleres Gorton en Pérez–, los primeros dedicados a la reparación y mantenimiento de coches y vagones y los segundos, a las locomotoras. El personal total de la compañía llegó a alcanzar las 39.000 personas,2 mientras sus talleres superaron los 3.000 trabajadores ocupados. Se caracterizó por implementar un conjunto de políticas de gestión de mano de obra que combinaba elementos de coerción e integración discriminada por medio de dispositivos acompañados de prácticas y discursos con profundos rasgos paternalistas (Badaloni, 2022). Las acciones obreras y 1as crecientes intervenciones del Estado en materia social fueron corroyendo este sofisticado sistema patronal y obligó a su modificación y adaptación.
La coyuntura comprendida entre 1917 y 1921 fue el escenario de importantes protestas. Algunas de las más violentas se desarrollaron entre junio y agosto de 1917 al interior de los talleres mencionados y confluyeron posteriormente en la huelga general ferroviaria de septiembre de ese año (Palermo, 2011; Badaloni, 2018 y 2022). Cuando estos conflictos finalizaron luego de un decreto del gobierno de Yrigoyen, los resultados fueron desiguales para el colectivo ferroviario. Mientras LF consiguió mejoras con la sanción de una Reglamentación del Trabajo, la FOF no logró satisfacer la mayoría de sus reclamos (Goldberg, 1979; Gordillo, 1988). Las empresas ferroviarias, por su parte, objetaron la intervención del Estado y su injerencia en cuestiones que consideraban de su propia potestad y optaron en los hechos por no cumplir las nuevas disposiciones. Para la mayoría de los trabajadores ferroviarios –por fuera de maquinistas y foguistas–, este incumplimiento se combinó con un proceso de fragmentación sindical, lo cual derivó en un perjuicio mayor. A partir de 1918 y hasta 1921, los trabajadores del FCCA declararon numerosas huelgas parciales a lo largo de la línea que comprometieron la disciplina y la autoridad patronal en los lugares de trabajo y, como consecuencia, las tareas productivas. La estrategia de la dirección fue profundizar los mecanismos coactivos (despidos de activistas, aplicación de sanciones, etc.) e introducir cambios tanto en sus políticas de gestión de mano de obra como en el desarrollo de los procesos de trabajo. Desde mediados de la década del 10 y a lo largo del siguiente decenio, se incorporaron algunos lineamientos de la organización científica del trabajo en los talleres, adecuándolos a la actividad ferroviaria. Estas estrategias racionalizadoras debieron enfrentar resistencias por parte de los trabajadores, algunas de forma abierta y otras de manera más solapada que quedaron registradas en el archivo de personal (Badaloni, 2022).
Las tensiones y controversias suscitadas al interior de los talleres y otros espacios derivaron en la escisión de algunas seccionales de la FOF. También denotaban disputas en torno a dos modelos de organización sindical. Esquemáticamente, podría señalarse que mientras uno tendía a una mayor centralización institucional (similar a la adoptada por LF), el otro se emparentaba con tradiciones más federalistas. Entre 1919 y 1924, en esta compañía se desarrollaron experiencias de agremiación por empresa impulsadas por anarquistas y militantes que propugnaban posiciones autonomistas. El Sindicato del FCCA encabezó al menos dos huelgas importantes, en 1919 y 1921, ambas con desenlaces negativos que se materializaron en numerosos despidos. La FOF y su sucesor, el Sindicato de Tráfico y Talleres, no avalaron estas medidas por considerar impudente la declaración de estas huelgas, por lo cual delegados y activistas quedaron a merced de la patronal. De todos modos, y tal como ha sostenido el dirigente comunista y foguista del FCCA, Florindo Moretti,3 si bien algunas medidas fueron resueltas “irresponsablemente por los anarquistas”, la mayoría de ellas fueron decididas en asambleas de trabajadores ante los abusos de las empresas (Lozza, 1985). Los resultados de estas protestas derivaron en una situación de desgaste en el colectivo obrero y un debilitamiento de las corrientes autonomistas más combativas. Estas condiciones habilitaron la consolidación de opciones más moderadas vinculadas al sindicalismo y al socialismo y a dirigentes como Antonio Tramonti. Mientras tanto, durante 1920, la FOF definió una nueva estructura organizativa y se constituyó el Sindicato de Tráfico y Talleres. Paralelamente, se conformó junto con LF un organismo mixto denominado la Confraternidad Ferroviaria que funcionó hasta 1929. Paulatinamente algunas de las secciones del FCCA que habían abandonado la organización nacional regresaron a ella con la excepción de la de Talleres de Rosario y Pérez y la de Campana que continuaron escindidos y rebeldes por un tiempo más.
La nueva entidad gremial adoptó desde su creación métodos de reclamo menos confrontativos como el “obstruccionismo” o el “trabajo a reglamento”. El logro de escalafones para distintas categorías y el reconocimiento de los sindicatos por parte de las compañías permitió al oficialismo defender la eficacia de sus nuevas formas de reclamo, lo cual consideraron una victoria frente a la oposición. La reorganización de la sección Talleres en el FCCA de Rosario en 1921 y luego la de Santa Fe alentó una declaración triunfalista de la conducción:
El divisionismo en el gremio ferroviario y, especialmente en el Central Argentino, toca a su fin. La sección Rosario, que siempre fue la más azotada por la plaga del divisionismo, tiende a librarse por completo de su perniciosa influencia.4
A lo largo de 1922, se desarrollaron tensos debates que culminaron en la constitución de la Unión Ferroviaria con una estructura similar al gremio de los maquinistas. Un editorial explicaba los cambios ocurridos proclamando la desaparición del “sistema federalista” y su reemplazo por otro “netamente centralista”. También anunciaba que “la adopción de la personería jurídica” significaba “salir del marco del sectarismo” y el logro de nuevas mejoras a través del “empleo de la acción legal”.5
La consumación de estas transformaciones suscitó resistencias de algunas seccionales del país: en Buenos Aires se conformó un Comité de Relaciones con participación de los comunistas y en el FCCA de Rosario se fundó un nuevo organismo por empresa: el Sindicato de Ferroviarios Unidos del FCCA, controlado por los anarquistas. Desde la fracción triunfante se inició una campaña de denuncia, desprestigio y expulsión de los grupos disidentes quienes seguían sosteniendo el proyecto federativo. Anarquistas, comunistas o autonomistas fueron estigmatizados y ridiculizados tildándolos de “divisionistas”, “rojos” o “traidores” (Goldberg, 1979). Ante la convocatoria de un congreso del nuevo gremio de empresa realizado en la sección Rosario, se los llamó despectivamente “revolucionarios de cartón”.6 Al mismo tiempo, se decidió la disolución de algunas secciones opositoras y la expulsión de afiliados. Los sectores díscolos constituyeron, a comienzos de 1923, la Federación de Sindicatos Ferroviarios sobre la base de organismos por ferrocarriles adheridos a la Unión Sindical Argentina con dos comunistas en su dirección: Florindo Moretti y Luis Cechini (Lozza, 1985).
Hacia 1924, la consolidación de la Unión Ferroviaria era un hecho. La entidad había conseguido su personería jurídica, lo cual le confería un lugar clave como interlocutora oficial para negociar mejoras y escalafones en detrimento de cualquier otra representación gremial (Lozza, 1985). De todos modos, la hegemonía lograda no significó la desaparición de corrientes disidentes. En el FCCA de Rosario, los comunistas mantuvieron núcleos militantes, especialmente en los Talleres, y desarrollaron nuevas iniciativas como veremos a continuación.7
Comunistas en Rosario
La militancia comunista en Rosario tuvo sus orígenes –tal como en otros espacios de Argentina– en la crisis producida al interior del Partido Socialista alrededor de temas vinculados a la Primera Guerra Mundial, la separación entre la actividad política y la sindical y finalmente la postura partidaria frente a la revolución soviética. Hacia agosto de 1917, un grupo de militantes rosarinos se presentaba en los primeros números de La Internacional 8 como quienes habían sido expulsados por haber sancionado la posición belicista de los parlamentarios socialistas frente a la Gran Guerra.9 Algunos de ellos, como Francisco Muñoz Diez o Manuel Molina, trabajaban en el FCCA y cumplieron un rol importante en las huelgas de ese año. Molina, por ejemplo, fue encarcelado durante los conflictos. También algunas militantes mujeres luego devenidas comunistas participaron de aquella protesta, como Emma Rola (Lozza, 1985).
A través de las noticias aparecidas en el periódico comunista, se observa cómo, a lo largo de la segunda mitad de la década del 20, va cobrando importancia el trabajo del partido en Rosario, así como en otras localidades de la provincia de Santa Fe. En consonancia con las resoluciones del Congreso del PC argentino de 1925 inspiradas en las definiciones de la propia Internacional Comunista, tendientes a “bolchevizar” los partidos,10 los comunistas rosarinos comienzan a reemplazar la organización basada en centros por una estructura de células. Entre enero de 1927 y diciembre de 1929 es constatable en la prensa partidaria la creación de estos organismos en empresas, barrios rosarinos y localidades cercanas (Frigorífico Swift, en el ferrocarril, entre trabajadores tranviarios y rurales) y un seguimiento minucioso del desarrollo gremial en sectores obreros de la ciudad donde el PC contaba con militantes: gráficos, ebanistas, portuarios, calzado, metalúrgicos, albañiles, etc.
La actividad en Rosario se intensificó desde mediados de 1926 con campañas de afiliación y realización de charlas y conferencias que se desarrollaban tanto en casas de familias, en el local partidario o en la vía pública. Estas estaban a cargo de figuras públicas como el obrero gráfico Francisco Mónaco, el ferroviario Francisco Muñoz Diez, el dirigente de la Juventud Alejandro Onofrio y el obrero pintor Mario Cascallares. La condena y posterior ejecución de Sacco y Vanzetti fueron motivo de acciones y del impulso de huelgas, también en el FCCA (Badaloni, 2022). El ya nombrado Cascallares fue elegido concejal en las elecciones comunales de Rosario en mayo de 1928. Estos comicios coincidieron con el inicio de un proceso local de protestas que finalizaría recién hacia fines de ese año involucrando a portuarios, trabajadores de la Refinería, tranviarios, ferroviarios, carreros, conductores de camiones, entre otros.
Junto con la participación en huelgas y manifestaciones obreras, la militancia comunista promovía eventos dedicados a la reafirmación partidaria. La conmemoración de los aniversarios de la revolución rusa o del 1º de mayo fueron momentos clave dentro de una liturgia comunista.11 Además de la prioridad dada a los obreros en sus lugares de trabajo, la atención se extendía a jóvenes, mujeres y niños. La versión rosarina de la agrupación “Compañerito”12 fue constituida en junio de 1928 acompañada de una charla a cargo de Alejandro Onofrio frente al público infantil y a padres que habían acompañado a sus hijos:
Con palabras sencillas y comprensibles para los niños explicó la diferencia de clases a través del llamado día de los reyes, […y dijo:] como adivina vuestra picardía [los Reyes] no existen; ellos son vuestros padres que como no ganan el suficiente jornal no pueden comprarles juguetes.13
Tal como sugiere Hernán Camarero (2007), si bien los anarquistas y socialistas también habían desplegado políticas dirigidas a los niños, en el caso de los comunistas su aproximación a ellos tenía una connotación militante. Los niños eran considerados en su carácter de miembros de la clase obrera y, en ese sentido, era tarea del partido erradicar los elementos de “falsa conciencia” promovidos por instituciones como la Iglesia o la Escuela. La cruda desmitificación de los Reyes Magos es un buen ejemplo de esto.
Como mencionamos, los comunistas contaron con militantes en los ferrocarriles durante los años 20. El PC, si bien fustigó la creación de la Unión Ferroviaria (Camarero, 2007), hacia 1926 ya era consciente de que el ascenso y fortalecimiento de este sindicato era imparable y comenzó una campaña “pro unidad” a fin de conseguir una organización única. Los comunistas optaron, entonces, por actuar dentro del gremio mayoritario, aunque criticando a su dirección a la que tildaban de “tibia” y “reformista”. En la misma tónica, fustigaron a sus antiguos aliados –anarquistas y autonomistas varios– en sus intentos de reflotar a la desaparecida Federación.14 Este giro en la política gremial fue acompañado con la resolución adoptada por el PC de crear células en los lugares de trabajo y la recomendación de editar “periódicos de empresa”.15 La idea central de esa orientación editorial era que la publicación, lejos de ser una denuncia abstracta y general, debía centrarse en cada situación concreta, reflejando los reclamos y necesidades de los trabajadores.
¿Que hay un lugar insalubre en la casa, una pared que amenaza derrumbarse, un lugar donde no entra el aire o el sol, servicios malolientes, descuidado, sin limpieza, que el horario es excesivo, el salario pequeño, el trato malo, etc.? Muy bien, tómense esos asuntos aislados, uno por uno y sobre cada uno hágase un artículo conciso, sin ocupar mucho espacio y sin generalizar tampoco. Verán entonces los compañeros, cómo son apreciados por los obreros a quienes va dirigido.16
La confección de un periódico de este tipo debía tener en cuenta distintos elementos, comenzando por su nombre, el cual debía ser representativo de la unidad productiva a la que pertenecía. Otro tema importante y decisorio para llevar adelante la nueva política partidaria era lograr los fondos necesarios que garantizaran la impresión de los boletines y la continuidad en su aparición. En octubre de 1926, La Internacional informaba que el Presídium del Comité Central de Santa Fe “se ha dirigido a todos los simpatizantes del Partido que están en condición económica desahogada y a todos los que puedan contribuir para la compra de un mimeógrafo que nos permita la confección de periódicos de células”.17 Un año después esta política comenzaba a dar sus frutos, como veremos en el apartado que sigue.
El Riel: una tribuna de “todos los ferroviarios del Central Argentino de Rosario y Pérez”
En octubre de 1927, las células de ferroviarios comunistas del FCCA de Rosario y Pérez lograron editar un periódico de empresa, hecho anunciado en la prensa nacional a sus lectores:
Hace algunas semanas ha aparecido un periódico titulado “El Riel”, órgano de las células comunistas de Rosario y Pérez obreros del FCCA, su contenido y los fines que se propone han tenido la virtud de exasperar a los enemigos de las buenas causas. Tanto los sectarios como los dirigentes tibios de la CF [Confraternidad Ferroviaria] lo miran con reojo y lanzan invectivas contra los iniciadores y ejecutores de esa obra. Muy bien por los trabajadores que sacan El Riel.18
Su primer número salió a la luz el 10 de octubre de 1927 y dejó de existir un año después luego de conseguir publicar 5 ejemplares. Estuvo dirigido a un público específico: a quienes estaban en condiciones de integrar la Unión Ferroviaria (lo cual dejaba afuera a maquinistas y foguistas) y desarrollaban sus tareas en Rosario y Pérez. El anclaje de El Riel en una compañía en particular, suponía que sus redactores hicieran un seguimiento de la situación y evolución económica de la empresa, inclusive leyendo los balances públicos de ella. Así, para 1927, se contabilizaban las ganancias en libras esterlinas comparándolas con las obtenidas el año anterior y poniéndola en relación con lo percibido por los peones ferroviarios: “mientras tanto, hay muchos trabajadores que ganan $3 diario, otros que ganan poco más y los yonis [sic] capitalistas ingleses se gastan muy orondos lo que se «roba» al obrero ferroviario mal pago”.19
No sabemos cuál fue su tiraje, pero sí que se vendía a 0,10 el ejemplar y se promocionaban suscripciones semanales, semestrales y anuales. Constituía una publicación de cuatro páginas, con algunas estrategias de edición que la hacían atractiva para su lectura: la utilización de diferentes tipografías y tamaños de letras, así como una organización interna que evitaba el amontonamiento de su contenido. Por ejemplo, se recurría a recuadros para resaltar algunas noticias importantes y publicitar el próximo número. Quienes redactaban las notas no siempre eran militantes formales del PC. Así, mientras la línea editorial era controlada por la organización y tenían un claro sentido “pedagógico”, gran cantidad de colaboraciones –al menos así se declaraba– eran realizadas por simpatizantes o independientes. En ese sentido, el periódico se configuraba como un espacio de denuncia y reclamo y también de participación de trabajadores de base y extrapartidarios, de todos “nuestros camaradas ferroviarios; que el más simple obrero no se detenga en mandar un dato o una noticia cualquiera por temor de no escribir bien. No es posible esperar de nosotros a literatos”.20
El temor a ser detectado como colaborador de El Riel se resolvía con el uso de seudónimos. Tanto simpatizantes como militantes comunistas usaban nombres ficticios tales como “Viruta”, “Remache”, “Uno que ve”, “Saturno”, etc. Solo aparecían con nombres reales las figuras públicas del PC (como Cascallares, Pozzobon, Cechini, Onofrio) o extrapartidarios como Videla Reyna, quien firmó algunos escritos. Por otra parte, la única dirección postal que se consignaba correspondía al local central partidario de Rosario.
El periódico se dividía en distintas secciones: “Quejas, denuncias, protestas, reclamos”; “Temas sindicales”; “Notas breves”; “El Buzón Ferroviario”. Contaba con algunos pocos anunciantes –seguramente simpatizantes del PC– con domicilio en Rosario y Pérez, como la Librería y Juguetería “Claridad”, donde además se vendían sus números. De todos modos, su distribución era fundamentalmente “mano a mano” y a través de los militantes.
Muchas de las notas iban acompañadas de imágenes: entre ellas, algunas pocas fotografías (de Clara Zetkin y de Lenin) y, mayoritariamente, dibujos realizados por colaboradores anónimos. Estos apuntaban a una acción “pedagógica” y de “concientización”. Resaltaban, por un lado, la calidad de explotadora de la burguesía nacional en complicidad con el imperialismo y, por el otro, la situación opresiva que vivía el proletariado, aunque compensada por su naturaleza “objetivamente” revolucionaria. Al mismo tiempo, se indicaba la necesidad de organizarse sindicalmente y de integrar las filas comunistas. En una de las notas, dos obreros con ropa de trabajo y portando gorras charlan en una explanada; uno de ellos señala a otros dos personajes que pasan cerca de ellos, cuyas características son asimilables a dos representantes de la burguesía: de contextura gruesa, llevan sombrero y bastón y fuman sendos habanos. Tal como señala Lobato (2009), “Los explotadores son siempre gordos […] es una representación de necesidades satisfechas”. En otra composición, se observa una pista de baile donde varias parejas danzan en derredor de una mesa repleta de comida y botellas de champagne. Un epígrafe acompaña a la ilustración: “Mientras hay obreros que ganan 3.20, los accionistas derrochan en Londres”,21 aludiendo a las enormes ganancias de la compañía en estos años (también denunciadas). Otro dibujo (imagen 2) muestra una cabeza descomunal de un burgués gordo con su boca abierta a punto de devorar a un obrero pequeño e indefenso.22
Como contrapartida de la debilidad del “obrero desorganizado” y “no consciente” de sus fuerzas, otra imagen incluye a un trabajador gigante y sosteniendo un enorme martillo sobre un yunque. Debajo de él, se inserta la silueta de un burgués de tamaño insignificante con la cabeza inclinada en signo de sometimiento.23
El Partido Comunista era simbolizado como la herramienta para enfrentar la explotación capitalista y la crisis mundial. El triunfo de la revolución soviética constituía el camino a seguir y al que además había que defender de la agresión belicista del imperialismo. Otra ilustración apunta a ese objetivo: bajo un cartel que afirma “Rusia quiere la paz”,24 un soldado soviético de enormes proporciones con su uniforme de combate se para erguido y poderoso. Detrás se vislumbran industrias con chimeneas humeantes representando el progreso económico. Debajo, en un tamaño más reducido, se dibujan burgueses amenazantes con levita y galera, ejércitos con armas apuntando y hombres con cuerpos de perro que no pueden avanzar por la presencia del combatiente. Otras imágenes aludían al imperialismo norteamericano: una caricatura contiene un epígrafe que anuncia “El tío Sam dirige la batuta” (imagen 3).
En ella aparece un director de orquesta; cerca de él se ubica la Liga de las Naciones bajo la forma de una mujer que está ahorcando a un hombre, una mujer y un niño, y otros personajes que simbolizan a las potencias mundiales que pronostican un futuro de guerras. Benito Mussolini también fue incluido en algunas ilustraciones acompañando la denuncia del fascismo.
Tal como lo concibió la orientación partidaria, las temáticas tratadas en El Riel no tenían un carácter abstracto. Los tópicos desarrollados se ajustaban a la realidad de la compañía y a las experiencias de sus trabajadores. Las conexiones con la política nacional e internacional se planteaban a partir de problemas concretos. Asimismo, la necesidad de construcción del partido revolucionario y de seguir el ejemplo soviético surgía de situaciones cotidianas:
Empezamos a sacar cuentas. Si pagamos al panadero no alcanza para el carnicero. Si pagamos a éstos no alcanza para el almacenero […] El salario es poco y los artículos son caros […] Existe un país [Rusia] donde los obreros solucionaron el rompecabezas. Tomemos ejemplo y a luchar con las mismas armas que ellos.25
El “falso obrerismo” y la demagogia de los partidos definidos como burgueses eran denunciados. En los hechos señalaban la disputa cotidiana por la influencia sobre los trabajadores entre quienes había simpatías reales hacia las figuras radicales. Un episodio en las propias filas comunistas demostraba esta situación. En 1922, un referente de los ferroviarios comunistas de Cañada de Gómez –Ramón C.– fue expuesto por El Obrero Ferroviario por haber “desertado” al partido radical. Los comunistas en su prensa ya lo habían definido como un “traidor”.26 El vínculo con dirigentes radicales traía a colación otra cuestión que era materia de discusión entre los ferroviarios: la mediación del Estado en los conflictos laborales. En una nota titulada “El arbitraje”, su redactor se proponía posicionarse frente a una de las estrategias principales a las que apelaban tanto la Unión Ferroviaria como LF:
Nuestro árbitro es un representante del gobierno, (puede ser Alvear como puede ser Ortiz, cualquier chupa sangre de esos). Todos sabemos lo que es el gobierno burgués […] representa a la clase rica […] Es el gobierno que en caso de huelga mandará la fuerza nacional a masacrar a los huelguistas.27
El rechazo al arbitraje también se recreaba con fragmentos de obras de autores famosos como León Tolstoi. Una fábula de este escritor fue reproducida en El Riel. En ella, una zorra actuaba como mediadora en un conflicto entre un mujik y un cordero. La “jueza” terminó dictaminando que se entregara “la piel [del cordero] al mujik y que la carne” se la quedaba ella.28
Los niños y las mujeres también fueron considerados, aunque limitadamente, por El Riel. Ya señalamos previamente el tratamiento especial dado por los comunistas al sector infantil con la constitución de una agrupación –Compañeritos– y una publicación específica. En las columnas de El Riel se publicitaban actividades como la “Semana Internacional de los niños proletarios”.29 Claramente, eran percibidos como parte de la clase obrera, a quienes había que organizar para defenderlos de la explotación capitalista. Se señalaba que “el descubrimiento de nuevos procedimientos industriales” permitía “el empleo del trabajo de los niños en gran escala”. Durante la huelga de 1917, quedó en evidencia la presencia de muchos infantes trabajando en los Talleres del FCCA en condiciones penosas.30 Las organizaciones obreras denunciaron tal situación y exigieron una regulación mayor de su labor así como su exclusión de secciones insalubres.31
En relación a las mujeres, el periódico apenas se refería a ellas. Si bien el universo ferroviario era mayoritariamente masculino, aquellas estuvieron íntimamente ligadas a él y, específicamente, a la cotidianidad laboral en la empresa. Las esposas garantizaban las tareas de reproducción del hogar y hasta participaron junto al varón en muchas de las protestas. Asimismo, no obstante su invisibilización en las fuentes históricas, también hubo mujeres desempeñando diversas tareas al interior de la compañía.32 Por otra parte, la dirección del FCCA incluyó la dimensión de género en sus políticas de gestión de mano de obra y promovió concepciones que buscaban configurar significados de lo “masculino” y “femenino” (Badaloni, 1921).
A pesar de que en las páginas de El Riel se incluyeron muy pocas notas que involucraban a mujeres, es posible rescatar diferentes representaciones de ellas y delinear algunas nociones de género formateadas por la idea general de que su liberación se lograría con la organización y, en última instancia, con la revolución socialista. Las contadas referencias halladas las hemos reunido en cuatro grupos. En primer lugar, las que aludían a aquellas dedicadas a tareas domésticas en los hogares obreros y que aparecían en relatos supuestamente enviados por obreros simpatizantes: “Varias mujeres pelaban papas o limpiaban algunas legumbres que echaban en unos tachos de hojalatas llenos de agua”; “con un gesto de resignación siguió camino a su pieza, donde su mujer al verlo empezó a preparar el mate”.33 En un segundo grupo esta imagen femenina fue modificada y las mujeres eran nombradas como “compañeras”: se trataba de militantes, igualadas en esa actividad a los varones: a la alemana Clara Zetkin se la llamaba la “anciana compañera”;34 del mismo modo, se aludía a las militantes locales del PC. También eran consideradas “compañeras” quienes participaban junto a los trabajadores varones en los procesos de lucha: Luisa Lallana, asesinada en 1928 durante una huelga en el Puerto de Rosario por esbirros de La Liga Patriótica Argentina, aparecía como “la joven compañera”. Lo mismo ocurría con otras mujeres que actuaron en ese mismo conflicto: “Las compañeras de los obreros del Puerto, acudían diariamente al mismo, con el objeto de distribuir volantes”.35 Las esposas de los militantes también eran denominadas del mismo modo: “Si pagamos a éstos no alcanza para el almacenero […]. Nuestra compañera rabia. Pero nosotros rabiamos más”.36
En tercer lugar, hay alusiones a mujeres trabajadoras donde eran mostradas en su doble rol de proletarias (explotadas por el capital) y a la vez sometidas al poder patriarcal (ocupadas en las tareas domésticas y “de cuidado” y víctimas de la agresión machista). Un poema de Evaristo Carriego, reproducido en junio de 1928, describe a una obrera asediada sexualmente por un varón: “El volvía del Club. Viejo vicioso […] Ella salía del taller, pensando en la madre enferma que la esperaba […] La detuvo, […] ¡Quién sabe qué le dijo el miserable que llena de asco le escupió en la cara!”.37 En relación al personal ferroviario femenino, en El Riel solo figuraron las guardabarreras. En noviembre de 1927, frente a un reclamo para rebajar de 12 a 8 de horas de labor a quienes se encargaban de los pasos a nivel, el FCCA (como otras compañías) aceptó la propuesta a cambio de despedir al personal femenino ocupado en esos puestos. La Unión Ferroviaria en ese momento propuso hacer una encuesta para resolver la disyuntiva, que fue repudiada por los comunistas: “Lo que no es lógico es que la organización por medio del voto le pregunte a los compañeros guardabarreras «si quieren las ocho horas y que la empresa le saque la vivienda y heche [sic] a las mujeres, o por si el contrario quieren trabajar las doce horas y quedar como están»”.38 Por último, la mujer burguesa era retratada –tal como señaló Lobato (2009) para otras publicaciones– poniendo en primer plano su frivolidad, participando de fiestas junto a los varones, danzando y bebiendo champagne.
Por cuestiones de espacio no podemos extendernos en otras dimensiones tratadas en El Riel. Entre ellas se destacan las consecuencias sobre los cuerpos de los obreros de las condiciones insalubres de labor y los abusos patronales a través de las contrataciones de personal “provisorio”. Las repercusiones de la introducción de elementos de la organización científica del trabajo dentro de los talleres, los aumentos de los ritmos de trabajo y de la productividad también ocuparon un lugar importante.39 Esta última cuestión resulta muy significativa porque los comunistas la utilizaron como un medio de denunciar no solo a la empresa sino, también, para interpelar a los mismos obreros que buscaban mejorar sus ingresos a costa de hipotecar su salud y renegar de la solidaridad de clase. Para ello utilizaron argumentos que presentaban de forma sencilla a través de cartas de lectores o diálogos entre personajes ficticios, denostando el sobretiempo y las contratas40 desmedidas. En uno de ellos, un militante comunista –Juan– increpa a un ex compañero –Pedro– ahora sumido en la pobreza y obligado a mendigar. Al parecer este último había sido un “obrero sin conciencia”, un “traidor” en la huelga de 1917 y había utilizado artimañas para conseguir aumentar su salario, perjudicando al resto de sus camaradas. Como remate de este diálogo aparece un elemento señalado al comienzo: el valor dado a la lectura. Esta era concebida como un puente hacia el conocimiento y, en este ejemplo, como medio para alcanzar la “conciencia verdadera”. En ese sentido, Juan le reprocha a su ex colega su burla y el rechazo a la prensa obrera (tanto sindical como partidaria): “¿Te acuerdas como desperdiciabas «El Obrero Ferroviario» y «La Internacional»?” Frente a esto, Pedro solo atina a disculparse mientras Juan –como prenda de paz y de salvación– le ofrece ir a su casa: “Ven; allí te alimentarás. Tengo la biblioteca con libros y folletos que te servirán [de] alimento intelectual”. Claramente, la lectura, que incluía a El Riel y un universo de publicaciones contestatarias, aparecía como una vía para superar la alienación capitalista.
Consideraciones finales
En este trabajo nos acercamos a la militancia comunista en el FCCA a través de un periódico de empresa, El Riel. Este circuló en un escenario cultural caracterizado por el incremento de la población alfabetizada y la expansión creciente del público lector. En nuestro artículo remarcamos que, en tanto exponente de la prensa redactada por las y los trabajadores del período, El Riel constituyó un espacio de encuentro, conocimiento mutuo entre compañeros, denuncia y construcción sindical y partidaria que contribuyó a conformar localmente una comunidad obrera ferroviaria en Rosario y Pérez vinculada al Central Argentino.
Hemos demostrado, además, cómo su aparición se ajustaba a la nueva orientación del PC que se proponía “bolchevizar” su estructura interna mediante la creación de células y la edición de boletines en los lugares de trabajo. Al mismo tiempo, señalamos que su surgimiento suponía la presencia de militantes que habían sido protagonistas en otros momentos constitutivos de esa misma comunidad, quienes ahora retomaban, discutían y reformulaban experiencias previas de lucha y organización.
Si bien El Riel tuvo una breve duración de cinco números –desde octubre de 1927 a junio de 1928– resultó un impreso atractivo que cumplía con los requisitos estipulados desde la dirección del partido. En ese sentido, supo reflejar la realidad de los espacios de labor donde circulaba, descartando contenidos abstractos para concentrarse en la cotidianidad laboral de quienes eran sus destinatarios: obreros varones ocupados en distintas secciones de la firma, fundamentalmente en sus Talleres.
Los indicios relevados a partir de nuestra exploración en La Internacional, sugieren que El Riel fue el primer y único periódico de empresa comunista que circuló entre 1926 y 1929 en Rosario y sus alrededores. La elección del FCCA como espacio de aplicación de la nueva línea se explicaba, por un lado, con la importancia dada a la rama ferroviaria para la inserción partidaria. Por el otro, porque los Talleres de Rosario y Pérez constituían la mayor concentración de trabajadores pertenecientes a una misma compañía en la zona. Por último, y no menos importante, el PC contaba con militantes que ya trabajaban en ellos.
El Riel dejó de publicarse en 1928. A partir de los datos obtenidos, no tenemos claridad sobre las causas que ocasionaron esa decisión. No obstante, nos inclinamos a pensar que las penurias financieras que fueron explicitadas en su último número fueron el motivo más relevante para que el periódico entrara –en términos ferroviarios– en una definitiva vía muerta.
Para terminar, nos interesa reflexionar y resaltar la importancia de la prensa obrera en la reconstrucción de la historia de las y los trabajadores. Por una parte, si bien innumerables investigaciones han recurrido a ella como fuente de indagación, consideramos que está lejos de agotarse su enorme riqueza como vía de ingreso al universo obrero y ferroviario. Entre otras cuestiones, sigue resultando un medio fructífero para identificar actores, pulsar tensiones, definir transformaciones y delinear redes en escalas diversas. Por otra parte, permanece como tarea pendiente avanzar –en tanto objeto específico– en el estudio de las iniciativas editoriales de los colectivos ferroviarios. Esto resulta clave a la hora de reconstruir la conformación de comunidades obreras asociadas al riel, algunas tan vitales y vigorosas como fue la del FCCA.
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1. Respecto a la bibliografía específica sobre el comunismo en Argentina, mencionamos particularmente producciones que se vinculan directamente con nuestra investigación centrados en el cruce entre comunismo, clase obrera industrial, cultura obrera, repertorios de organización y confrontación: Camarero (2007) y Ceruso y Staltari, (2018). Igualmente, aquellas que priorizan un análisis desde los lugares de trabajo, perspectiva también presente en este artículo: Ceruso (2015). Asimismo, por una cuestión de espacio remitimos al estado de arte de Petra, García y Martirén (2021). En cuanto al comunismo en Rosario, Cfr. entre otros: Videla, Menotti y Diz (2013) y Menotti (2016).
2. Ministerio de Obras Públicas, Dirección General de Ferrocarriles (DGF), Estadística de los Ferrocarriles en Explotación, 1916.
3. Florindo Moretti (1900-1983) fue foguista de locomotora del FCCA, líder gremial ferroviario y dirigente y fundador del Partido Comunista en Casilda (Santa Fe).
4. El Obrero Ferroviario, 16 de marzo de 1921.
5. El Obrero Ferroviario, 10 de octubre de 1922.
6. El Obrero Ferroviario, 1 de diciembre de 1922.
7. En una nota de El Obrero Ferroviario donde se definía la influencia de las diferentes corrientes disidentes, se aseguraba que los comunistas tenían militantes e influencia en el FCCA de Rosario (El Obrero Ferroviario, 16 de enero de 1923). Según Camarero (2007), el sector comunista controlaba varias seccionales como Haedo, Buenos Aires Oeste y Patricios en la provincia de Buenos Aires y General Pico y Realicó en La Pampa.
8. A partir de agosto 1917 se había comenzado a publicar en la ciudad de Buenos Aires La Internacional. Periódico socialista quincenal, antecedente directo de su homónimo surgido en 1920 vinculado al recientemente formado PC de Argentina, adherido a la Internacional Comunista o Tercera Internacional.
9. La internacional, 20 de agosto de 1917. Cfr. Menotti (2016).
10. Sobre la “bolchevización”, véase Pla (1987) y Camarero (2007).
11. Para un análisis más minucioso de la cultura y ritualidad comunista cfr. Camarero (2007)
12. Sobre la agrupación “Compañerito” cfr. Camarero (2007) y Piemonte (2020).
13. La Internacional, 9 de junio de 1928.
14. La Internacional, 27 de noviembre 1926.
15. Hernán Camarero (2007) ha analizado más de 50 periódicos de empresa comunistas, entre ellos, algunos ferroviarios.
16. La Internacional, 15 de agosto de 1926.
17. La Internacional, 16 de octubre de 1926.
18. La Internacional, 20 de octubre de 1927.
19. El Riel, octubre de 1927.
20. El Riel, octubre de 1927.
21. El Riel, octubre de 1927.
22. El Riel, noviembre de 1927.
23. El Riel, enero de 1928.
24. El Riel, noviembre de 1927.
25. El Riel, enero de 1928.
26. Ramón C. era argentino y había ingresado en 1916 al FCCA como peón, llegando a desempeñarse como limpiador y aspirante a foguista. En 1925 fue despedido (Fojas y Fichas del Personal de FCCA). Ver El Obrero ferroviario, 1 de enero de 1923, y La Internacional, 23 de diciembre de 1922.
27. El Riel, octubre de 1927.
28. El Riel, octubre de 1927.
29. El Riel, junio de 1928.
30. El delegado del Departamento Nacional del Trabajo, Alejandro Ruzo, entregó al presidente Yrigoyen un informe donde consignaba la presencia de quinientos niños en los talleres del FCCA. “Traslation of the second report of Dr. Ruzo, Buenos Aires August 15th 1917 to the Minister of Public Works of the Nation, doctor Pablo Torello”, Foreign Office, 368/1893, f. 236.
31. Nuestro examen de los archivos de personal del FCCA confirma la presencia infantil en las secciones de calderería, fundición, pinturería y herrería (Badaloni, 2022).
32. En el archivo de personal de la compañía hemos podido relevar más de un centenar de trabajadoras (Fojas y Fichas del Personal de FCCA).
33. El Riel, enero de 1928.
34. El Riel, junio de 1928.
35. El Riel, junio de 1928.
36. El Riel, enero de 1928.
37. El Riel, junio de 1928.
38. El Riel, noviembre de 1927.
39. Sobre los comunistas y la aplicación de elementos de organización científica del trabajo en los talleres del FCCA, ver Badaloni (2016 y 2022).
40. Las “contratas” era la denominación del trabajo a destajo.