Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 21
septiembre 2022 - febrero 2023
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

Entre el esfuerzo y los debates internos. La influencia del Partido Comunista entre los obreros rurales y los chacareros pampeanos durante la década de 1920


Pablo Volkind
ORCID: 0000-0003-0891-1151  

Universidad de Buenos Aires - Facultad de Filosofía y Letras - Facultad de Ciencias Económicas - Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios. Buenos Aires, Argentina

Cita recomendada: Volkind, P. (2022). Entre el esfuerzo y los debates internos. La influencia del Partido Comunista entre los obreros rurales y los chacareros pampeanos durante la década de 1920. Archivos De Historia Del Movimiento Obrero Y La Izquierda, (21), 15-35. https://doi.org/10.46688/ahmoi.n21.372

Resumen: En el artículo se analizan los alcances y los límites de la política que desplegó el Partido Comunista en el ámbito rural pampeano y el grado de influencia que lograron desplegar entre obreros rurales y chacareros durante su primera década de existencia. Se indaga sobre el contenido y derrotero de los debates sobre la cuestión agraria que se desplegaron en el seno del partido, las orientaciones que emanaron desde la conducción, las formulaciones teóricas a las que adscribieron en este período y la práctica política concreta que llevaron adelante los militantes de diversas localidades. A su vez, se repone el impacto de las cambiantes condiciones nacionales e internacionales y la incidencia de las orientaciones de la Internacional Comunista en las definiciones políticas locales. Durante los años 20 el PC logró difundir sus posiciones, impulsar la agremiación de jornaleros y agricultores y sembrar las semillas que germinarían en la década siguiente cuando cobraron un papel protagónico.

Palabras clave: Partido Comunista – obreros rurales – chacareros – Argentina

Between effort and internal debates. The influence of the Communist Party among rural workers and pampean farmers during the 1920s.

Abstract: This article analyzes the scope and limits of the Communist Party’s policy in the rural areas of the Pampean countryside and the degree of influence it achieved among rural workers and farmers during its first decade of existence. This investigation will cover the content and course of the debates on the agrarian question that took place within the party, the orientations that emanated from the leadership, the theoretical formulations to which they adhered in this period and the concrete political practice carried out by the militants in different localities. At the same time, the impact of the changing national and international conditions and the incidence of the orientations of the Communist International in the local political definitions are also reviewed. During the 1920s the CP managed to disseminate its positions, to promote the aggregation of day laborers and farmers and to sow the seeds that would germinate in the following decade when they took a leading role.

Keywords: Communist Party – Rural workers – Farmers – Argentina

Recepción: 30 de mayo de 2022

Aceptación: 24 de junio de 2022

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Introducción1

En nuestro país, aún no siendo industrial, tenemos un grave y complicado problema que resolver, cual es el problema agrario, que se nos presenta cada vez más confuso. La mayoría de los que se ocupan de este importante problema a resolver, lo tratan bajo un punto de vista estrecho, como un simple problema que atañe exclusivamente a los colonos y como un mal pasajero. La prensa burguesa, fiel representante de los latifundistas y especuladores, al producirse algún conflicto de los braceros del campo, levantan la imagen del agricultor –lo mismo que el sacerdote levante la imagen de la “Virgen Purísima” para embaucar a sus creyentes – invocando sus intereses y sus miserias, con el propósito de crear conflictos y mantener discordias entre ambas fuerzas de trabajo, para aprovecharse de esa desavenencia y explotar a unos y otros a sus anchas.2

Las palabras de José Boglich, dirigente de la Federación Agraria Argentina (FAA) y afiliado al novel Partido Socialista Internacional (PSI), sintetizaban las preocupaciones de un sector de la izquierda que entendía imprescindible organizar a los obreros rurales y a los agricultores pampeanos para transformar la realidad en un país como la Argentina. Si bien no era una tarea sencilla, dado que ambas clases estaban recorridas por múltiples contradicciones, este referente consideraba que sus condiciones objetivas de existencia los enfrentaban con los sectores dominantes del país y, por lo tanto, se debía desplegar una política que jerarquizara sus puntos de contacto antes que sus diferencias. Esta posición no era compartida por los cuadros dirigentes del PSI, luego Partido Comunista (PC). A lo largo de sus primeros años de existencia, la conducción no priorizó el estudio de los problemas rurales concretos, el despliegue de fuerza orgánica y la elaboración de una línea específica. Para un partido que se proponía organizar al movimiento obrero con una estrategia revolucionaria, resultaba lógico concentrar su atención en los ámbitos urbanos, espacios que reunían el porcentaje mayoritario de la población nacional. Además, tenían una estructura interna acotada, una inserción limitada en el mundo del trabajo, debían resolver el problema del financiamiento y avanzar en definiciones políticas profundas (Camarero, 2007). A lo largo de la década de 1920, el PC estuvo surcado por debates en torno a la cuestión agraria, la caracterización de los “campesinos” y el tratamiento que se debía desplegar hacia ellos. Fueron los afiliados de las localidades rurales quienes desarrollaron una militancia concreta que permitió agrupar a obreros y chacareros, sumar nuevos adherentes y expandir la organización. Recién para 1928, en su VIII Congreso, se aprobaron tesis que evidenciaron una definición más precisa sobre estas problemáticas. Dichas definiciones orientaron el trabajo político en el agro e incidieron en el crecimiento partidario durante la década de 1930.

La influencia del PC en el ámbito rural durante su primera década de existencia prácticamente no ha merecido atención. Los escasos trabajos que indagan sobre el derrotero del sindicalismo rural pampeano durante la etapa agroexportadora giran en torno al papel de anarquistas, socialistas o sindicalistas revolucionarios y sólo mencionan colateralmente a los comunistas (Sartelli, 2022; Ansaldi, 1993). La omisión se fundamentaría por la limitada incidencia que tuvo el PC entre los obreros agrícolas. La investigación de Adrián Ascolani constituye una excepción dado que, en base a informes partidarios y correspondencia con la Internacional Comunista, reconstruye aspectos relevantes de esta problemática. Concluye que la “estrategia frentista” para agrupar y organizar a los jornaleros y los agricultores pobres tuvo “escaso éxito” y que, en sus primeros años, los comunistas se mostraron “escépticos sobre las posibilidades de organización sindical de los obreros rurales” (Ascolani, 2009, pp. 196-197). Otros escritos giran en torno a los debates internos sobre la cuestión agraria (Graciano, 2008; Vargas, 1999) o historizaron las iniciativas agrarias del PC desde la perspectiva del partido (García, 1987). También se publicaron trabajos focalizados en experiencias provinciales (Mastrángelo, 2011) y en períodos posteriores (Menotti, 2021; Korzeniewicz, 1993).3

A partir de esa constatación, en este artículo indagamos sobre los alcances y los límites de la política que desplegó el PC en el ámbito rural pampeano y el grado de influencia que lograron desplegar entre obreros rurales y chacareros durante su primera década de existencia. ¿Fue su incidencia en el sindicalismo rural tan marginal?, ¿eran escépticos sobre las posibilidades de agremiar a los jornaleros y los agricultores?, ¿impulsaron iniciativas poco eficaces? Para avanzar en las respuestas a estos interrogantes resulta imprescindible integrar en el análisis las discusiones sobre la cuestión agraria que se desplegaron en el seno del partido, las orientaciones que emanaban desde la conducción, las formulaciones teóricas a las que adscribieron en este período y la práctica política concreta que llevaron adelante los militantes de diversas localidades. A su vez, es necesario reponer el impacto de las cambiantes condiciones nacionales e internacionales y la incidencia de las orientaciones de la Internacional Comunista en las definiciones políticas locales. La problemática resulta relevante dado que durante los años 20 el PC logró difundir sus posiciones, impulsar la agremiación de jornaleros y agricultores y sembrar las semillas que germinarían en la década siguiente cuando cobraron un papel protagónico.

Obreros rurales, chacareros y “cuestión agraria” en los inicios del PC

El Partido Socialista Internacional (PSI) se constituyó en 1918 a partir del distanciamiento de un grupo de militantes que provenían del Partido Socialista, al que criticaban por reformista. Este proceso remontaba sus orígenes a intensos debates que habían girado en torno a la defensa del marxismo, la cuestión sindical, la postura que se debía adoptar frente a la Guerra Mundial y, por último, el posicionamiento con respecto a la Revolución Rusa en un momento caracterizado por el auge de luchas a escala mundial y nacional (Camarero, 2007).

Una vez materializada la ruptura y constituido el PSI, la principal tarea consistió en dotarlo de una estructura orgánica y extender territorialmente su influencia. De las filas del socialismo provendrían varios de los integrantes del joven agrupamiento que pasó a disputarle a las huestes de Juan B. Justo la adhesión de seguidores y simpatizantes de izquierda en el país. Tal fue el caso de José Boglich, originario de la localidad santafesina de Alcorta –epicentro de la histórica lucha chacarera que se produjo en 1912: el “Grito de Alcorta”– y reconocido dirigente de la FAA, o de Antonio Buira, líder de la Liga Agraria del Territorio Nacional de La Pampa, que se sumó en 1921 junto a otros militantes pampeanos.4

En un período surcado por el ciclo de protestas urbanas y rurales, que se extendió entre fines de 1917 e inicios de 1922, la prensa partidaria informaba sobre la realización de mítines y reuniones en diversos pueblos y saludaba el arribo de afiliados de varias localidades de las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza.5 La conformación de centros del PSI constituía el termómetro más claro del crecimiento.

En estos primeros años, caracterizados por la debilidad orgánica, la urgencia por definir una línea política precisa y la necesidad de fortalecer la estructura partidaria, el esfuerzo fundamental de los comunistas estuvo orientado a estrechar sus vínculos con el movimiento obrero urbano. Una vez establecida esta prioridad, la posibilidad de incrementar su influencia entre los jornaleros agrícolas y los chacareros se encontró más limitada por la falta de cuadros partidarios que pudiesen destinarse a tal tarea, por las posibilidades que existían de agremiar a obreros que realizaban tareas transitorias y estacionales, por un cierto desconocimiento en torno a las condiciones concretas de existencia de la población rural y por la coexistencia de distintas posiciones dentro del partido sobre el tratamiento que debían dispensarle a los agricultores pampeanos que, en su mayoría, no se asemejaban a los campesinos rusos que a duras penas garantizaban su subsistencia. Algunos consideraban que había que organizar a los pequeños y medianos chacareros arrendatarios, estimular su confluencia con los obreros, enfrentar a los grandes terratenientes y reclamar una legislación que contemplara mayores beneficios con el objeto de facilitar el acceso a la propiedad de la tierra.6 El Programa aprobado en el Primer Congreso partidario se orientaba en este sentido.7 Por el contrario, otros referentes entendían que existía una tendencia inexorable hacia la concentración de la propiedad territorial, descartaban la posibilidad de alentar la consolidación de pequeñas unidades productivas, consideraban “utópica” la postura “campesinista” y bregaban por la socialización de la tierra y las máquinas que se materializaría en la conformación de grandes explotaciones colectivas.8 A partir de una crítica mordaz a la pequeña propiedad, estos sectores consideraban que la política hacia los pequeños y medianos agricultores debía limitarse a convencerlos de las bondades futuras que tendrían por luchar junto al proletariado y apoyar sus reclamos.9 Así, el problema quedaba planteado: o se tendía a organizar a los chacareros y se retomaban sus problemáticas o se secundarizaba dicho trabajo político porque ese sector tendería a proletarizarse.

A pesar de carecer de una orientación precisa que alumbrara el recorrido, militantes de diversas provincias pampeanas encararon las primeras iniciativas para organizar a los asalariados rurales y a los pequeños y medianos agricultores.10

En Santa Fe lograron extender su influencia en diversas localidades del centro y sur, epicentros de la expansión agrícola. Allí conformaron núcleos partidarios donde tuvieron activa participación dirigentes sindicales y obreros rurales. Particularmente en Casilda, Cañada de Gómez y zonas aledañas, con la colaboración de los ferroviarios comunistas, pudieron agremiar a los jornaleros e iniciar reclamos por mejoras laborales.11 En estos conflictos, al igual que en la política impulsada por Boglich desde la conducción de la FAA, se abogaba por la confluencia entre obreros rurales y chacareros, tal como quedó evidenciado en la firma del acuerdo de ayuda mutua y cooperación que se estableció entre la FAA y la Federación Obrera Regional Argentina del IX Congreso en junio de 1920.12 Aunque en teoría el PSI impulsaba la unidad entre obreros y campesinos a imagen y semejanza de lo sucedido en la Revolución Rusa, la línea que predominó en la conducción no acompañó este tipo de iniciativas.13 Consideraban a los “colonos o chacareros” como sectores antagónicos a los trabajadores e impulsaban la creación de nuevas instancias organizativas que no tuviesen un “carácter pequeño burgués” como la FAA.

En Córdoba, aprovechando el terreno abonado por los conflictos rurales que se desplegaron en esos años, los comunistas organizaron giras y actos de propaganda.14 En ese clima de agitación algunos dirigentes anarquistas, que habían impulsado la agremiación de los jornaleros rurales en distintos distritos del sur provincial, se sumaron al PC. Desde allí, continuaron con sus tares de agitación y sindicalización de los obreros agrícolas (Mastrángelo, 2011, p. 59).15 Incluso llegaron a dirigir la Unión Obrera Provincial que tuvo un papel relevante en la dirección de las protestas que se extendieron hasta 1921. También en el Territorio Nacional de La Pampa participaron del conflicto protagonizado por los estibadores en Jacinto Arauz.16

En Buenos Aires, los comunistas lograron consolidar núcleos de afiliados en algunos distritos del norte de la provincia. Particular influencia alcanzaron en la localidad de Lincoln, donde pudieron organizar un centro partidario y lograron el temprano reconocimiento de otras corrientes sindicales.17 También se destacó la incidencia del PC en el distrito de Rojas, donde a inicios de 1921 unos 30 militantes crearon el centro partidario. Desde allí, alentaron las luchas del Sindicato de Estibadores, participaron de un conflicto escasamente visibilizado: el de peones ganaderos que protestaban frente a la reducción de sus salarios e impulsaron la conformación de una Federación Obrera Local, liderada por el comunista Alberto De Nigris.18

Así, entre debates, iniciativas y experiencias, los comunistas transitaron sus primeros años de existencia. Al calor del crecimiento en el ámbito rural, se fueron delineando diversas posturas en torno a la “cuestión agraria”. En el III Congreso del PSI, que se realizó en abril de 1920, se ratificó la orientación que predominaba hasta entonces: propagandizar las ideas comunistas entre los trabajadores del campo e impulsar la constitución de organizaciones que agruparan a los pequeños productores empobrecidos. Ese mismo año, el partido realizó su Primer Congreso Extraordinario donde se aprobaron las 21 condiciones que requería la Internacional Comunista (IC) para poder integrar esa organización.19 La quinta exigencia estipulada por la IC refería a la elaboración de un programa de acción específico para el ámbito agrario. La dirección local buscó avanzar en la tarea de definir dicha orientación inaugurando una dinámica donde las orientaciones emanadas por la Internacional tallarían en las definiciones del recientemente bautizado PC.

Sembrar en terreno árido: la construcción partidaria ante el retroceso de la conflictividad

A inicios de 1922 se evidenció un marcado retroceso de las protestas y la actividad sindical debido, entre otros factores, al incremento de la represión estatal y paraestatal, una intensa disputa en el seno de las corrientes gremiales en torno a la política interna y a los alineamientos internacionales, la lenta incorporación de maquinaria agrícola que reemplazaba mano de obra y la recuperación de los flujos de inmigrantes que incidieron en la oferta de fuerza de trabajo rural. La recuperación de los precios agrícolas, las modificaciones en la carta orgánica del Banco Hipotecario –que facilitaba el acceso a la compra de una parcela de tierra–, la aprobación de la Ley de Arrendamientos y las conquistas laborales que consiguieron un porcentaje de los obreros rurales de la región pampeana, como fruto de la lucha en los años previos, fueron otros de los elementos que incidieron en la situación. Por último, también es preciso contemplar el clima político que se generó en torno a la elección del sucesor de Yrigoyen. Se cerraba así una etapa del movimiento obrero y de los asalariados rurales en particular, caracterizado por un ciclo de protestas que se extendió en el tiempo y en el espacio y que dejó huellas profundas en diversas localidades de la región pampeana.

Frente a este nuevo escenario, los comunistas se toparon con un clima menos favorable para la construcción partidaria en los ámbitos rurales. Las orientaciones emanadas desde la IC enfatizaban sobre la centralidad del problema agrario en los países latinoamericanos y la imperiosa necesidad de organizar a los obreros agrícolas y a los “campesinos pobres” a quienes el PC debía ganar con un “programa práctico” y no con “fórmulas y teorías abstractas”.20 Los contrapuntos en el seno del partido se agudizaron. Algunos dirigentes nacionales responsabilizaron a los militantes del “interior” por la despareja influencia, aunque en su balance no contemplaron el efecto de las dispares orientaciones que coexistían en el seno de la organización.21 Otros referentes, por el contrario, jerarquizaron el trabajo realizado por los núcleos provinciales y la incidencia que habían logrado en diversos distritos cordobeses, santafesinos, bonaerenses y mendocinos.22

Una de las propuestas que evidenció la relevancia de estas iniciativas locales así como la existencia de diversas posiciones internas fue la conformación de la Sociedad de Agricultores Unidos en el distrito de Rojas. En abierta competencia con la filial de la FAA, que reunía a chacareros que en diverso grado y medida demandaban jornaleros para las cosechas, se propusieron agrupar a los pequeños productores rurales que no contrataban asalariados.23 Esta política estaba en línea con la orientación que predominaba en la dirección del PC: una enérgica crítica hacia la FAA, a la que consideraban representante de los intereses de la pequeña y mediana burguesía agraria, y en particular a su presidente, Esteban Piacenza, que era un agricultor acomodado dueño de su parcela.24 Coherente con esta concepción, desde las páginas de La Internacional, criticaron las expectativas que habían depositado los chacareros y las diversas fuerzas políticas reformistas en la sanción de la primera Ley de Arrendamiento en 1921, a pesar de que diversos agrupamientos de productores, orientados por los comunistas, exigían y reclamaban por el cumplimiento de la nueva legislación.25

Las discusiones dentro de la organización se desplegaron a lo largo de todo el año y hacía fines de 1922 cristalizaron en una extensa serie de notas tituladas “La cuestión agraria en Argentina”. A través de estas, Pedro Romo pretendía precisar las características de la explotación agropecuaria nacional y la estructura social agraria, con el objetivo de definir quiénes eran los “amigos” y quienes los “enemigos” de la revolución. En dichos artículos, Romo reafirmaba que la agricultura revestía los caracteres de una explotación industrial que tendía a la concentración de la propiedad y la producción con la consecuente desaparición de los pequeños productores.26 Por lo tanto, no resultaba una tarea prioritaria organizar a los “campesinos pampeanos” dado que el desarrollo de las fuerzas productivas tendería a su proletarización y los obligaría a luchar por la revolución.27 La mayoría de los cuadros de conducción criticaban como reformista la propuesta de impulsar la subdivisión de la tierra y su entrega en propiedad como forma de “ganar” a los productores. Consideraban que esa consigna resultaba “esencialmente contrarrevolucionaria” porque tras la entrega de parcelas, los campesinos se “alejarían” de la alianza con el proletariado, este se debilitaría y se perpetuaría la dominación burguesa.28 Con una perspectiva muy diferente, los militantes de diversas provincias y localidades enviaban al periódico breves referencias sobre las condiciones de vida y trabajo de agricultores y obreros y denunciaban las arbitrariedades de los terratenientes que imponían contratos de arrendamientos “leoninos” y amenazaban con desalojos.29

En este contexto partidario, las orientaciones de la Internacional Comunista tensionaron las posiciones de un sector relevante de la dirección. Estos contrapuntos también se ventilaron a través del periódico donde se publicaron diversos artículos que enfatizaban el carácter reaccionario del latifundio como una de las principales características del régimen agrario de la Argentina. Alejados de las definiciones de Romo, se afirmaba que era una necesidad “trabajar en los centros campesinos abarcando cuidadosamente a los medio-campesinos que, siendo pequeño burgueses por su mentalidad, son explotados por su situación económica”. Esta definición jerarquizaba la relevancia de militar entre los colonos arrendatarios oprimidos por los terratenientes y condenados a una vida mísera aunque estos ansiaran convertirse en pequeño-burgueses. Por eso, el partido debía “infiltrarse” en las capas campesinas y orientarlos hacia la unidad con el proletariado rural.30 El problema era que en estas latitudes prácticamente no existía ese clásico campesinado de autosubsistencia cuyo grupo familiar apenas sobrevivía a partir del cultivo de una o dos hectáreas. Por el contrario, predominaban heterogéneos estratos de agricultores; los chacareros, que realizaban trabajo directo sobre la tierra, poseían diversos grados de capitalización, producían bienes de exportación y contrataban asalariados fundamentalmente para la cosecha.31 Estos sujetos, a su vez, sufrían las imposiciones de los grandes propietarios, las empresas de transporte y las exportadoras de granos. Afinar su caracterización y definir con qué política se los abordaría se transformó en uno de los principales debates con relación a la “cuestión agrícola” en la región pampeana. En ese contexto, se constituyeron nuevos agrupamientos de colonos, donde tuvieron un papel protagónico destacados militantes comunistas como Columbich.32

Incrementar la influencia entre los obreros agrícolas también era una preocupación de otro sector de la dirección del PC. Organizar a un contingente de 200.000 jornaleros y jornaleras constituía un desafío relevante. Los militantes que vivían en las pequeñas ciudades y pueblos rurales concentraron esfuerzos y energías en sindicalizar a estos braceros, carreros y estibadores que arribaban desde distintas latitudes en los meses de noviembre y diciembre. La tarea no resultaba sencilla, había que superar una serie de obstáculos propios de la producción agraria que se derivaban de la estacionalidad de las labores, la escasa concentración por unidad productiva, la movilidad espacial a lo largo de una misma cosecha y las disímiles tradiciones, trayectorias y culturas que portaban esos jornaleros. A su vez, resultaba muy complejo sostener una huelga durante varias semanas dado que la recolección de los granos debía realizarse en un período relativamente breve para que el cultivo no se deteriore. Así de breve también solía ser la vida de los sindicatos que se conformaban para unificar los reclamos. Desde la conducción nacional, fue José Penelón quien, en los primeros meses de 1923, inició una gira de propaganda que incluyó una conferencia en Firmat y otra en Casilda, “bajo los auspicios del Sindicato de Oficios Varios” que agrupaba a los asalariados rurales.33 Estas iniciativas estuvieron acompañadas por la radicación de militantes formados en diversas localidades provinciales, así como por el accionar de trabajadores ferroviarios que tenían asiduo contacto con los obreros de diversos distritos.

Esta política de difusión y organización estaba en sintonía con los lineamientos fundamentales del documento “Bases para un Proyecto de programa de reivindicaciones inmediatas”, que presentó la mayoría del Comité Central del PC el 22 de julio de 1923, encabezada por Penelón. En esta propuesta, que sería derrotada en el V Congreso por 144 votos a 86, se reconocía que la cuestión agraria exigía un estudio que el partido no estaba aún en condiciones de hacer y que hasta el momento habían logrado una escasa influencia en el ámbito rural. En el Proyecto se afirmaba la necesidad de neutralizar al campesinado como clase, aunque se proponía incidir sobre las capas más oprimidas de agricultores (Vargas, 1999, p. 179).

Estos balances y contrapuntos internos sobre la “cuestión agraria”, se prolongaron a lo largo de 1924 y estuvieron asociados con los debates en torno al Programa de reivindicaciones inmediatas y el papel de la violencia en la lucha revolucionaria. Aquí se sintetizaba el conflicto entre posiciones que se acusaban de reformistas.34 La lucha de líneas recorrió al conjunto de la organización y se evidenció con claridad en el VI Congreso realizado en 1924 donde el sector que bregaba por la aprobación de un Programa de Reivindicaciones Mínimas (encabezado por Penelón, Ghioldi, Codovilla), perdió la votación. El otro sector, caracterizado por ellos como izquierdista, logro imponer su mayoría.35 Frente a esta situación, Codovilla viajó a Moscú y consiguió que el Comité Ejecutivo de la Internacional remitiera una carta al PC argentino que respaldaba sus argumentos. Así se cerró un período de reacomodamientos internos que inauguró un nuevo momento.

Orientaciones más precisas y avances en el campo agrario

En los inicios de 1925 comenzó a evidenciarse cierta recuperación de la organización sindical y la conflictividad rural en Santa Fe, Córdoba y el Territorio de La Pampa. Anarquistas, comunistas y sindicalistas emprendieron una persistente actividad para revertir el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo de obreros y agricultores.

En abril de ese año el Comité Ejecutivo de la IC envió una carta abierta al PC en donde criticaba, entre otros aspectos, la inexistencia de un verdadero programa de acción para incrementar la influencia en el agro. Reclamaba mayor atención al problema agrario, a las condiciones laborales de los obreros agrícolas, al peso del latifundio y a la organización de los campesinos. Los dirigentes de la Internacional entendían que el principal problema radicaba en el predominio del arrendamiento y enfatizaban la importancia de dirigir a la masa campesina y al proletariado rural si pretendían avanzar hacia la revolución. Ello requería comprender su situación particular de existencia, elaborar un plan de trabajo y liderar sus conflictos.36 Este giro formaba parte de una transformación más ambiciosa que implicaba la estrategia de “proletarización” y organización celular que tenía como objetivo “bolchevizar al partido, es decir, ponerlo bajo los cánones políticos y organizativos de la Comintern” (Camarero, 2007, p. 3).

Luego de la misiva de la Internacional se intensificó el debate interno en torno al tratamiento de los asalariados rurales y los agricultores de diversas regiones del país.37 En el trabajo desplegado por los organismos partidarios se evidenciaba que sus iniciativas integraban de modo particular las orientaciones de la conducción nacional y sus propias concepciones forjadas a la luz de la experiencia concreta. En Alcorta, el centro dirigido por Columbich alcanzó un significativo reconocimiento y, en medio de un conflicto por el desalojo de arrendatarios, se acercó a la seccional de la FAA. Este dirigente consideraba que era posible disputar la dirección de dicha entidad e imprimir otra orientación a sus reclamos. Así lo hizo en su localidad y logró imponer una posición más combativa que reivindicaba el acceso a la propiedad de la tierra (Menotti, 2021).

También en Córdoba se evidenció una creciente influencia de los comunistas. Los dirigentes locales desplegaron una táctica electoral basada en la conformación de un Block de obreros y campesinos que les permitió difundir sus concepciones y acumular fuerzas (Ascolani, 2009, pp. 196-197).38 El primer resultado fue la elección del dirigente Miguel Burga como diputado provincial en 1924. Al año siguiente, de cara a los comicios en varios distritos y pueblos rurales, repitieron la fórmula y lograron conquistar concejales en algunas localidades (Mastrángelo, 2011). Esta política cristalizaría, tres años más adelante, en el triunfo de José Olmedo (peón rural) a la intendencia de Cañada Verde.

Al calor de estas experiencias y de cara al VII Congreso del PC de 1925, las discusiones sobre las formas de aproximación a la revolución y el carácter del país se agudizaron. El sector liderado por Angélica Mendoza, Miguel Contreras y Cayetano Oriolo, denominado por sus oponentes como “izquierdista”, criticó la línea dominante por no contemplar la penetración imperialista ni la influencia de la Bolsa de Granos y el Mercado a término como parte de las problemáticas rurales. También se distanciaron de la caracterización sobre la cuestión agraria y reclamaron por la falta de iniciativas para avanzar en la distribución de la propiedad y la organización de los obreros agrícolas.39 La respuesta no se hizo esperar, Codovilla arremetió contra este sector a través de una serie de notas en La Internacional.40 El sector que encabezaba, junto a Ghioldi y Penelón, logró imponerse sobre el “ala izquierda” y pasaron a controlar la conducción real bendecidos por las resoluciones de la IC. Luego, para evitar futuros cimbronazos, “procedieron a la expulsión de los derrotados” (Camarero y Ceruso, 2020, p. 38). Sin embargo, dos años después el partido nuevamente se conmovió ante un conflicto interno encabezado por un sector organizado en torno a Penelón. Las tensiones derivaron en el alejamiento, en algunos casos temporario, de referentes y dirigentes muy reconocidos en los espacios rurales.41 Entre ellos, Florindo Moretti, quien había tenido un papel relevante en la construcción del comunismo en Santa Fe (Lozza, 1985).

A pesar de las disputas internas y del impacto de las expulsiones en algunas zonas del sur de Santa Fe y Córdoba, durante la segunda mitad de la década de 1920 el partido extendió su influencia entre obreros y chacareros de diversas localidades bonaerenses, cordobesas, pampeanas y santafesinas (Ascolani, 2009, p. 197; Camarero, 2007, p. XXVIII). Esta aparente relación inversa entre fuerza orgánica e incidencia entre los trabajadores rurales podría explicarse, entre otros factores, por el esfuerzo de sus afiliados, por el ingreso a las filas comunistas de militantes provenientes del anarquismo que poseían una vasta experiencia en el terreno agrario y por orientaciones y caracterizaciones políticas un poco más precisas que allanaron el camino.42 En este proceso, retomando una práctica desplegada con anterioridad por ácratas y socialistas, también lograron difundir sus ideas a través de la creación de escuelas informales, bibliotecas y lugares de reunión en los pueblos rurales (Mastrángelo, 2011, p. 59).

Hacia fines de 1926, ante los primeros indicios de estancamiento económico mundial y el descenso de las cotizaciones del trigo, algunos dirigentes pudieron percibir que se avecinaba una crisis agraria profunda. Antonio Columbich, en una lúcida intervención, vaticinó que el período de cierta prosperidad –entre 1918 y 1925– había finalizado. Ahora, se debía elaborar un programa de reivindicaciones para dirigir la lucha de los agricultores arrendatarios pobres e impulsar la conformación de blocks de obreros y campesinos con espíritu clasista.43 Sin embargo, a pesar de la experiencia relativamente exitosa que había cosechado esta política en la provincia de Córdoba, la táctica se replicó en muy pocos distritos. En esta decisión puede haber incidido el hecho de que los referentes de la “línea” cordobesa habían manifestado fuertes contrapuntos con las posiciones de la dirección y fueron separados de la organización, tal como sucedió con Miguel Contreras.44 Desde la conducción del PC se alentó la formación de Ligas campesinas que debían articular y representar, en un único organismo, los reclamos de dos clases recorridas por diversas contradicciones: obreros y chacareros.45 Retomando las tesis del PC de Uruguay, afirmaban que esta organización conjunta resultaba conveniente

para evitar que las capas semiproletarias (pequeños propietarios, arrendatarios, etc.), obligados por sus necesidades, utilicen su propia organización no sólo para la lucha contra la burguesía, sino también para oponerla a las reivindicaciones del asalariado agrícola. La organización y la lucha deberá tender, pues, a demostrar que el interés común de todas las capas del campesinado consiste en la lucha conjunta contra la burguesía, representada por los grandes terratenientes, los bancos, las empresas de transporte, los especuladores, el Estado burgués, etc.46

En esta propuesta se evidenciaba la incidencia de las reiteradas misivas de la IC en torno a la política agraria. Pedro Romo y otros dirigentes, retomaron aspectos que habían sido jerarquizados por los recientemente expulsados y comenzaron a integrar la “cuestión agraria” con el problema de la dependencia y el imperialismo, lo que implicaba definir las tácticas de aproximación a la revolución y el papel que tendría el campesinado en dicho proceso. Dichos agricultores ya no fueron caracterizados como un instrumento del capital sino como potenciales y valiosos aliados si se los abordaba correctamente.47 A su vez, la propuesta se fundaba en la caracterización de los terratenientes como fracción de la burguesía, y de los asalariados rurales como una capa del campesinado. Secundarizaba el hecho de que los obreros garantizaban su reproducción a partir de la venta de su fuerza de trabajo y los agricultores, a través de la apropiación de un porcentaje de los frutos cosechados en una parcela de tierra. Esta diferencia, a su vez, incidía en los pliegos de reivindicaciones y en las particularidades de los organismos gremiales de cada clase.48

En los inicios de 1928, frente a los cambios operados en los procesos de trabajo agrícola y la caída de los precios en el mercado mundial, se multiplicaron los conflictos protagonizados por los obreros agrícolas en el sur santafesino (Sartelli, 2022; Ascolani, 2009). Un sector minoritario de la dirección partidaria se hizo eco de estos movimientos. En diversas localidades buscaron unificar el pliego de reivindicaciones de los peones contratados para la cosecha y la trilla.49 En ese proceso, lograron extender la influencia comunista y reflejarlo en el plano organizativo. Tal fue el caso de Columbich que, junto a José Vicent, conformaron el sindicato de Oficios Varios de Alcorta y otros gremios en distintos pueblos cordobeses (Menotti, 2021). También se evidenció un incremento de las protestas de los pequeños y medianos chacareros que reclamaban contra el aumento de los arrendamientos y de las tarifas ferroviarias así como en el número de centros comunistas que se constituyeron en las zonas vinculadas a la producción agropecuaria.50

En este nuevo contexto, se reavivaron los contrapuntos en torno a la caracterización de los agricultores y a la táctica que debía desplegar el partido: disputar la conducción de la FAA o avanzar en la conformación de Ligas y Blocks.51 El porcentaje mayoritario de la dirección consideraba que la FAA representaba a la pequeña burguesía agraria y a un sector del empresariado rural, por eso impulsaron formas organizativas alternativas que agruparan a los pequeños agricultores. En cambio, otros dirigentes ligados a los espacios rurales entendían que dicha federación nucleaba a un universo heterogéneo de productores y que se debía dar la batalla dentro de la principal entidad chacarera del país.

Estos debates internos cobraron mayor intensidad de cara al VIII Congreso a realizarse en 1928. Tras una década de existencia, un sector de la conducción partidaria, muy alineado con las orientaciones de la IC, entendía que resultaba imperioso precisar un programa de acción más claro sobre la “cuestión agraria y campesina”. En una reunión realizada en Moscú, Codovilla presentó un escrito que ubicaba al latifundio como el problema fundamental de la Argentina, reconocía que el porcentaje mayoritario de los agricultores pampeanos eran arrendatarios y se autocriticaba por no incluir en el programa del PC ninguna referencia al tema de la tierra. Consideraba que la propuesta de Romo de conformar Ligas Agrarias no facilitaba la adhesión de los agricultores a la causa revolucionaria y que, si bien la resolución del problema agrario no sería posible sin la revolución, de lo que se trataba, decía, era de agitar en el campo la consigna de la tierra para quien la trabaja. No avizoraba un proceso inevitable de concentración y argumentaba que no había que temer la creación de la pequeña propiedad como táctica política. En el mismo documento, Codovilla ponderaba positivamente el papel de las cooperativas agrarias que se agrupaban en la FAA y señalaba los conflictos que tenían con el capital extranjero que monopolizaba la exportación de granos. Por esa razón, el partido debía trabajar dentro de dichas cooperativas para organizar la resistencia contra los trust y los terratenientes. También reconocía que existía un retraso significativo en la inserción entre los obreros agrícolas y los “campesinos”. A su vez, planteaba organizar a los asalariados rurales en forma separada a los agricultores ya que se oponía a integrar en la misma entidad a clases sociales con intereses diferentes (Vargas, 1999, pp. 404-405). Estas posiciones fueron respaldadas por el Presidium del Comité Ejecutivo de la IC en un contexto caracterizado por las polémicas en torno a los resultados poco alentadores de la táctica desplegada hacia el Kuomintang y al balance de la experiencia del PC chino.52

Las Tesis aprobadas en el VIII Congreso evidenciaron el predominio de la línea que impulsaba Codovilla. Se incorporó el problema de la tierra y la lucha por la entrega de pequeñas parcelas, se precisó la necesidad de organizar a obreros y chachareros en agrupamientos diferentes y se definió que la tarea consistía en lograr la confluencia de asalariados rurales y chacareros contra terratenientes, empresas de transporte, el comercio usurero y los monopolios imperialistas.53 Esta reorientación política fue apuntalada por la Internacional Comunista. Así, las Tesis implicaron un cambio significativo en cuanto a las definiciones partidarias, aunque no cerró el debate en torno a la “cuestión agraria”.

De forma casi inmediata, la nueva orientación se materializó en la localidad santafesina de Arteaga. Allí el PC tenía una extendida influencia e impulsó un pliego de condiciones para el corte y trilla de la cosecha 1928-1929 que contemplaba los reclamos de los chacareros y de los obreros, en un intento por acercar posiciones y avanzar en una política común.54 La posibilidad de efectivizar estos acuerdos resultó sinuosa dado que en algunos distritos los agricultores aceptaron las exigencias de los asalariados mientras que, en otros, las resistieron. Simultáneamente, los comunistas iniciaron campañas de propaganda y organización de los jornaleros que resultaron en la creación de dos federaciones comarcales. Éstas abarcaron un espacio que se extendió por Santa Fe y Córdoba y lograron agrupar, según las estimaciones partidarias, a unos 30.000 trabajadores.55 Así, en un contexto caracterizado por la reactivación de la lucha agraria, se podía reconocer un giro en la política partidaria cuyos resultados se evidenciarían durante la década de 1930.

Balance de una década agitada

Durante su primera década de existencia, la inserción del Partido Comunista en los espacios rurales resultó despareja. Los alcances que se evidenciaron en este período se explican, fundamentalmente, por los esfuerzos, conocimientos y prácticas que desplegaron los afiliados de diversas localidades que, en algunos casos, lograron una influencia significativa entre obreros rurales y agricultores. Dirigentes de la talla de Boglich, Contreras, Columbich, De Nigris o Buira jugaron un papel destacado en el crecimiento orgánico evidenciado en Santa Fe, Córdoba, el norte bonaerense o La Pampa. Allí conformaron Sindicatos de Oficios Varios, Blocks de obreros y campesinos, Ligas Agrarias y disputaron la dirección de algunas filiales de la FAA. En ese derrotero, sembraron semillas que el partido cosechó durante mucho tiempo.

Algunas de las dificultades para agremiar a los jornaleros se explican por la propia dinámica laboral y afectaban a todas las corrientes político-sindicales: la transitoriedad de las labores, las migraciones internas y la heterogeneidad cultural. Para todas las fuerzas de izquierda en general y para los comunistas en particular, amalgamar estas condiciones resultaba un desafío dado que no disponían de un nutrido núcleo de militantes y su incidencia dentro del mundo laboral urbano todavía era acotado. Además, en una proporción significativa, sus afiliados eran agricultores que provenían del Partido Socialista y sus prácticas cotidianas podían distanciarlos y enfrentarlos con los asalariados más allá del grado de conciencia que hubiesen alcanzado. Así, la dinámica propia de la producción agrícola y las dificultades para definir una orientación política precisa desde la conducción nacional limitaron la posibilidad de extender y consolidar la presencia del nuevo partido en los espacios rurales. Estas dificultades se incrementaron a partir de 1922, en un contexto caracterizado por la represión y el retroceso de la conflictividad social.

Tampoco resultó una tarea sencilla organizar al heterogéneo abanico de chacareros donde convivían diversos estratos con distintos anhelos. Los debates en torno a la “cuestión campesina” suscitaron marcadas diferencias internas que se reflejaron en el terreno práctico. Para algunos debía predominar una táctica “frentista”, que estimulara las alianzas entre obreros y agricultores pobres como motor fundamental de la revolución en nuestro país. Esta línea tuvo escasos resultados. Para otros, por el contrario, el partido tenía que priorizar la organización de los trabajadores asalariados rurales mientras que los agricultores debían renunciar a sus reclamos y sumarse a la lucha del proletariado dado que tenderían a desaparecer como producto del proceso de concentración y centralización del capital y la tierra. El predominio de estas posiciones, durante los primeros años, no habría facilitado el trabajo entre los chacareros, para quienes la entrega de parcelas en propiedad encabezaba la lista de reclamos. Si bien existían acuerdos en torno a la necesidad de crecer orgánicamente entre los peones rurales, tampoco desarrollaron un trabajo sistemático sobre esta fracción de clase. Tampoco replicaron la exitosa experiencia cordobesa basada en conformación de blocks obrero-campesinos, táctica que permitió incrementar el peso político del comunismo en esa provincia. En definitiva, a la dirección del PC, envuelta en discusiones internas e impregnada de definiciones y caracterizaciones heredades del PS, le costó “poner los pies en el campo”.

En la segunda mitad de la década del 20, el balance sobre el crecimiento partidario en diversas localidades rurales así como las orientaciones que emanaban desde la IC avivaron la discusión dentro de la dirección del PC. En ese contexto, caracterizado por mayores niveles de conflictividad social y por el crecimiento orgánico de los comunistas, se impuso una perspectiva que ubicaba como problema fundamental la propiedad latifundista de la tierra, se precisó la caracterización sobre la FAA y se acordó la necesidad de organizar a obreros y campesinos en instancias diferentes que favorecieran posteriores confluencias.

Estas posiciones se plasmaron en las resoluciones del VIII Congreso realizado en 1928. Así el PC arribaba a una nueva caracterización de la cuestión agraria que incidiría en un mayor despliegue e influencia política durante la década de 1930.

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1. Agradezco a la/os editora/es de la revista por los agudos comentarios y sugerencias que realizaron a una versión preliminar del trabajo.

2. La Tierra, 30 de enero de 1920, pp. 2-3.

3. La tesis doctoral de Paulo Menotti, en etapa final de revisión, constituye un aporte muy importante al conocimiento sobre esta problemática.

4. La Internacional, 16 de febrero de 1918, p. 8. La Liga Agraria, conformada por pequeños y medianos agricultores, había protagonizado una masiva y resonante protesta en La Pampa a inicios de 1919 (Martocci, 2018, p. 158).

5. La Internacional, 1 de mayo de 1918, p. 16; La Internacional, 8 de abril de 1918, p. 2.

6. La Internacional, 25 de junio de 1918, p. 7.

7. La Internacional, 15 de julio de 1918, p. 7.

8. La Internacional, 20 de septiembre de 1918, p. 5. Retomaban, así, la tesis de Lallemant sobre el problema agrario, de fines del siglo XIX.

9. La Internacional, 8 de noviembre de 1919, p. 3; La Internacional, 24 de julio de 1920, p. 3. Osvaldo Graciano refiere a esta problemática (Graciano, 2008, p. 390).

10. La Internacional, 7 de agosto de 1920, p. 2.

11. Los ferroviarios tenían asiduo contacto con los jornaleros que se desplazaban y pernoctaban en los vagones así como con los carreros que transportaban los granos desde las chacras hasta las estaciones de ferrocarril (Lozza, 1985, pp. 191-199).

12. La Internacional, 18 de diciembre de 1920, pp. 3 y 4. Sobre la posición de Boglich y sus debates en el seno de la FAA y del PC: La Tierra, 20 de febrero de 1920, p. 3; La Tierra, 5 de marzo de 1920, p. 6; La Internacional, 28 de agosto de 1920, p. 3; La Internacional, 28 de noviembre de 1920, p. 3. La FORA IX era la central sindical con mayor influencia de la época y estaba dirigida por la corriente sindicalista. Sobre el acuerdo de ayuda mutua, consultar Volkind (2009).

13. La Internacional, 11 de diciembre de 1920, p. 4; La Internacional, 19 de febrero de 1921, p. 4. Paradójicamente, tanto en el Esbozo de historia del Partido Comunista así como José María García en sus relatos sobre este episodio señalan la importancia que tuvo el papel del Partido Comunista en este acuerdo y lo destacan como un hecho relevante que daba cuenta de la línea política que impulsaba la organización en las zonas rurales (Comisión del Comité Central del PC, 1948, p. 38; García, 1987, p.83). En cuanto al recorrido de José Boglich, es posible que este episodio haya incidido en su progresivo alejamiento del Partido Comunista. En el IV Congreso partidario celebrado en enero de 1920 no asistió como delegado de Santa Fe.

14. La Internacional, 7 de agosto de 1920, p. 2.

15. La Internacional, 22 de mayo de 1920, p. 2; La Internacional, 22 de agosto de 1920, p. 2; La Internacional, 18 de diciembre de 1920, p. 1.

16. La Internacional, 2-3 de enero de 1922, p. 3.

17. La Internacional, 30 de octubre de 1920, p. 4; La Organización Obrera, 22 de junio de 1918, p. 1.

18. La Internacional, 11 de febrero de 1922, p. 4; La Internacional, 17 de febrero de 1922, p. 3; La Internacional, 22 de febrero de 1922, p. 3; La Internacional, 19 de marzo de 1921, p. 3; La Internacional, 2 de julio de 1921, p. 4; La Internacional, 1 de marzo de 1922, p. 4; La Internacional, 7 de marzo de 1922, p. 3; La Internacional, 8 de marzo de 1922, p. 3; La Internacional, 15 de mayo de 1922, p. 4; La Internacional, 21 de mayo de 1922, p. 4.

19. La Internacional, 11 de diciembre de 1920, p. 3.

20. La Internacional, 25 de junio de 1921, p. 1.

21. La Internacional, 5 de enero de 1922, p. 4; La Internacional, 22 de enero de 1922, p. 3.

22. La Internacional, 2 de marzo de 1922, p. 2; La Internacional, 5 de marzo de 1922, p. 3; La Internacional, 8 de marzo de 1922, p. 3; La Internacional, 8 de julio de 1922, p. 3; La Internacional, 8-9 de enero de 1923, p. 3; La Internacional, 12 de enero de 1923, p. 4; La Internacional, 17 de marzo de 1923, p. 2.

23. La Internacional, 18 de marzo de 1923, p. 3; La Internacional, 23 de junio de 1922, p. 4; La Internacional, 24 de junio de 1922, p. 4; La Internacional, 8 de julio de 1922, p. 1; La Internacional, 9 de julio de 1922, p. 2.

24. La Internacional, 18 de diciembre de 1920; La Internacional, 28 de enero de 1922, p. 3; La Internacional, 30-31 de enero de 1922, pp. 1-2; La Internacional, 13 de enero de 1923, p. 3; La Internacional, 19-20 de febrero de 1923, p. 3; La Internacional, 18 de marzo de 1923, p. 4; La Internacional, 23-24 de julio de 1923, p. 3.

25. Inclusive, llegaron a enviar una carta al presidente de la Nación exigiendo el cumplimiento de la Ley de Arrendamiento recientemente sancionada. La Internacional, 13-14 de febrero de 1922, p. 2; La Internacional, 27-28 de marzo de 1922, p. 2; La Internacional, 7 de abril de 1922, p. 3; La Internacional, 12 de noviembre de 1922, p. 3; La Internacional, 27-28 de marzo de 1922, p. 1.

26. La Internacional, 1 de diciembre de 1922, p. 2.

27. La Internacional, 6-7 de noviembre de 1922; La Internacional, 11 de noviembre de 1922, p. 3; La Internacional, 6 de diciembre de 1922, p. 3.

28. La Internacional, 7 de marzo de 1923, p. 2.

29. La Internacional, 17 de marzo de 1923, p. 2.

30. La Internacional, 29 de marzo de 1923, p. 1.

31. Sobre este debate consutar Azcuy Ameghino (2021).

32. La Internacional, 31 de marzo de 1923, p. 2.

33. La Internacional, 18 de marzo de 1923, p. 3.

34. La Internacional, 22 de noviembre de 1924, p. 3.

35. Sobre estas disputas internas consultar Camarero (2007, pp. XXVI-XXVII).

36. La Internacional, 4 de abril de 1925, p. 2.

37. La Internacional, 30 de mayo de 1925, p. 2; La Internacional, 4 de julio de 1925, p. 2; La Internacional, 15 de noviembre de 1925, pp. 1 y 2.

38. La Internacional, 22 de noviembre de 1925, p. 1.

39. “Informe Oriolo-Mendoza. «La disputa por la legitimidad después de la Carta Abierta»”. Le agradezco a Mercedes López Cantera el haberme facilitado este documento tan valioso.

40. La Internacional, 1 de octubre de 1925, p. 2; La Internacional, 27 de octubre de 1925, p. 2.

41. Sobre las rupturas en el seno del PC consultar Ceruso (2014) y Piemonte (2015).

42. Como el caso de Marcos Kaner relatada en Lozza (1995, pp. 199, 200 y 242). Adrián Ascolani también refiere este fenómeno (Ascolani, 2009).

43. La Internacional, 1 de junio de 1926, p. 1; La Internacional, 2 de junio de 1926, p. 1; La Internacional, 18 de agosto de 1926, p. 3.

44. Miguel contreras ya había manifestado dichas diferencias en el “Informe del delegado del Partido Comunista, Miguel Contreras, al Vº Congreso de la IC, junio-julio 1924” (Campione, López Cantera y Maier, 2007, pp. 159-162).

45. La Correspondencia Sudamericana, nº 29, 1927, p. 15.

46. La Internacional, 18 de febrero de 1928, p. 2.

47. La Correspondencia Sudamericana, nº 1, 1926, p. 23.

48. Estas definiciones retomaban la caracterización del Partido Socialista en relación a los terratenientes y se distanciaba del análisis de Lenin sobre la estructura social agraria: “Primer esbozo de las tesis sobre el problema agrario”, tesis para el II congreso de la Internacional Comunista, publicado en el nº 12 de la revista La Internacional Comunista, el 20 de julio de 1920.

49. La Internacional, 27 de octubre de 1928, p. 3. Lamentablemente desconocemos el resultado de dichos conflictos.

50. La Tierra, 10 de abril de 1928, p. 4; La Tierra, 18 de abril de 1928, p. 8; La Tierra, 29 de mayo de 1928, p. 1.

51. La Internacional, 4 de marzo de 1928, p. 2; La Internacional, 11 de marzo de 1928, p. 4; La Internacional, 18 de marzo de 1928, p. 4; La Internacional, 31 de marzo de 1928, p. 2; La Internacional, 7 de abril de 1928, p. 2.

52. La Internacional, 26 de mayo de 1928, p. 3; La Internacional, 20 de octubre de 1928, p. 3; La Internacional, 3 de noviembre de 1928, p. 2.

53. “Por la organización sindical de los trabajadores agrícolas”. La Internacional, 10 de noviembre de 1928, p. 2.

54. La Internacional, 1 de diciembre de 1928, p. 6; La Correspondencia Sudamericana, 2ª época, nº 12, 13 y 14, pp. 26-27; La Correspondencia Sudamericana, 2ª época, nº 15, p. 23.

55. La Correspondencia Sudamericana, 1929, 2ª época, nº 8, p. 9.